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Los vertidos son para el verano

11/08/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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No es el verano tiempo de sesudas reflexiones sobre casi nada, QED. Mucho menos sobre los acelerados cambios que estamos infligiendo al planeta, precisamente en el momento en que más disfrutamos de sus dones. Pero da la casualidad de que también este es el momento en que sufrimos algunas de sus consecuencias en mayor medida. El calor, por ejemplo. Pese a sabios de la categoría de Donald Trump o el primo de Rajoy, nos enfrentamos a rapidísimas trasformaciones que pueden convertir nuestro mundo en un infierno, literalmente. Las temperaturas más altas constatadas por termómetros recorren del polo al ecuador mes a mes. Más palpablemente en verano. Esto por el lado de los desastres climáticos, que son legión. Por el de la contaminación material, el símbolo más alarmante son los vertidos de plástico. El mar en que nos zambullimos alegremente se abarrota de ellos, en su mayoría de forma desapercibida, provocando también que los animales lo ingieran y que nosotros, por decirlo rápida y fielmente, acabemos por degustar nuestra propia basura.

Todo ello viene a propósito del sexto (casi hemos perdido ya la cuenta) de los trabajos de nuestro Hércules original: la limpieza de los establos de Augías. Este rey semidivino poseía un rebaño privilegiado por los dioses, libre de enfermedades y todo tipo de amenazas. Pero sus excrementos no se limpiaban y se acumulaban en sus establos hasta alcanzar preocupantes dimensiones. El encargo de su acarreo y baldeo era singularmente humillante para nuestro héroe: tras sus brillantes hazañas debía ‘meterse’ en faena denigrante y cochina, como se puede imaginar a poco. Sin embargo Hércules tomó por la calle de en medio y desvió el curso de un par de ríos cercanos para que sus torrentes de aguas (limpias) realizaran la tarea por él. Como puede suponerse, todo un catálogo de buenas prácticas ambientales: falta de higiene cotidiana solucionada a lo bruto con la alteración de cauces naturales y su emponzoñamiento. En fin, que nuestro espejo de proezas no era muy ecologista que digamos, aunque sí un precursor. Así el hércules cotidiano, aunque pueda suponerse un riguroso separador de residuos caseros o senderista de conspicuo comportamiento, en verano relaja sus costumbres y enmerda un poquito allí y otro poquito allá rindiendo involuntario homenaje a su antepasado mítico. Sabemos lo que hicimos el último verano.

Cuando ya no queden ríos que desviar ni lugares donde acumular porquería, a ver qué dioses echan un capote. Hay quien supone que el mundo se acabará entonces, pero no. El mundo seguirá adelante. Los que no continuaremos en él seremos nosotros. Ya sucedió antes: las especies evolucionan hasta agotarse. La novedad reside en que ninguna había protagonizado y acelerado su propio final siendo, además, consciente de ello. Hala, a veranear.
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