Luis Miguel Díez, que militó en bandas como Nada Rock, Fundición Odessa o Zumo, y Heliodoro Villa, que hizo lo propio en formaciones como Visiones Ocultas, El Secreto de Wendy e igualmente en Zumo, son dos veteranos músicos leoneses –aunque el segundo lleva años residiendo en Valladolid– que irrumpen en la escena pop-rock leonesa de los años 80. «En Zumo es donde estuvimos juntos, aunque ya nos conocíamos de la época de Fundición Odessa y demás. A estas cosas empiezas de adolescente y en una ciudad tan pequeña como León se cruzan las trayectorias», argumenta Díez, que comenta que su compañero de aventura musical, Heliodoro Villa, se desplazó por motivos de trabajo a Valladolid y desde hace un tiempo lleva residiendo en Cigales. «Él es de La Pola de Gordón y cómo has podido comprobar el nuevo disco lleva por título ‘Royal Sigor’s’ en alusión a la discoteca de su pueblo, un homenaje que también hemos querido hacer extensible a otras discotecas de la capital y la provincia con el resto de los temas que componen el álbum. La discoteca de La Pola sigue allí como un templo en ruinas, una nave aislada que todavía permanece en pie y cuya visión me produce mucha nostalgia».
Luis Miguel Díez recuerda que cuando hicieron el listado de discotecas salieron algo más de treinta, pero la hora de poner los títulos a los temas se descartaron nombres como Mandrágora o Tropicana, en este último caso porque era muy socorrido. «Todos son sitios que en su momento, en lo que podíamos llamar la era dorada del pop a nivel nacional, que fueron los 80s, se erigieron un poco en templos de la música, ofreciendo muchísimos conciertos y donde también se podía escuchar música enlatada. No todo el tiempo era música específica para discotecas sino que podías escuchar pop o rock & roll, según los horarios, y eran un poco como el epicentro, donde se podía ir a escuchar lo último, las nuevas bandas... Todas programaban y además tenían en mi opinión un aforo ideal de entre 500 y 1.500 personas, con un sonido muy potente y te permitía estar cerca de los grupos, sin olvidar el papel fundamental que tenía la figura del pinchadiscos antes y después del concierto».

Preguntado por el proceso de identificación de cada canción del disco con el lugar al que hace referencia, Luis Miguel Díez quiere aclarar que en principio la idea era hacer un disco normal en el que cada canción tenía una temática determinada. «Nosotros hemos hecho un disco a la antigua usanza, que es un disco para ser escuchado de principio a fin. De hecho el disco tiene una intra-evolución porque comienza con un aire bastante industrial, electrónico, y termina de la forma más orgánica posible. Digamos que empieza con sonidos artificiales y termina tocado de forma más natural, con guitarras acústicas, con las voces más cálidas... Lo que hace el disco es ir de delante hacia atrás, por lo del ejercicio de memoria, pero en realidad solo dos canciones tienen el título vinculado a la letra, que son las dos canciones que llevan el nombre de discotecas de la cuenca minera donde nació Heliodoro Villa, como son Royal Sigor’s y Syna’s, que estaban ubicadas en La Pola y en Ciñera, y separadas ambas por un par de kilómetros», comenta Díez, para quien en ‘Syna’s’ sí que hay un ejercicio de nostalgia de un tiempo en el que las discotecas tenían lentos o baladas que se programaban en momentos determinados de la velada. «El resto de los temas no tienen ese vínculo, pero nos pareció bien ponerles títulos de discotecas en homenaje a todas ellas. El Pussy Cat está incluido porque me parece un local mítico y tiene un nombre que cacofónicamente funciona muy bien y además es muy sugerente», sostiene Díez, que reconoce que el Toisón también estuvo en las quinielas pero se cayó «porque vinculándolo a la música rock es propiedad de Los Cardiacos».

Sobre el funcionamiento interno de este binomio musical que responde al nombre de Tambor, Luis Miguel Díez reconoce que «somos un dúo que se entiende mucho mejor que si fuésemos tres, cuatro o cinco. Hasta hace diez años ambos habíamos tocado bajo el concepto de grupo de cuatro o cinco componentes, con un local donde reunirse para ensayar para luego dar conciertos. Pero siempre he dicho que el grupo pop, punk o rock, como formato clásico, es ideal para un adolescente, para la época del instituto, porque tu puedes juntar cuatro chicos que tienen las mismas ilusiones, las mismas responsabilidades, el mismo dinero y el mismo tiempo, pero pasando éste ya dejas de tener las mismas ilusiones, las mismas responsabilidades, el mismo tiempo y seguramente el mismo poder adquisitivo. Entonces es muy complicado reunir a la misma hora a cuatro o cinco personas, porque van teniendo familia, porque los trabajos se separan, porque son ya otros turnos... Ir manteniendo lo que es una rutina como grupo se nos hacía muy pesado, por lo que hace diez años salimos de las bandas en las que estábamos y decidimos que lo que nos rescataría sería la tecnología. Decidimos que más allá de las actuaciones en directo nos interesaba hacer canciones, que es lo que nos gustaba. Es más adecuado para determinada edad porque es más compatible con un cierto sedentarismo. Lo puedes hacer desde casa gracias a la tecnología. Hoy es posible grabar un disco en casa que suene como un disco profesional de hace 30 o 40 años. Hubo que aprender a manejar la tecnología, algo de lo que se encarga Heliodoro porque para eso está bastante mejor capacitado que yo, y comenzamos a hacer canciones. No había ninguna pretensión, nos daba igual ocho que ochenta, pero siempre partiendo de la base del sonido pop-rock en el que siempre nos hemos movido. Como aprendimos en los 80s dicen que sonamos a esa época, pero yo no lo sé, porque es muy difícil captar tu propio sonido», reconoce.
(Este miércoles se publica la segunda parte de la entrevista, que se complementa con un artículo de Carlos del Riego sobre las históricas discotecas de la capital).