La vida es como la escalera de un gallinero

Pedro Ludena comenta la película de Alexander Payne 'Los que se quedan'

Pedro Ludena
19/01/2024
 Actualizado a 19/01/2024
Dominic Sessa, Paul Giamatti y Da'Vine en 'Los que se quedan'. | L.N.C.
Dominic Sessa, Paul Giamatti y Da'Vine en 'Los que se quedan'. | L.N.C.

‘Los que se quedan’
Director: Alexander Payne.
Intérpretes: Paul Giamatti, Dominic Sessa, Da’Vine, Joy Randolph.
Género: Comedia/ Drama.
Duración: 133 minutos.

El otro día decidí dar el pistoletazo de salida a mi año cinematográfico con ‘Los que se quedan’, con la corazonada de que estaría empezando el 2024 con buen pie. Sin embargo, no podía anticipar la tremenda zancada que me ha supuesto elegir este clásico navideño instantáneo para volver a disfrutar del mejor tipo de cine, del que se queda contigo.


‘Los que se quedan’ acompaña a sus tres personajes principales, un profesor amargado, un alumno rebelde y una cocinera de luto, cuando se ven forzados a pasar juntos las navidades de 1970 en el colegio privado donde residen durante del año lectivo, apartados del resto de un mundo en el que no parecen encajar. 


A pesar de trascurrir en Navidad, y de haberse estrenado en fechas afines, la nueva obra de Alexander Payne es un giro agridulce a la prototípica historia navideña. Toma muchos de los elementos que todos reconocemos al vuelo en una película festiva: la ambientación nívea, los villancicos de fondo, las copiosas cenas, el calor de la familia, etc. Todo esta ahí pero con una vuelta de tuerca ácidamente realista, con unos protagonistas que hace tiempo que perdieron la posibilidad de disfrutar de la acompasada tradición popular de juntarse con los suyos en Nochebuena, y que a lo largo de su convivencia forzada, irán conformando su particular familia postiza en la que, aun en ausencia de cuñados y suegras, están tan condenados a discutir como a entenderse.

 

Imagen poster
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Hasta entonces, lo único que había visto del director había sido ‘Entre copas’, de la que ‘Los que se quedan’ podría ser una heredera espiritual. Esta cinta de 2004 nos presentaba con una historia relativamente sencilla, dos amigos que emprenden una ruta por las regiones vinícolas de California antes de celebrar el compromiso de uno de ellos, las dos caras de la moneda de la mediana edad, con un inmenso Paul Giamatti ya en el papel de un cultivado solitario, rol que prácticamente retoma, de manera más añeja y pulida, en este nuevo proyecto, esta vez como un profesor. Mientras que su amigo, interpretado por Thomas Haden Church (‘Spider-Man 3’), es un hedonista desenfadado que no parece tener ninguna intención de casarse, aunque esté celebrando su despedida de soltero. Con este choque de personalidades, ‘Entre copas’ nos brindaba perspectivas antípodas sobre el amor y la amistad, sobre como convivir con el rumbo en el que nos ponen nuestras decisiones y como virar si no te satisface. Todo ello sazonado con un guion hilarante y una trama ligera que volvían a esta película de domingo de tarde en algo sorprendentemente fresco y divertido. Pero para mi gusto siempre le faltó cierta profundidad, un trasfondo emocional más pesado para realmente hacerte reflexionar y no solo reír, algo que ‘Los que se quedan’, siguiendo los pasos de aquella, consigue con creces, esta vez dejando huella. 
Viendo esta cinta en 2024 se me hacía extraño estar sentado en un cine y no en el salón de mi casa viendo un DVD polvoriento o la ‘película de la semana’ de la 1. Porque ‘Los que se quedan’ respira un aire clásico por cada poro, logrado no solo por su aspecto técnico, rodada en digital pero retocada para simular el grano visible de los 35 mm, más por su ambientación, la cual, no obstante de transcurrir a principios de los 70, acoge un mensaje que se siente atemporal. Esta elección de situar la trama en la víspera de 1971 no es caprichosa, sino que es integral al contexto en el que viven los personajes, con una guerra de Vietnam de telón de fondo que tritura a las mejores generaciones y se implanta como el abismo al que se asoman los jóvenes americanos que no son capaces de subirse al privilegiado tren de la educación universitaria, cuyos billetes no pueden permitirse una humilde mayoría. Esta diferencia de clases solo se hace más evidente cuando la mayor parte del filme transcurre en una academia privada para niños de papá que nunca han sabido lo que vale un peine, o eso parece, y cuyos problemas del primer mundo palidecen al lado de la tragedia que vive el país, ilustrada en el personaje de Mary Ann, la cocinera afroamericana que tiene que soportar las impertinencias de unos niños malcriados nada más haber perdido al suyo en la guerra. Hay una cita del profesor a quien da vida Paul Giamatti, que encapsula perfectamente esta cuestión, gritándosela a la cara de uno de estos mocosos: «¡Para mucha gente la vida es como la escalera de un gallinero: corta y llena de mierda!». 


Pero el comentario social solo es una de las muchas capas que cubren ‘Los que se quedan’. La interacción entre Angus, el pícaro estudiante abandonado por su madre en Navidad, y Paul, el tirano profesor de historia antigua que debe quedarse a velar por su seguridad, nos vuelve a presentar ese contraste ya visto en ‘Entre copas’, pero ya no solo desde dos puntos de vista, sino desde momentos diferentes de la vida. Esta dinámica sirve para clasificar a esta obra como una ‘coming of age’ y al mismo tiempo como un relato crepuscular, manejando en perfecto equilibrio a unos coprotagonistas que son el día y la noche, un chaval con toda la vida por delante y un viejo que ha dejado sus mejores años atrás, pero que a cada día que pasan juntos descubren que tienen mucho más en común de lo que cabría esperar. En tanto que uno tiene miedo a quedarse solo, el otro se recrea en llevar estándolo desde siempre y tal y como el chico comienza a reconciliarse con su vida, es el profesor quien comienza a replantearse la suya, recuperando esa rebeldía que creía hacía tiempo perdida, pero que Angus le devuelve, a cambio de su parte de madurez. 


Infinitamente citable, ‘Los que se quedan’ guarda una lección en cada escena, ya sea en uno de los muchos latinajos que recita el profesor de Giamatti, en uno sus comentarios mordaces o en sus conversaciones más emocionales, de las que su alumno aprende más que en cualquiera de sus clases. El guion, firmado por un hasta ahora para mi desapercibido David Hemingson, oscila de manera natural entre la preponderante comedia y un drama que por momentos aprieta pero no ahoga, dejándote ese sabor agridulce en los labios, como la vida misma. 


En conclusión, ‘Los que se quedan’ es una alternativa ideal para empezar el 2024 con una zancada, especialmente en esta semana del ‘blue monday’ que se antoja como la más triste del año. Cuando puede que uno sienta que la vida le está dejando atrás siempre puede rodearse de otros rezagados vitalicios, hasta recuperar no el ritmo que la sociedad le impone, sino el que cada uno compone. Yo me quedo con ‘Los que se quedan’. 

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