Tras el silencio del claustro, Sor Bernardina de Jesús Valcarce

La monja clarisa del siglo XVII realizó varias crónicas sobre los entresijos del Monasterio de la Anunciada de Villafranca del Bierzo, donde ingresó de joven y del que fue abadesa

Mercedes G. Rojo
14/11/2023
 Actualizado a 14/11/2023
Monasterio de la Anunciada en el que vivió Sor Bernardina de Jesús a partir de los dieciséis años.
Monasterio de la Anunciada en el que vivió Sor Bernardina de Jesús a partir de los dieciséis años.

Son pocos los nombres literarios de las mujeres  leonesas que anduvieron los caminos de las letras durante el tiempo anterior a mediados del siglo XIX, momento a partir del cual parece que fueron haciéndose más propicio reconocer sus pasos, aunque aún falte mucho por andar hasta normalizar su presencia. Sin duda, para localizarlas hay que emprender un lento y arduo trabajo de búsqueda de las mismas entre las obras de autoría «anónima», pues a estas alturas es bien sabido que muchas de ellas se escondieron tras esta fórmula, y entre aquellas que a su vez se ocultaron tras los muros de un convento, desde donde fueron desarrollando obras de diverso calado que, en muchos casos, o bien se han perdido a causa de avatares de lo más variado o permanecen dormidas en sus archivos.  En esta línea estaría, por ejemplo, el nombre de Sor Bernardina de Jesús Valcárcel (Villafranca del Bierzo, 1592-1665), clarisa descalza del siglo XVII que residió en el convento de la Anunciada de la villa berciana y que es uno de los nombres que, para conocimiento público, rescata (así, muy a vuela pluma) el licenciado en Filología hispánica Jesús Rebolledo Prieto, dentro de su tesis doctoral ‘Las escritoras de Castilla y León (1400-1800)’

También nos llega su conocimiento a través de una publicación de la propia Sor Bernardina, recuperada, en 2009, desde el propio monasterio del que en su día formó parte, con motivo del intento de beatificación de la que fue su fundadora.
Bernardina de Jesús habría nacido en 1592 en Villafranca del Bierzo, dentro de la familia de los Valcarcel. Tomaría los hábitos en el mismo lugar en 1608, con apenas 16 años, para ingresar  en el convento de María de La Anunciada, dos años después de su fundación, donde ya ejercía de abadesa Sor María de la Trinidad Toledo y Mendoza, hija del quinto marqués de Villafranca, Pedro de Toledo, para quien este lo habría fundado. Con ella convivió Sor Bernardina, sucediéndola incluso como abadesa a su muerte, llegando a sobrevivirla por treinta y cuatro años.

Bien se la debía de dar eso de las letras pues desde el principio parece haberse hecho responsable de determinadas crónicas relacionadas con los entresijos del monasterio, de las que nos han llegado tres manuscritos que han sobrevivido en el archivo del convento por más de 350 años, como referente «de la memoria del pasado que es también memoria colectiva de una herencia común». Será precisamente Sor María del Carmen Arias, la responsable de recuperar y transcribir el manuscrito de Sor Bernardina dedicado a la fundadora del propio convento, en un edición que corrió a cargo del Instituto de Estudios Bercianos y que hoy puede encontrarse a la venta en el propio convento en un intento de recuperar su figura e impulsar su devoción en el Bierzo. En cualquier caso, el mencionado manuscrito (que en su actual versión figura bajo el nombre de ‘La ilustre fundadora de la Anunciada, María Trinidad Toledo y Mendoza 1581-1631)’, es uno de los tres documentos encontrados en el archivo conventual con su firma. Ha llegado hasta nosotros «lamentablemente incompleto y deteriorado», a decir de su rescatadora, pero estos  ‘Apuntes acerca de la M. Sor María de la Trinidad, hija del marqués de Villafranca y fundadora de este convento de la Anunciada’, como se denomina el documento original, no solo nos muestran una relación de los datos más relevantes de la vida de Sor María de la Trinidad, abadesa fundadora del convento, a modo de biografía; también se narran en el documento los motivos del marqués para fundarlo y las dificultades surgidas antes y después de la obra, así como los primeros veinticinco años de andadura de dicha comunidad. 

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Llegados a este punto podemos preguntarnos si se pueden considerar verdaderamente como escritores a aquellas personas que realizan este tipo de crónicas.  Desde luego hay que tener en cuenta que los caminos de la literatura son muy amplios y van entrelazándose en distintos senderos que se entrecruzan hasta crear un camino ancho y mucho más transitable. En concreto, el documento escrito por Sor Bernardina (y ahora convenientemente transcrito para posibilitar su lectura a cualquier persona interesada en ello) nos ofrece un relato que, a decir de Soledad Arribas, autora del prólogo de la actual edición, nos muestra «una prosa ágil y entretenida que coincide con una fe y espiritualidad hondamente sentidas». La vida de Sor María Trinidad, la que ocupa el relato, se nos presenta con  «sus visiones, sus extraños poderes, su espíritu de profecía y bilocación», y  su cronista lo hace de tal manera, que «lo que podría parecer un cuento o un relato fantástico (de haber estado escrito hoy) se nos presenta como el relato de una situación totalmente normal». Poco más que decir, pues, respecto al hecho de sus entresijos literarios. 

Además de este y otro manuscrito relacionado con la  ‘Historia de la Fundación del Convento de la Anunciada en Villafranca del Bierzo’, Sor Bernardina  nos dejó un «necrologio» que contiene «el resumen biográfico de las hermanas fallecidas en el monasterio desde su fundación hasta finales del siglo XVII», veintisiete para ser exactos desde la primera monja fallecida en 1609 hasta el año 1655 en que dejaría de escribir para dedicarse a otros menesteres dentro del propio convento que la robarían gran parte del tiempo. 

Sin duda, en este tipo de crónicas que van más allá de lo meramente enumerativo, podemos encontrar el talento literario que muchas mujeres escondieron en su momento tras el silencio de unos muros, en ocasiones escogidos con la simple intención de poder seguir cultivando la mente como solo podían hacerlo en tales lugares, alejadas de las prohibiciones que les eran sobrevenidas cuando su futuro se veía indiscutiblemente atado al de algún hombre. 

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