Un avilesino campanero: "Alguien tenía que hacerlo"

El de campanero era el más duro trabajo que realizaron obreros llegados de toda España (muchos de León)en la construcción de Ensidesa. Brigadas encerradas en campanas o cajones indios para introducirse en el fango de terrenos pantanosos y asentar allí las bases de la inmensa mole de ‘la fabricona’, a base de aire comprimido. Murieron muchos

Fulgencio Fernández
07/07/2015
 Actualizado a 18/09/2019
Foto de las obras de construcción de Ensidesa, al fondo pueden verse algunas de las famosas ‘campanas’.
Foto de las obras de construcción de Ensidesa, al fondo pueden verse algunas de las famosas ‘campanas’.
Ningún avilesino de entonces puede olvidar el ruido de los pilotes de hormigón, día y noche. La verdad es que ‘las campanas’ sonaron a rebato para cambiar la historia de Avilés».

Así lo recuerda un avilesino de los años 50. Así lo recuerdan todos los avilesinos de aquella época. Ensidesa sería después la gran empresa del Principado — «En 10 años (de 1950 a 1960) la villa pasó de 21.000 habitantes a unos 50.000. En 1965 la población era de 68.000 habitantes, y en 1970 de 82.000. Con Ensidesa, ‘la fabricona’, llegaron los poblados de trabajadoresy el rejuvenecimiento de la población. Hasta la crisis de los setenta-ochenta Avilés experimentó un crecimiento económico que nadie puede poner en duda. Se manejaba dinero»—pero poner en pie ‘la fabricona’ supuso muchos trastornos para la población de Avilés y la llegada deobreros, ya en esta fase previa, para realizar trabajos muy duros. De ello habla el documental que hoy se proyecta e n el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León (Sabero), a las 22.30 horas, y al aire libre.

Era un trabajo terrible, con muchas muertes, se les metía el aire en los huesos, pero ni existía censo de ellosToma el título este documental, de Isaac Bazán, de uno de los trabajos más duros de cuantos allí se realizaron pues se les llamaba campaneros porque «se emplearon las denominadas Campanas o Cajones Indios, con el fin de sustentar enormes estructuras en terrenos pantanosos o inundables». Una historia que, además, había caído en el olvido y que el propio director del documental había escuchado en su propia casa siendo un niño. «Uno de misabuelos era de los que había venido a Avilés para la construcción de Ensidesa. Un día, en una comida familiar, tendría yo 12 ó 13 años, salió ese tema y noté rápidamente que la atmósfera cambió».

Pero la historia había quedado en la memoria de Isaac Bazán y en alguien que se dedica al mundo del cine tenía que encontrar salida. «Cuando estrenémi tercer cortometraje, ‘Lavaiser the kiss’, en Avilés, una actriz francesa, Katerine Alcover, me preguntó qué ideas de futuro tenía. Le hablé del proyecto de campaneros y le extrañó, se rió, creyendo que le hablaba de los campanarios de las iglesias. Un día me llamó y me dijo que había estado con gente del exilio español y que cuando contó mi historia una de las mujeres se echó a llorar. ‘Mi padre trabajó en las campanas de Ensidesa’, explicó. Katerine estaba emocionada, yo también hasta el punto que cogí el coche y fui a verle a Francia. Era la primera entrevista para ‘Campaneros’. La única pena es que cuando terminé el documental fui a enseñárselo, pero estaba muy enfermo, en la cama, y no pudo verlo».

Le dio pena al director pues, señala Bazán, dadas las circunstancias personales y el tiempo transcurrido «el trabajo es, fundamentalmente, un homenaje a aquellas gentes, sobre todo eso, a mi abuelo, al exiliado en Francia, a todos. No me quise meter en las circunstancias políticas y laborales de la época, que son muy interesantes, pero creo que le hubieran hecho perder fuerza a las historias que rescato, a las que cuenta el documental». 

Eran emigrantes llegados de León, Galicia, Extremadura... algunos habían sido sacados de la cárcel Esas condiciones sí son, sin embargo, las que le dan fuerza a los protagonistas del documental. No podían ser más duras:«Las condiciones de trabajo en el interior de las campanas eran terribles. Hubo accidentes. Hubo muertes. Las secuelas debidas a compresiones inadecuadas eran frecuentes: hemorragias, rotura de tímpanos, daños en las articulaciones. Eran obreros a los que ‘se les metía el aire en los huesos’. En torno a las campanas se fue creando una leyenda negra que contaba que los muertos reales eran muchos más que los confesados por el Régimen. Los ‘campaneros’ eran en su mayoría emigrantes procedentes de León, las Castillas, Extremadura, Galicia y Andalucía. Según cuentan los que vivieron aquella época, algunos carecían de documentación oficial (los sin papeles de entonces), otros eran ex-presidiarios o habían sido sacados de las cárceles para realizar estos trabajos, otros habían sido perdedores de la guerra, muchos habían abandonado el campesinado para buscar fortuna. Avilés parecía un pueblo del Oeste americano en tiempos de la fiebre del oro. Tantos muertos y tantos accidentes serían imposibles de silenciar, pero es verdad que la identidad de algunos campaneros no figuraba en ningún censo o registro, la llegada de emigrantes era masiva y difícil de contabilizar y las autoridades franquistas silenciaron determinadas catástrofes». Hasta tal punto que casi el único accidente documentado es uno de 1954. «Una filtración de agua quebró el vacío y el bloque de hormigón de una de aquellas campanas sepultó, según la prensa de entonces, a seis trabajadores que trabajaban cimentando a trece metros de profundidad. Sus cuerpos aparecieron dos días después. Los campaneros fueron leyenda y recuerdo indeleble».

Cinco de estos trabajadores son los protagonistas del documental:los supervivientesAlfonso Lareo Ouzande, Jesús Rodríguez Abades y Antonio Medina Joyera;y dos fallecidos en 2014: José Vines Vicente y Manuel Martínez Velasco. Un gallego, un asturiano, un zamorano, un leonés y un andaluz, muchos permanecieron poco tiempo pues se trataba de un trabajo realmente muy duro.

Los ‘cajones indios’, verdadero nombre técnico de las campanas, eran estructuras de hormigón ‘clavadas’ en el barro en las que, a base de aire comprimido, se creaba el vacío permitiendo el trabajo de una brigada de hombres en su interior. Fue el medio para resolver una tarea tan compleja como la de afirmar muy pesadas estructuras. Los esteros de la ría se poblaron de ellas hasta donde alcanzaba la vista.
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