Un tenor sin límites

Jonas Kaufmann, especialista en Wagner y en el romanticismo francés, canta arias italianas en un recital al aire libre desde Berlín que a las 20:00 horas abre el programa de ópera y ballet en los cines Van Gogh

Javier Heras
27/09/2018
 Actualizado a 18/09/2019
El cantante muniqués Jonas Kaufmann protagoniza el recital que hoy se exhibe en los cines Van Gogh. | L.N.C.
El cantante muniqués Jonas Kaufmann protagoniza el recital que hoy se exhibe en los cines Van Gogh. | L.N.C.
Jonas Kaufmann asombra por tantas razones que a veces las pasamos por alto. Lo que para él supone casi un trámite es impensable para cualquier otro cantante. Sin ir más lejos, el pasado julio protagonizó en Múnich ‘La valquiria’ y ‘Parsifal’ y, en la misma semana, puso en pie el Teatro Real y el Festival de Peralada con dos recitales basados no solo en el repertorio alemán, sino también en el francés (Massenet, Gounod, Bizet). Poco antes, había inaugurado su intenso verano en Berlín… con una noche de arias italianas. Normal que se lo compare con Plácido Domingo, más allá del porte de galán y las dotes interpretativas: la versatilidad lleva su nombre.

El recital bajo las estrellas en el Waldbühne -el Teatro del bosque, situado junto al Estadio Olímpico de la capital germana- se ha convertido en una tradición de las noches de verano. Si en 2011 Kaufmann compartió escenario con Anna Netrebko y Erwin Schrott, en esta ocasión el tenor bávaro (1969) se lució en solitario. Al aire libre, ante 20.000 espectadores, estuvo arropado por su batuta de confianza, su compatriota Jochen Rieder, al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín (Rundfunk Sinfonieorchester).

Recuperado de los problemas vocales que le mantuvieron fuera de juego en 2016, Kaufmann rindió homenaje a su cultura adoptiva: la italiana. No solo a su inmortal sentido de la melodía, sino también a su propio modo de vivir. De ahí que el programa combinase arias de ópera seria con canciones populares, legado imprescindible de la música mediterránea que antes dignificaron Caruso o Pavarotti.

Así, apenas hubo dos guiños a los gigantes Verdi y Puccini. Del primero, solo la famosa obertura de ‘Las vísperas sicilianas’ (y eso que Kaufmann se ha coronado como Don Carlos o, recientemente, Otello). En cuanto al compositor de Tosca, apenas una intervención: la mítica Nessun Dorma, de Turandot, último de los bises. No importa: el tenor le había dedicado ya un recital completo en La Scala que vimos en cines (y, cómo no, un disco para Sony).

En su lugar, el peso dramático se concentró en ‘Cavalleria rusticana’, la obra maestra del verismo, de Pietro Mascagni (1890). Le tiene cariño desde que la interpretó por primera vez en Salzburgo hace un par de años, en programa doble con Pagliacci. Aquí, junto a la mezzosoprano georgiana Anita Rachvelishvili, encadena hasta cuatro escenas, de las que destacan el aria ‘Voi lo sapete’, de la orgullosa Santuzza, que relata cómo fue seducida por el joven Turiddu, quien más tarde la abandonó; y el dúo entre ambos a la entrada de la iglesia, de tensión creciente.

En todo momento, Kaufmann deslumbra por su innata musicalidad, su delicadeza, su timbre oscuro y abaritonado, su dominio del legato y del pianissimo, su cuidado del fraseo y del sentido de las palabras. Respecto a su técnica, como señala el crítico Alberto González Lapuente, «no es un cantante fácil, cuya voz corra de manera espontánea, con encanto natural. Se adivina el esfuerzo, la superación, el trabajo por colocar las notas y darles el matiz adecuado». Solo así logra superar todos los retos, y compaginar sus nuevas incursiones dramáticas (Andrea Chénier, Siegmund) con los papeles líricos con los que debutó hace dos décadas. Cumple 50 el año que viene, y continúa apostando por la variedad «para mantener la voz flexible».

La velada había comenzado con la gloriosa ‘Cielo e mar’, la romanza de ‘La Gioconda’ de Ponchielli, que en su estreno en 1876 defendió el español Julián Gayarre como Enzo. Pero pronto se inclinó por una vertiente más popular y cercana, no por ello inferior. Algunos de los mejores compositores italianos dejaron para la historia canciones bellísimas, llenas de pasión y refinamiento. Ruggero Leoncavallo, el autor de ‘Pagliacci’, escribió para Caruso, en 1904, la exquisita Mattinata, que grabaron juntos, con el compositor al piano. El napolitano Ernesto de Curtis siempre será recordado por la nostálgica ‘Non ti scordar di me’ y por ‘Torna a Surriento’. Con ellas, Kaufmann se crece, dueño de las distancias cortas con su sonrisa abierta, su expresividad y ternura. Después de casi dos horas, con el público entregado a su ídolo, el tenor regala hasta siete bises. Reconocemos la tonada de ‘El padrino’, de Nino Rota. Y, a dúo, ‘Volare’, con la que Domenico Modugno ganó el Festival de San Remo y quedó tercero en Eurovisión en 1958.

Jonas Kaufmann, especialista en Wagner y en el romanticismo francés, canta arias italianas en un recital al aire libre desde Berlín que a las 20:00 horas abre el programa de ópera y ballet en los cines Van Gogh.
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