Manolita López, una luz herida

Por Carmen Busmayor

22/08/2020
 Actualizado a 24/08/2020
Carmen Busmayor, Antonio González-Guerrero y Manolita López en el mesón Casa García en 1995.
Carmen Busmayor, Antonio González-Guerrero y Manolita López en el mesón Casa García en 1995.
La tarde era  un añoso pupitre con el que tropezaba el glaucoma avanzado de sus ojos muy venidos a menos los años finales. No sabría precisar cuando la conocí, pero creo no equivocarme si afirmo que fue en la Fiesta de la Poesía de Villafranca. ¿En dónde si no?  Vivía en Cacabelos,  donde había nacido en 1910,  en una casa alquilada con abundantes humedades a espaldas del río Cúa en dirección a Arganza, carretera muy conocida por mí debido al ir o venir a Fabero, Busmayor o Toral de los Vados  donde entonces ejercí como flamante profesora del curso 76 al 78.

Con frecuencia hacía un alto en el camino y subía a saludarla. La acompañaba  su segundo marido, Enrique López. Enseguida me servían un vaso de leche con alguna dulcería, la cual aceptaba con una sonrisa nada forzada pese a que los dulces no me van en demasía. Era una maestra muy apreciada, reconocida y querida en Cacabelos hasta el punto de que, aunque pasados bastantes, demasiados  años,  en concreto en 2003 (ante mí habla la tarjeta relativa al homenaje tributado el 29 de noviembre con tal motivo en el Complejo Local Villamaría al cual asistí.) el municipio  la nombró Hija Predilecta de Cacabelos.  Durante el mismo acto en su honor se creó el Premio de Poesía Internacional Manuela López, ganado en su primera edición,  2004, por Sara Otero con el libro ‘El lugar de la lluvia’  en tanto en la segunda, 2005, última por ahora,  por mí con Inventario del silencio . A su muerte sobrevenida dos años después, el dos de enero de 2005, ondearon a media asta las banderas del Ayuntamiento.

La quise, me quiso, también a mi madre, mucho, esta maestra y gran poeta cacabelense  con calle propia también en su pueblo pero escasamente atendida por estudiosos y críticos literarios quien embarazada de cinco meses por vez primera de su primer marido, José Núñez,  estudiante de medicina con tendencia  a la izquierda republicana, sufrió un terrible golpe. Pues él, condenado a muerte por el régimen franquista, fue fusilado en León no obstante la carta por ella dirigida a Francisco Franco suplicándole clemencia. José Núñez, indiscutiblemente, fue el gran amor de su vida. Nunca superó dicho varapalo. Precisamente sus conversaciones, su pensamiento, su poesía intimista, en ocasiones  no exenta de carácter religioso, directa, indirecta o sugeridamente recalan en este drama imborrable. Una poesía siempre triste, muy triste, conforme lo avalan sus libros ‘Caminos de soledad’, ‘Caminito de papel’, ‘Tiempo de entrega’, ‘Entre brumas’, ‘Cauce para un latido’ e ‘Intimidades’. Con firmeza puede aseverarse que en su poesía, elaborada pese a su aparente sencillez, la esperanza , el entusiasmo nunca han ido arriba. Algo sobre ello nos revelan los poemas pertenecientes al último libro mencionado, ‘Intimidades’ :  «Calvario y más calvario», «No, puedo más, Señor», «Desesperanza», «Contigo, soledad», o sobre todo «Cuando te fuiste»,  cuyos versos iniciales son enormemente iluminativos de cuanto llevamos dicho. Esa ausencia que voltea el alma, la taladra:

Cuando te fuiste, se detuvo mi vida
bajo el ventanal de la ausencia.
Me quedé sin crepúsculos
que huyeron para siempre de mis días sin dejar huellas.

Elocuentes en esa dirección son estos otros de ‘Caminos de soledad’:
¡Qué largo el ayer
en que me perdí en tu  búsqueda!
Esperaba encontrarte en cada esquina, en cada encrucijada.


Hubo una época en que, fallecido su segundo esposo, comenzó a peregrinar por diversas residencias. En la que más tiempo estuvo fue en la Casa Sacerdotal de Astorga. Allí acudía yo con cierta frecuencia. Comíamos juntas, algunas veces, otras acudíamos a la cafetería La Goleta, muy próxima, a tomar algo líquido acompañado por unos sabrosos merleis. Su ceguera fue a más, su muerte según queda dicho ocurrió abriéndose enero de 2005. Contaba 94 años. Asistí al entierro en el cipresal cementerio cacabelense.

Astorga, igualmente, en este caso póstumo, le ha rendido un pequeño  homenaje el cuatro de marzo de 2005, en el marco de la Semana de la Mujer. En su recuerdo intervinieron Juan José Alonso Perandones, alcalde, Marifé Santiago y yo misma, poetas, unidos a músicos y otros artistas que sacaron adelante con éxito tan merecido reconocimiento.

Manolita López, doña Manolita, maestra, poeta, amiga, te cuento:

La noche pedalea sobre el puente del Cúa.

La noche es un pupitre con rostro de anciana adolorida, sumamente triste.

La o, la cúrcuma, el cilantro, una fotografía en blanco y negro inhumada.

En definitiva, la noche dominada por la cencellada cimbrea, hace gala semejante a un lince en mi sueño agitado los viernes.

Se oye la voz que poseías ayer entre  las viñas con su pátima siena.

Esta noche.

Entre  las viñas.

Viernes.
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