Un año en la vida de la Cruz Roja de Astorga y León (1898)

Por José María Fernández Chimeno

16/12/2020
 Actualizado a 16/12/2020
Hospital de San Antonio Abad (León, siglo XIX).
Hospital de San Antonio Abad (León, siglo XIX).
A nadie escapa que en tiempos de pandemia (Covid-19), asociaciones como la Cruz Roja son más necesarias que nunca; no obstante, lo que escasos leoneses conocen es que, a los pocos meses de su refundación se vería abocada a hacer frente a otra tragedia de magnitudes bíblicas: la repatriación de los soldados españoles de Cuba y Filipinas en 1898.

La fecha oficiosa de la fundación de la Cruz Roja de León fue el 28 noviembre de 1893, y comenzó su andadura con la ayuda de los hermanos de Jesús Nazareno. Sucedió que don Andrés Garrido Sánchez, diputado provincial y director del periódico Estafeta de León, encendió la larga mecha, junto a tres personalidades de la cultura y sociedad leonesa, Policarpo Mingote, Ramón del Busto y Mariano Andrés (empresario textil y copropietario de la casa de Botines). Su primer presidente, don Sotero Rico (papón y padre de Sotero Rico Robles, abad de la Cofradía en 1900), se rodeó de dos personajes de renombre: don Cayo Balbuena López (que antes fue alcalde de la ciudad, y más adelante sería abad de la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro, en 1900), de 1º Vicepresidente; y de don Aquilino Fernández Riu (quien sería abad de la Cofradía, en 1901), en el cargo de Depositario de Almacén.

Del mismo modo, la Cruz Roja de Astorga se constituyó el 3 de diciembre de 1893, a expensas de un comunicado de la Asamblea Central de esta Asociación enviado al señor alcalde D. Fabián Salvadores Crespo, quien reunió en el Salón de Sesiones del Ayto. a los más ilustres personajes de la augusta ciudad (componentes pertenecientes a familias relevantes, de la clerecía, la cultura, las fábricas de chocolate, la medicina, etc.), para fundar la primera Junta Directiva, que presidió el Sr. D. José Antón Ferrándiz.Pero ambas asociaciones acabaron por resultar totalmente inoperantes, hasta que cuatro años más tarde las distintas revueltas que se produjeron en la provincia española de Cuba, entre el ejército colonial español y los grupos independentistas cubanos, propiciaron que se produjera un continuo trasiego de soldados repatriados que, desembarcando mayormente en el puerto de La Coruña, llegaban por tren a la provincia de León [ver artículo publicado en LNC, con el título Un año en la vida de los hospicios de Astorga y León (19-11-20)]. Un hecho sangrante, de otros tantos, se recoge en las Actas provinciales de la Diputación, y trata sobre «el pago al Sr. Millán del entierro y funeral del soldado procedente de la Guerra de Cuba Francisco Rodríguez» [ADPL: 1897. CD9, L-100]. Esta pavorosa visión provocó que «los corazones leoneses se estremecieran de amor por los hermanos que pelean en la ingrata y malsana Cuba [y Filipinas]».La alerta del Gobierno de Cánovas (murió asesinado el 8 de agosto de 1897), y luego del de Sagasta (desde el 4 de octubre) no era infundada, y por ello se encomendó a los gobernadores civiles la revitalización de la Cruz Roja, para atender a los soldados heridos en el campo de batalla o diezmados por las enfermedades infecciosas. Acto seguido, corrió la idea, con el aplauso de toda la población y prensa local, de la necesidad de una reunión en el Gobierno Civil de la provincia de las muchas y principales personas (su escasa actividad hizo necesaria su reorganización, cuando dio comienzo su libro de Actas con la sesión de 28 de mayo, y el 31 del mismo mes quedó fundada); y el 11 de julio de 1897, bajo la presidencia del Gobernador civil convocó «á Junta General á los socios que ya contaban con su título, y quedó constituida en ella definitivamente la Comisión provincial y nombrada la Junta directiva». Esta se constituía con Germán Alonso como primer Presidente; Ricardo Pallares, Secretario; Lucio García Lomas y Francisco Moreno, vicepresidentes; y Pedro Diz y Gonzalo Llamazares, vicesecretarios.

También en Astorga se refundó con espíritu patriótico, en estos términos: hallándose en la ciudad los Sres. Gobernador Civil de la provincia y el presidente de la Comisión de la Cruz Roja de León, citaron a los socios que quedaban de la primera fundación y «la Asociación quedó restablecida con una Junta Directiva, cuya presidencia la ostentaba de nuevo el deán de la catedral, don José Antón Ferrandiz; la secretaría (que era la más efectiva) el médico del Hospital de San Juan, Eduardo Aragón Obejero; el vicesecretario, el maestro de Instrucción Primaria don Matías Rodríguez Diez (cronista oficial de la ciudad). Y una serie de socios activos y de número…». (ver el reportaje publicado por Juan José Alonso Perandones en el especial de El Faro, de las fiestas locales de 2017; con el título: La Cruz Roja de Astorga y los repatriados de Cuba: una historia de dolor y dignidad).

