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Los días contados

24/07/2018
 Actualizado a 13/09/2019
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Sorprende la serenidad y estoicismo con la que nos estamos tomando la muerte de muchos territorios. Seguro que, puestos a señalar virtudes, habrá quien se tome este comportamiento como un gesto de dignidad ante una muerte que se considera ya segura. Con los días contados, esa resignación seguro que da para muchos volúmenes de filosofía. Lo que ocurre es que los territorios que se nos mueren son curiosamente los más débiles o los más alejados culturalmente de una norma no escrita pero sí impuesta. Y seguir diciendo que todo esto es fruto de la globalización es, aparte de una perogrullada, una auténtica sandez.

Propio de Perogrullo es sentenciar que los fenómenos de deslocalización industrial que vivimos en la actualidad son normales en un mundo globalizado, pero Perogrullo no firmaría en ningún caso que la globalización no es un fenómeno meteorológico, una ley física ineludible. Y es que si las industrias europeas se van a países donde los salarios, las condiciones de trabajo, la seguridad laboral, y tantas otras cosas están al nivel de lo que sufría la clase obrera europea en el siglo XIX es porque los productos que se manufacturan con todo tipo de intensidades de explotación laboral vuelven luego a entrar en los espacios donde se respetan los derechos humanos sin ningún tipo de sobrecoste. Y eso no es física, es decisión política.

Así la cuenta le sale a cualquiera. Consiguen productos más baratos, mayores beneficios a costa de aprovecharse de las personas y con ello no solo se lucran de manera inmoral sino que ponen en riesgo esos valores y derechos que dicen que son la seña de identidad de la civilización europea. Porque para competir en ese juego a los trabajadores y trabajadoras de aquí solo les queda o renunciar a sus derechos o pertenecer a territorios que por su fortaleza política son capaces de recibir otro tipo de compensaciones económicas. Pero esa fortaleza tiene sus días contados también. Primero son los territorios débiles los que caen, luego vendrán los demás. Ya lo vimos lo que ocurrió primero con el binomio campo-ciudad. Y cada Vestas que se larga a China es otro día contado más.
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