Así que se llegue por donde se llegue, no se puede entrar en Valdeón sino bajando. Y los ocho pueblos del valle van descendiendo en altura tendidos estratégicamente junto al río Arenal (Santa Marina, Prada) o junto al Cares (Caldevilla, Soto, Posada, Los Llanos, Cordiñanes, Caín) que nace a los pies de los picos Cebolleda y Gildar, en el paraje que llaman las Hoyas de Freñana. Conviene fijarse en los sonoros nombres de los topónimos (Chavida, Friero, Llambrión, Asotín, Trea, Pambuches, Ostón, Llos, Montó y tantos otros) y aun en los de otras muchas palabras comunes: aquí le dicen, por ejemplo, tejas a los tilos (que evocan ese sensible verso de Rimbaud: «Qué bien huelen los tilos en las tardes de junio») y plágano al arce con cuyas hojas envolvían el delicioso queso de pasta azul que, elaborado con la leche de la ganadería local (vaca, cabra), maduraba en las cuevas. Hoy se sigue haciendo de manera semejante en las Queserías Picos de Europa de la mano de los hermanos Tomás y Javier Alonso, naturales de la tierra, que tienen su sede en Posada, capital del valle. Aquí también se puede oír, como en el cercano Sajambre, la aspiración de la f latina en j (Jarda, Jerrera, Jermoso) que los lingüistas consideran una característica del sustrato cántabro, el pueblo que resistió tenazmente, enriscado entre las peñas, la opresión de las legiones romanas cuando Augusto se presentó en Hispania dispuesto a completar la conquista de la Península que un puñado de pueblos norteños le negaba. Roma no podía soportar semejante desplante. Lo cierto es que los habitantes de este valle, al que la documentación altomedieval alude con los nombres de Eigon, Eione o Eone,fueron gentes bien celosas de su libertad a lo largo de toda su historia. Han conservado la tradición legendaria de que en la ermita de Corona fue coronado rey Pelayo, que en lectura moderna ha de entenderse como la aceptación de Pelayo como caudillo frente a la invasión musulmana. Otra lucha. Y ello puede explicar en parte la importancia secular de esta preciosa ermita de advocación mariana, situada en el monte homónimo, en el que hay una entrañable romería que concita la devoción de los naturales en torno a su patrona cada 8 de septiembre: es entonces cuando la Virgen, que el último domingo de agosto ha sido trasladada previamente a la parroquia de Santa Eulalia de Posada o a la de San Pedro de Soto, según el año, vuelve a su casa en una vistosa procesión que tiene una de sus paradas en el lugar que llaman ‘la posa de la Santa’. Tal vez para que la Virgen disfrute con reposo, como quienes la llevan, del espectáculo del paisaje en el que se adivina el Collado Jermoso.

Pero Valdeón es hoy, sobre todo, principio y fin de numerosos caminos y senderos que hacen posible disfrutar de espacios naturales de valor incalculable.
La más conocida es, sin duda, la ruta del Cares. A la salida de Caín el río se encajona en un impresionante y profundo desfiladero en el que a principios del siglo XX la compañía Eléctrica del Viesgo construyó un canal para trasladar el agua hasta la localidad asturiana de Poncebos donde situó una central hidroeléctrica. Años después de la finalización de las obras del canal se acometió la adecuación de un camino que sirviera para su mantenimiento. Desde entonces, la senda o ruta del Cares se convirtió en uno de los mayores atractivos de los Picos de Europa. El camino, de unos 11 kilómetros, ha de ser realizado a pie y atraviesa íntegramente el desfiladero dando vista en todo momento al río sobre el que se han tendido dos puentes (Bolín y Los Rebecos) y que discurre encajonado entre paredes calizas de impresionante verticalidad acompañado de una vegetación en la que no faltan hayas, encinas, nogales y tilos que, recuerde el lector, aquí se llaman tejas.
El río Cares marca, por otra parte, el límite entre dos de los macizos que componen la particular orografía de los Picos de Europa: el occidental o del Cornión y el central o de los Urrieles. Junto con el de Ándara, conforman el actual parque nacional de los Picos de Europa, el de mayor extensión de los existentes en España y también el más antiguo por ser el heredero del que fue el primer espacio natural protegido de España, el parque nacional de la Montaña de Covadonga. Los Picos de Europa no se entienden si no se conoce la geografía de Valdeón, las peculiaridades de su antiguo poblamiento, los usos tradicionales de la tierra o su arquitectura de invernales, hórreos o molinos. Sin las carreterías a Campos y la artesanía de la madera. Sin los gamones floridos, el olor de los tilos, los rebecos, los corzos, las águilas, los quebrantahuesos o las chovas. Sin los pedreros, argayos, tiros, torres o jous. Pero Valdeón no se entiende tampoco sin los Picos de Europa. Obligados a entenderse valle y parque, el tiempo pasa como fluye el agua: quieta o rápidamente pero imparable.