04/08/2020
 Actualizado a 04/08/2020
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Desde la aparición del coronavirus y después con la desescalada se ha hablado mucho del comité de expertos que presuntamente han asesorado al gobierno para ayudar a gestionar la crisis. No obstante ha llamado mucho la atención el hecho de que no se haya dado a conocer el nombre de estos asesores. Pero lo más sorprendente es que ahora se dice que no ha existido tal comité. Pero no es este el tema de nuestra reflexión.

Lo que realmente llama la atención es la cantidad de expertos que surgen por doquier no solamente para explicar el origen, desarrollo o remedios contra el covid-19, sino a la hora de opinar sobre distintas materias. Concretamente es incontable el número de especialistas en política, en economía, en deporte o en religión. No hay más que entrar en un bar o fijarse en muchas tertulias familiares para ver los más apasionantes debates sobre estos y otros temas. Es una pena que muchas de estas personas que saben de todo no tengan responsabilidades de gobierno, pues a juzgar por lo que parecen saber, se supone que solucionarían muchos de los problemas que aquejan a nuestra sociedad. O tal vez no. Desgraciadamente, cuando alguno de estos ‘expertos’ llega a ocupar altos cargos, tenemos que sufrir las consecuencias de su incompetencia.

Parece obvio que para llegar a ser experto en algo son necesarias al menos dos cosas: una buena formación y experiencia. En principio para formarse bien es muy importante el estudio o el tener buenos maestros. Pero estudiar requiere tiempo, esfuerzo, concentración… y hoy la gente parece que no está por la labor. Es muy fácil para muchos hablar de economía, dejándose llevar por lo primero que se les ocurre, pero a la hora de hincar el diente a las distintas teorías y analizar los resultados prácticos, o sea la experiencia, de los diferentes sistemas económicos no todo el mundo está dispuesto a clavar los codos.

Si pasamos al tema de la religión, es triste comprobar que muchos, incluidos religiosos practicantes, no dedican el más mínimo tiempo a su formación. La religión no es cuestión de fe ciega. No olvidemos que la fe adulta ha de ser razonable. Y su estudio ayuda muchísimo a saber diferenciar la auténtica de la falsa religiosidad. Y es también una experiencia de vida. De ahí que es muy difícil hablar con propiedad de lo que no se vive.

Sinuestra formación se reduce a ver la tele o entrar de vez en cuando en Google o a dejarnos arrastrar por el pensamiento débil que está de moda, podremos auto considerarnos expertos, pero dejaremos bastante que desear.
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