Los personajes del tío Ful: Javier Robles, escultor

Después de una vida dedicada a los libros el cierre de una gran empresa leonesa le deja en el paro con una edad muy complicada, bordea la depresión y ahí aparece la escultura... y los amigos

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
30/07/2022
 Actualizado a 30/07/2022
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Javier Robles era un trabajador leonés más, en su caso en la parte artística del diseño y la maquetación, en el sector del libro, en la más conocida editorial leonesa de cuyo nombre no quiere ni acordarse, de tan triste como inesperado final. Javier luchó por la continuidad, hasta protagonizó un recordado viaje solidario a Santiago en bici para recaudar fondos para la caja de resistencia de sus compañeros. Pero cerró.

Javier se vio en la calle, conoció los duros amaneceres del parado –«muchos días me levantaba a desayunar y volvía para la cama»–y convivió con la desesperación de escuchar una y otra vez que «con esa edad...» ni le cogían el currículum.

Y ahí apareció el arte, la suerte y la amistad en cóctel salvador. Fue a un mercadillo de cerámica y en el puesto de Alfonso Montiel supo que ofrecía talleres en su estudio de Trobajo del Camino. «Fui creyendo que me enseñaría lo típico, a modelar el barro y esas cosas pero me encontré a un artista de pies a cabeza que se volcó conmigo, me vio madera, me animó, me enseñó todo lo que sabía» y comenzó una nueva etapa creativa, en cerámica; cuando en el horizonte apareció otro personaje al que tampoco conocía de nada, el escultor Amancio González, que le gustó lo que hacía Javier Robles y le animó a que «llevara las piezas en cerámica a gran tamaño, a la escultura y, sobre todo, puso a mi disposición su taller, su consejo, su cercanía... es un tipo impresionante».

Y ahí arranca la irrupción espectacular de un artista que ya tiene obra por muchos pueblos –Valporquero, Vegacervera o Garrafe–y un día le piden también para la calle Ordoño, esa misma que un día pintó con los colores de la bandera de Ucrania como homenaje a aquel pueblo y hasta pudo entregarle una réplica a su embajador en España.
Sus réplicas en pequeño tamaña –que se pueden adquirir en la galería Alemi–acabaron en manos de gente como la reina Letizia, Rafa Nadal, Rojas Marcos o Irene Villa, con la que pudo hablar en la entrega y «me dio una lección de vida impresionante».
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