Sólo materia

Bruno Marcos escribe sobre la exposición ‘Una distancia insalvable’ que se puede ver en la Fundación Cerezales hasta el 15 de junio

Bruno Marcos
05/04/2025
 Actualizado a 05/04/2025
Una imagen de la exposición que será visible hasta el 15 de junio en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia. | JUAN LUIS GARCÍA
Una imagen de la exposición que será visible hasta el 15 de junio en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia. | JUAN LUIS GARCÍA

Un santo sin rostro, un obispo inventado con la espalda rota por cuyo agujero se han llevado sus restos con el hueso de la mandíbula y varias muelas, unos sillares de iglesia partidos por el suelo, la cabeza melancólica de un mártir de ojos en blanco girados hacia el cielo que desea con el corazón vaciado donde estaban sus reliquias, unos cuadros antiguos algo borrados con figuras que transportan la cabeza de alguien en la mano separados de la pared para que se vean por detrás el lienzo y el bastidor y, afuera, en el jardín, un sepulcro de piedra hueco en el que reposó el cadáver de algún aristócrata o alto eclesiástico volcado cara al público, tal cual lo tienen las monjas de su convento para sentarse al fresco en verano.

La exposición 'Una distancia insalvable', comisariada por Joaquín Jesús Sánchez, que se podrá ver en la sede leonesa de la Fundación Cerezales hasta el 15 de junio, enfrenta esta colección de objetos en decadencia con algunas obras contemporáneas inspiradas en ellos. Las piezas actuales, realizadas por Luis Vasallo, Raquel G. Ibáñez, José Miguel Pereñíguez, Martínez Bellido, Juliana Cerqueira Leite y Jorge Diezma, desarrollan principalmente ejercicios de diseño formal y apenas hacen alusión al estado lamentable de las representaciones religiosas del pasado, confirmando de alguna manera lo mismo que el espectador percibe, que el carácter sagrado ha abandonado estos materiales, que son despojos de algo que fue artístico y, ahora, es sólo materia.

San Goroteo. Siglo XVIII. Monasterio de Santa María de Sandoval. Fotografía Juan Luis García
San Goroteo. Siglo XVIII. Monasterio de Santa María de Sandoval. | JUAN LUIS GARCÍA

La visita a esta exposición hace reflexionar sobre el gran valor que la iconografía religiosa, y la cristiana especialmente, ha tenido en la historia de la Humanidad y las figuras, que parecen golpeadas, traen a la mente momentos iconoclastas, no tan lejanos, que intentaron destruir el enorme poder que alcanzó la alianza entre arte y religión. Las profanaciones de templos, llevadas a cabo durante movimientos políticos, sociales o guerras, no fueron fruto exclusivamente de la barbarie incontrolada y el pillaje sino que pretendían, también, la liberación del sometimiento mágico que las creencias ejercían, apoyadas firmemente en imágenes que se habían revestido durante siglos de un aura trascendental.

A estos objetos, que tuvieron un valor espiritual en unos cuantos pueblos de la provincia de León, han sido la incuria y el olvido los que los han dejado como restos; no fueron ni un temporal ni una revolución lo que les pasó por encima, lo único que les ha ocurrido es el paso del tiempo en rincones de una geografía rural cada vez más deshabitada a medida que el mundo ha ido modernizándose y abandonando la religión.

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