Trotamundos, comunero y berciano

El poeta de La Barosa Luis López Álvarez, autor del romance ‘Los comuneros’, un personaje tan singular como olvidado

Fulgencio Fernández
23/04/2015
 Actualizado a 12/09/2019
El poeta Luis López Álvarez, artífice del romance 'Los comuneros'.
El poeta Luis López Álvarez, artífice del romance 'Los comuneros'.
La palabra de este jueves (23 de abril)  es Villalar. Los personajes, los comuneros (Padilla, Bravo y Maldonado). La polémica, la de siempre, Castilla y León, Castilla o León. Valladolid y León, Valladolid o León. Los premios, la identidad, la no identidad...

Y los olvidados, como en todo, como siempre. Y entre los olvidados, un leonés, como siempre. Se llama Luis López Álvarez, nació en la localidad berciana de La Barosa hace casi 85 años (los hace el 7 de mayo) y es el autor de un gran romance, ‘Los Comuneros’, del himno oficioso de Castilla, uno de los primeros oradores en la fiesta de la Campa de Villalar (en 1978) y un personaje con una biografía increíble, con trabajos y avatares en medio mundo, en América Latina, en el Caribe, en África, amigo de Lumumba, en cuya batalla por la libertad se implicó hasta más allá de lo ‘prudente’, hasta el punto de fundar y dirigir el Instituto de Estudios Congoleños; también amigo del presidente de Senegal, y de todos los grandes de la literatura: Miguel Ángel Asturias (sobre quien escribió un libro), Neruda, Saramago, Alberti, Salvador de Madariaga...

Estrecho colaborador de Lumumba, la muerte violenta de éste le obliga a abandonar el Congo pues corre peligro Nacido en La Barosa, donde su padre era maestro, recorrió, como buen hijo de maestro, varios pueblos del Bierzo, después estudió Bachillerato en Valladolid (donde conoció y emprendió aventuras literarias con Umbral) y todos sus estudios superiores —que fueron muchos— en París, apadrinado por Salvador de Madariaga y Miguel Ángel Asturias:  Se diploma sucesivamente en Periodismo (1952), Ciencias Políticas (1957) y Sociología del Arte (1970); obteniendo en  1985 el título de doctor summa cum laude en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de París III-Sorbona. Primero trabajó en la radio y después en la Unesco, donde fue asesor cultural para Latinoamérica, lo que le permitió viajar por todos los países del Continente y asesorar a su gobiernos.

Su etapa más convulsa fue, sin duda, la de colaboración en África. Entre 1957 y 1961 vive en el Congo francés, primero como locutor y luego como director del Instituto de Estudios Congoleños, y un estrecho colaborador del ya citado  Patrice Lumumba, cuya muerte violenta obliga al berciano al repliegue pues también su vida corre serio peligro. Pese a ello regresa al continente años más tarde, esta vez como asesor de Kabila, también asesinado cuatro décadas después. A todos ellos expresará su gratitud con libros de recuerdo y homenaje.

Le leía los versos del romance a Miguel Ángel Asturias y éste me obligaba a pasar horas, días buscando la pala exacta En América Latina realizó una ingente labor cultural trabajando para la Unesco, a partir de 1973, coordinando esfuerzos. "En la primera reunión con gestores culturales del continente se decidió que cada país aportara y apostara aquello en lo que era ‘fuerte’ para no duplicar gastos: Bolivia era el referente en artesanía, para los museos  Ecuador, las excavaciones y antropología tenía su capital en Perú, la impresión de libros en Colombia... al acabar el encuentro los venezolanos me vinieron a ver para quejarse de que a ellos no les quedaba nada y les expliqué:no, todo lo contrario, les toca todo pues allí vamos a crear el centro de formación de gestores, que aún sigue existiendo".

Pero no olvida Luis López Álvarez lo que llama la "tarea moral" que debía ejercer desde la Unesco. "Como la institución era muy respetada entonces yo viajaba a países donde no se respetaban los derechos humanos para decirle a los gobernantes:mire usted, si no corregimos esta situación, me veré obligado a llevar un informe a la Unesco y no me es nada grato. Casi siempre llegamos a un acuerdo, es una de las tareas de la que me siento más satisfecho".

Y, mientras tanto, seguía escribiendo, nunca dejó de hacerlo pues "desde que tenía 7 años escribía aleluyas. Versos con intención poemática los hago desde los trece años. Mi primer poema fue en el semanario Promesa de Ponferrada, lo que le dio una alegría inmensa a mi hermano, que ya trabajaba en la Minero y se presentó eufórico con la revista donde aparecía  ‘Campos de mi Ponferrada’, era 1945".

Yen 1972 surge su romance a ‘Los Comuneros’ que, curiosamente, se gesta en Puerto Rico. "Allí era profesor de un cátedra de Estudios Hispánicos, pero la idea la había tenido en el Congo, donde escribí unos sonetos con referencias comuneras. Yallí leía mucho y veía que gente próxima al franquismo ponía verdes a los comuneros y los enemigos del régimen también, por distintos motivos, mientras Uslar Pietri hablaba de ellos con encendidos elogios. Decidí investigar a fondo y cayó en mis manos algún libro importante, como uno sobre ‘Los comuneros de León’. La historia me fascina y tenía claro que se estaba ocultando algo".

Pasaron los años, pero no su pasión por el tema. Recorre los parajes comuneros, estudia "y decido dar a conocer la historia de la primera revolución moderna en Europa, que decía Maraval. Triunfó la rebelión durante dos años y medio, se suma el pueblo, la propia iglesia ayuda... hasta que es aplastado por el pacto entre la alta nobleza, inquieta en sus intereses, el arzobispo de Toledo y jefe de la Iglesia en España y el regente. Unen sus fuerzas y libran la batalla contra Bravo, Padilla y Maldonado".

"No tardan mucho los nobles / en pronunciar su sentencia: / Juan de Padilla y Juan Bravo /que paguen con sus cabezas, / y Francisco Maldonado /por vida quede en la celda. / Mas las tropas le reclaman / de un Maldonado cabeza, /y a Francisco Maldonado /le arrancarán en oferta", escribe López Álvarez y recuerda que esa revolución tuvo un enorme impacto en América Latina.  

Se pasaba las noches escribiendo, después se lo leía a Miguel Ángel Asturias, "que me hacía estar horas, días, buscando una palabra. Después se lo di a Aleixandre grabado en casete, lo escuchó enteró y se emocionó tanto que grabé lo que dijo y ése fue el prólogo del libro".
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