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Los referendos de Hitler, Franco y Puigdemont

31/05/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Los nacionalistas catalanes, con su agotador empeño en imponernos un referéndum separatista, han logrado que una mayoría identifique referéndum con democracia. Oponerse a su referéndum es ser un facha antidemócrata. La incapacidad para contrarrestar una falacia tan corrosiva ha dado alas a los independentistas que no cesan de repetir que el 80% de los catalanes exige ese referéndum. La torpeza del Gobierno y de los demócratas para desmontar este falso argumento, legitimador del proyecto secesionista, es una prueba de la indigencia intelectual y la incapacidad moral y política de la mayoría de nuestros dirigentes.

¿Es tan difícil demostrar que el referéndum no es en sí mismo ningún instrumento democrático, que los referendos no son ninguna prueba de democracia, que han sido usados por todos los dictadores para legitimar su poder (Hitler, Franco, Pinochet, Castro…), que para ser aceptables han de cumplir una serie de requisitos democráticos previamente reconocidos y que no existe, por tanto, ningún «derecho al referéndum»?

Los ciudadanos tienen derecho a votar para elegir a sus representantes, y así ejercen su «derecho a elegir» cómo resolver los problemas generales de acuerdo a sus preferencias políticas. El «derecho a decidir» es el derecho a votar, qué votar y a quién votar. Pueden existir asuntos de especial relevancia que no puedan ser resueltos mediante el ejercicio de las mayorías parlamentarias y que, para su legitimación, es necesaria (o aconsejable) una votación directa a través de un referéndum en el que participen todos los ciudadanos. La existencia o no de una necesidad y una legitimación previas, y el establecimiento de normas democráticas claras para su realización y sus efectos, convierte a un referéndum en democrático o antidemocrático.

Sólo la manipulación y la propaganda han podido convertir un referéndum antidemocrático e ilegal en un derecho irrenunciable del pueblo catalán. La maniobra ha consistido en identificar la negación de este «derecho» con una ataque a la identidad catalana. Negar el referéndum es negar la existencia misma de Cataluña, así que si le preguntan a alguien si está de acuerdo con un referéndum, la mayoría dirá que sí. Nadie quiere negarse a sí mismo el derecho a decidir sobre algo tan importante como la independencia de Cataluña.

El problema surge cuando se reclama ese derecho para el resto de españoles. Entonces descubrimos la verdadera raíz del problema: los independentistas consideran que ese derecho es exclusivo de los catalanes. No dicen de los «catalanes de pura sangre», porque eso del racismo xenófobo está muy mal visto, pero en realidad no tienen otro fundamento, porque si no fuera por ese implícito derecho de propiedad sobre Cataluña de «los catalanes de verdad», ¿a cuento de qué una mayoría de hispanohablantes iba a pedir separarse de España, donde tiene su origen, sus vínculos familiares, culturales y lingüísticos?

Habrá que explicar, insistir y repetir que hay referendos que sirven para afianzar la democracia y otros para destruirla. El caso de Hitler es el más clarificador, porque es el que más se parece a lo que está ocurriendo en Cataluña. Hitler tardó en llegar al poder y su método principal fue utilizar los recursos del sistema democrático, las elecciones y, sobre todo, los referendos. Nunca tuvo mayoría parlamentaria, la logró mediante alianzas y eliminando a sus adversarios. Su toma definitiva del poder se basó en la aprobación de la ‘Ley Habilitante’ de 1934, que logró que fuera aprobada por un 84% de escaños. La Constitución exigía al menos 2/3. La Ley fue luego sometida a referéndum. La pregunta decía así: «¿Usted, hombre alemán, y tú, mujer alemana, aprueba...» ¡Claro que el pueblo alemán la aprobó! Así y todo, esta Ley tenía caducidad: sólo era válida hasta abril de 1937.

Habría que recordar los referendos de Franco (dos), Pinochet (dos), Castro (dos), etc., todos aprobados por abrumadora mayoría. En comparación, Hitler tenía mayor legitimación democrática que los de Juntos por el Sí, que ni siquiera tienen mayoría de votos y les bastaría con un 50,01% en el referéndum para imponer la independencia. La Ley Habilitante de Transitoriedad Catalana, clandestinamente urdida y aprobada sin discusión, ni siquiera contará con los 2/3 que se le exigió a Hitler.

Que todo este potaje infecto, totalitario y racista se haya podido presentar ante la opinión pública como la quintaesencia de la democracia, y a sus promotores como pacíficos e insobornables demócratas, es algo que sólo ha sido posible gracias a la dejación y la obnubilación de quienes han tenido la responsabilidad de defender la democracia y no lo han hecho.
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