Los 'Caídos' del 'Grano'

Pedro Gómez García
04/10/2018
 Actualizado a 16/09/2019
1970, un torbellino revuelve las filas del Movimiento en la ciudad de León. El monumento instalado hasta ese momento en la Plaza de San Isidoro –previamente en Santo Domingo– a sus gloriosos Caídos por Dios y por España había sido sustituido por la columna –todavía hoy misteriosamente descabezada– en loor de la fundación romana de la ciudad.

Intentemos situarnos en las mentes de aquellos moribundos años del fascismo institucional en nuestro país; años en los que la amenaza de un cambio chirriaba en los oídos de quienes con tanto afán habían construido su mito (hoy vigente en muchos) de la Liberación Nacional. Años de reacción y represión. Así las cosas, el camarada Tomás Moreno González expone ante el Consejo Local del Movimiento Nacional de León la grave situación que vive el pueblo leonés al carecer de un espacio para la contemplación y oración del mito creado. Con ese objetivo, y mediante el acuerdo unánime de esa poderosa estructura política e ideológica, propone como lugar para la reinstalación del monumento la tradicional Plaza del Grano. La estructura se pone en marcha. Llega el trámite al Ayuntamiento y el Ilmo. Alcalde de la ciudad, Manuel Arroyo Quiñones, en palabras de Moreno, se muestra favorable a la propuesta, incluso le insta a acelerar el proceso.

Una lúcida mente, la del Arquitecto municipal, recomienda entonces al Ayuntamiento que sería necesaria la valoración de la Dirección General de Bellas Artes, dirigida en aquel momento por Florentino Pérez Embid. El expediente llega a Madrid y es valorado en primera instancia por el reconocido arquitecto-restaurador Luis Menéndez-Pidal, quien indica: «El Arquitecto que suscribe, teniendo en cuenta el gran carácter y los recuerdos históricos de la Plaza del Grano en León, estima debe ser conservada tal cual está sin aditamento alguno que pueda desfigurarla y procurando realzar siempre sus grandes valores que todavía conserva». La Dirección General da por válida esta valoración y se la comunica el 12 de marzo de 1971 al Ayuntamiento de la ciudad. El monumento no se instalará en la Plaza del Grano.

¿Qué pudo hacer que la mayor institución artística de la España fascista se niegue a colocar tal monumento? Varias pueden ser las respuestas. Una de ellas se hallaría en el componente estético del mismo, quedando patente en las palabras del periodista M.M. Alaiz, en el Diario de León del mismo año: «De nuevo se habla de construir o levantar un monumento a los Caídos. El anterior […] desapareció y en buena hora, porque más que un monumento parecía un armazón de hormigón armado y piedra, nada agradable». Otra de las posibles razones se extrae de las palabras de Menéndez-Pidal: la Plaza del Grano se debía conservar sin aditamento alguno; sus recuerdos históricos significaban más que el mito creado desde 1936.

En esa etapa de reacción del agonizante nacional-catolicismo, el valor patrimonial de la Plaza del Grano ya era elevado. La consideración del pueblo leonés hacia ese espacio se vio plasmada en la vida social, representada en el intento de la oligarquía política de instalar el monumento a su mayor mito justamente ahí. Pero a la vez, una intención truncada por su misma estructura.

En estos días, donde ‘Caídos’ y ‘Grano’ están en las bocas de tanto tertuliano o en las pantallas de tanto lector, podemos dar gracias de que observemos el Skyline de nuestra plaza sin el aditamento que el Movimiento quiso plasmar, solo contemplemos la dieciochesca fuente, el desconocido crucero y los dos Álamos blancos ocupan el tan comentado ‘tradicional’ empedrado.

Decían hace 48 años que Plaza debía conservarse, en su forma y esencia, ante todo por sus grandes valores, que no eran necesarios más elementos. Hoy, 48 años después, parece que a alguno, puede que heredero, le quede en la genética ese impulso por trastocar tan recoleto espacio de la ciudad, haciendo caso omiso a aquello que un restaurador dijo sobre aditamentos.

Pedro Gómez García es graduado en Historia del Arte
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