Las Comisiones de León y de Astorga, pues, llevaban de vida menos de un año cuando la explosión del acorazado Maine el 15 de febrero de 1898, en el Puerto de La Habana, provocó el casus belli de la guerra con los Estados Unidos, que se declaró oficialmente un mes después. La primera labor humanitaria, de gran envergadura para la Cruz Roja, se produjo cuando «el 28 de agosto de 1898 llegaba a Vigo, con repatriados del batallón Alcántara, el Vapor de Isla de León, y el 4 de septiembre siguiente, con otros del batallón Puerto Rico, el Vapor M.L. Villaverde. Serían embarcados en trenes hacia sus destinos, muchos de ellos a través de la Línea del Norte, y desde Astorga, como enlace, por la Línea del Oeste […] El Gobierno pronto decidirá que todos los repatriados que desembarcaran en los puertos de Galicia con destino a cualquier parte de Andalucía, Extremadura y Castilla, y los que, asimismo, desembarcan en cualesquiera otros puertos con destino a las regiones de Galicia, Asturias y León, todos ‘habían de venir por Astorga’». (Ibídem)

A tres clases se reducen los servicios prestados por las Comisiones de la Cruz Roja (compuesta de un médico y dos o más asociados) a los soldados en las estaciones de ferrocarril: primero, los que iban de paso se les socorría con café, chocolate, leche, mantecadas y caldos; segundo, a quienes se detenían en la estación, esperando los trenes de otra línea, se les llevaba a la Hospedería (situada frente al complejo ferroviario) o se ubicaban en el acogedor Seminario, suministrándoles alimento físico y espiritual, así como cama y cobijo; y tercero, a los enfermos y heridos se les atendía por los médicos de la Asociación, y se les trasladaba al Hospital [de San Juan (Astorga) o al de San Antonio Abad (León)]. Mas, para hacer frente a los cuantiosos gastos que originaban estos servicios, los abnegados socios aportaban una peseta mensualmente, y se recurrió a diversas estrategias, como: una rifa o colectas del vecindario (calle a calle). También a las cortas aportaciones de los Ayuntamientos y Obispados de León y Astorga, así como de la Diputación provincial, que en total sumaron 175 pesetas mensuales. No obstante, hubo otras de mayor cuantía, como las que se reflejan en el Acta de la Diputación, en la sesión ordinaria de 14 de noviembre de 1898, cuando: «…se ratifica el acuerdo tomado por la Comisión provincial el 23 de septiembre último concediendo cien pesetas […] a la Cruz Roja de Astorga; y 2º que se conceda á dicha Comisión ciento veinticinco pesetas mensuales de Noviembre en adelante hasta que termine la repatriación de los soldados de Cuba.

La combatió el (diputado) Sr. Moran, porque entre otras razones no se determinaba tiempo de la concesión […] Que además no siendo la subvención concedida a la Cruz Roja de León de tanta importancia como la que pide la de Astorga debía reducirse […] que el socorro á los repatriados se hace en más número en la Estación de León y en la Capital que en la Ciudad de Astorga porque por León pasan para Asturias y Galicia los que desembarcan en Cádiz, Barcelona y Santander haciendo noche los primeros lo cual significa muchos gastos.

Le contestó el (diputado) Sr. Luengo que lo que propone el dictamen es una cantidad insignificante para los muchos gastos que tiene la Asociación […] pero hoy necesitan protección de la Provincia para socorrer á los infelices repatriados […] pues hay días que llegan á Astorga cerca de doscientos soldados enfermos que pernoctan en la Ciudad y permanecen en ella más de 24 horas […] (y) porque hecha la repatriación de Cuba puede empezar la de Filipinas…

El (diputado) Sr. Manrique abogó también por que se concediese á la Comisión de la Cruz Roja de Astorga mayor cantidad […] (pues) el socorro se ha extendido á mas de doscientos: Que Astorga es cabecera de línea y de allí parten para diferentes provincias como también llegan de paso para Galicia algunos de los que desembarcan en Cádiz». [ADPL: 1898. CD9, L-102].

Temían los Sres. Diputados, que las graves secuelas de la pérdida de las colonias de Cuba y Filipinas se podían extender en el tiempo sine die y, por ello, proponían que la subvención total no debía «ser nunca superior á la de mil pesetas que se concedió a la de León». De todos los ingresos, gastos y «pequeños bienes», da cuenta detallada en la ‘Memoria’ (de la Cruz Roja de Astorga) leída a la Junta General por el secretario Eduardo Aragón, el 31 de mayo de 1899.

Por todo lo expuesto, el socorro a los repatriados duró más allá de la firma del armisticio (Tratado de París, 10-12-1898), cual colofón de una guerra injusta e inútil; en la que, como dijo el jefe de la delegación española en las negociaciones de paz de París, el liberal Eugenio Montero Ríos: «Todo se ha perdido, menos la Monarquía».

José María Fernández Chimeno es Doctor en Historia y experto en arquitectura.
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