Esa capacidad para sorprender y derribar estereotipos ha sido una constante en la carrera de Matthew Bourne. El coreógrafo inglés (1960) ya convirtió a los cisnes de Chaikovski en un grupo de bailarines masculinos, y trasladó ‘La Cenicienta’ al Londres bombardeado por los nazis en 1941. En el año 2000, estrenó con su propia compañía (New Adventures) en el Old Vic de Londres ‘The Car Man’, que se alzó con el premio Evening Standard, así como el de los críticos de Los Ángeles. Este jueves Cines Van Gogh lo retransmite grabado desde el teatro Sadler’s Wells.
La trama
Este ballet en dos actos ha mantenido un éxito constante de público gracias a su sentido del ritmo, su musicalidad, sus pinceladas de humor ligero y sus temas de fondo, tan humanos: el deseo, la avaricia, la traición, la venganza. En un pequeño pueblo llamado Harmony, un recién llegado empieza a trabajar en un grasiento taller de automóviles. Ya desde su llegada impresiona a todos por su carisma, al ritmo de la Habanera de Bizet. De nombre Luca, se gana la enemistad de los demás mecánicos al flirtear con sus mujeres y pasearse altivo. El patrón –Dino– le firma un contrato sin darse cuenta de que entre el forastero y su esposa –Lana– saltan chispas. Como le sucedía a la icónica protagonista de Bizet, la pasión del joven Luca lo arrastrará a la muerte.
Si ‘The Car Man’ se considera uno de los mejores trabajos de Bourne probablemente se deba a que el coreógrafo no se vio tan condicionado por la partitura. Junto a su colaborador Terry Davies, pudo moldear a su antojo la música de Bizet. En vez de emplear la ópera completa, recurrió a la suite ‘Carmen Ballet’ (1967) del ruso Rodion Shchedrin (1932), desarrollada para la compañía del Bolshói. La diferencia sustancial es que solo emplea cuerdas y percusión. Eso sí, aunque no haya voces ni instrumentos de viento, sí reconocemos pasajes tan inolvidables como ‘Toreador’ o la Seguidilla. La inspiración de las melodías nunca decae, así como el sentido del dramatismo y las referencias al folclore mediterráneo. Su claridad, concisión y naturalidad recuerdan a Mozart, y el refinamiento de la instrumentación lo vincula a la tradición francesa.
En cuanto a Bourne, su sello cobra forma no solo en la violencia y el erotismo, sino también en la propia bisexualidad del protagonista. Para actualizar ‘Carmen’, libera su historia de géneros y de identidades, potencia su ambigüedad. Los expertos no se cansan en elogiar su coreografía, ágil, sensual, inteligente tanto en los ‘pas de deux’ como en las piezas de conjunto. A diferencia de otros ballets, todo se entiende sin necesidad de leer ninguna sinopsis, gracias a su eficacia narrativa, la precisa descripción de lugar y la riqueza de los personajes. Capítulo aparte para los extraordinarios decorados del galardonado Lez Brotherston, propios de un lienzo de Edward Hopper. Del elenco de protagonistas, a Zizi Strallen la nominaron al Premio Nacional de Danza por el papel de Lana.