Superman vuelve a la gran pantalla de la mano de James Gunn. El que fuera director de la aclamada trilogía de ‘Guardianes de la Galaxia’ para Marvel, ahora se ha pasado a las filas de la competencia, DC, para relanzar su renovado universo cinematográfico, que inaugurará con esta última película del hombre de acero. Sin embargo, la que se establece como la primera piedra sobre la que se edificará esta nueva saga podría acabar siendo la primera que se interpone en su camino, uno que se ve empañado por una incoherencia disparatada, que recuerda a las vísperas del inminente desplome del todopoderoso Marvel y, con él, de todo el cine de superhéroes contemporáneo.
La primera imagen que se nos viene a la cabeza cuando escuchamos la palabra ‘superhéroe’ seguramente sea un hombre que vuela ataviado con una capa, y hasta puede que nos lo imaginemos con los calzones por fuera. Este es solo el ejemplo más evidente de la imborrable impronta cultural de Superman, un personaje que tras más de 85 años desde su primera aparición, ha trascendido las páginas del cómic y se ha instalado en el imaginario colectivo, convirtiéndose en una de las figuras más reconocibles de la cultura popular. La inmensa popularidad de Superman se debe en gran medida a sus adaptaciones cinematográficas, las cuales, desde el clásico de 1978 dirigido por Richard Donner, se han sucedido una tras otra cada ciertos años. No obstante, desde aquel primer clásico universalmente aclamado y cariñosamente recordado, y tras la segunda parte de la cuatrilogía original, pasando por sus esperpénticas dos últimas entregas, su fallido regreso en 2006 con ‘Superman Vuelve’, de Bryan Singer, y la duramente criticada ‘El hombre de acero’ en 2013, de Zack Snyder, que inició en su día la primera versión del DCU (Universo cinematográfico de DC Comics); ninguna otra versión del personaje ha conseguido reconquistar a crítica y público por igual.
En este punto debo hacer de abogado del diablo y declarar que, personalmente, no considero que ninguna cinta de Superman sea una obra maestra. Ni siquiera la primera, que tras un velo nostálgico, resguarda una obra evidentemente limitada por la tecnología de su tiempo y a la que los años han pasado factura, aun arropada en la icónica música de John Williams; y cuyo guion, salvando ciertos momentos incontestablemente sublimes, no es ninguna maravilla del séptimo arte. A título personal, considero que la mejor cinta del hombre de acero es su homónima, la firmada por Zack Snyder, que a pesar de su tono sombrío y serio, maneja al superhéroe con una solemnidad y una profundidad que, aun volviéndola su versión menos ‘supermaníaca’, elevaba la emoción a una cuotas inalcanzadas por las anteriores interpretaciones del personaje. Un contrapeso más dramático a la ligereza de las historias de Marvel, el cual definió el tono que continuaron las posteriores trabajos de Snyder para DC. Pero tras el fracaso del llamado ‘Snyderverse’ y la toma de las riendas creativas por parte de James Gunn, la alternativa a las irreverentes e irrisorias propuestas de Marvel, al menos en estos últimos años, parece haberse acabado antes de volver a empezar.
El principal acierto de este nuevo ‘Superman’ es dotarle del color y la fantasía característica de sus cómics. Las historias del kryptoniano siempre han irradiado una calidez y un optimismo que se habían perdido en sus más recientes adaptaciones, claramente influenciadas por la tendencia iniciada por el Batman de Christopher Nolan en 2005 de oscurecer las películas de superhéroes. Moda que se extendió a lo largo de la década siguiente y de la que solo Marvel consiguió desprenderse totalmente, precisamente, con ‘Guardianes de la Galaxia’. No obstante, mientras que en aquella película James Gunn consiguió que esa tonalidad vibrante fuera el acompañamiento perfecto a una historia orgánicamente desarrollada a través de unos personajes maravillosamente escritos, donde todos los componentes de la trama remaban en la misma dirección, ‘Superman’ es inferior a la suma de sus partes.
La película parece encaminarse a una historia del héroe redescubriendo su humanidad y sus motivos para protegerla, pero desde el principio no para irse por los cerros de Úbeda con subtramas irrisorias, personajes intrascendentes y decisiones argumentales tan inverosímiles que paran en seco la experiencia de ver a Superman de nuevo en la gran pantalla para hacerte plantearte de quien fue la idea de cada uno de estos dislates, que tanto chirrían con aquel punto de partida. Seguramente de James Gunn.
El corazón de ‘Superman’ está en el lugar correcto, pero su argumento está completamente desperdigado. La cinta no tiene claro en ningún momento sus prioridades narrativas, distrayéndose del presunto conflicto principal para perder el tiempo con personajes secundarios unidimensionales, artificialmente colocados para cumplir los tópicos de rigor y así rellenar un guion predecible y frágil, de los que la única que se siente verdaderamente humana, en una obra que en teoría explora la esencia de Superman, es Lois Lane. De haberse centrado en una historia más compacta, poniendo el foco en su protagonista y no tratando de tapar los agujeros de guion con colores y chistes malos, Gunn podría tener una gran película entre manos. Pero en vez de eso, la última ‘Superman’ es como ver un truco de malabares, al que además de las típicas mazas o pelotas James Gunn le añade cactus y motosierras. Algo tan rompedor que puede sorprender en primera instancia, pero un espectáculo que no puede durar demasiado, y en el que en cuanto se cae la primera pieza todo se vuelve desastre.
Con todo y con eso, las numerosas fallas de esta nueva ‘Superman’ no parecen haber sido un impedimento para su éxito en taquilla, por lo que cabe esperar que este solo sea el primero de muchos proyectos de DC con este nuevo tono ‘marvelístico’. Solo espero en que los próximos salgan un poco más centrados.