«El progreso ha abierto una nueva brecha en el muro del tiempo, y dejando al pasado todo lo arcaico se remonta como águila altanera aprisionando entre sus garras la ciencia, el talento, el bien luminoso que lleva hasta la humilde aldea la luz redentora. Tal es su velocidad que más parece un pájaro que un tren». Pájaro, águila altanera, eran adjetivos dirigidos el 30 de abril de 1.915 —hoy hace exactamente 110 años— al tren que se inauguraba entonces y que iba a unir Medina de Rioseco y Palanquinos, bautizado después como El Charango, cariñoso nombre que había nacido en de las estaciones leonesas, Palanquinos.
Al nombre oficial y el popular no tenía sentido, ni cabida a la vista de la crónica, el apodo que le pondrían los comarcanos al comprobar su pausada marcha: El Tren Burra; una forma abreviada de la socarrona expresión para decir que era un tren a paso de burra.
Por cierto, para que el momento histórico lo fuera en toda su dimensión esta crónica de águilas y trenes la firmaba, en el Diario de León, Calimera Montiel, una gran pionera en esta comarca, maestra y primera mujer en escribir en la prensa leonesa, entre otros méritos.

No se vino arriba ‘doña Cali’ con aquella inauguración; nadie dudaba entonces que aquel tren era veloz para la época; dejando en «tan solo» cuatro horas el recorrido de casi 100 kilómetros que cubría el trayecto.
Una de las localidades que atravesaba este Charango, Valencia de Don Juan, ha decidido celebrar este 110 aniversario, aprovechando además que tiene entre sus vecinos al historiador Javier Revilla, experto además en patrimonio histórico. Él será el encargado de pronunciar una conferencia sobre la historia del Charango (a las 19 horas) en el salón de actos del edificio de los Agustinos y al finalizar la misma (sobre las 20 horas) hará una visita guiada a la estación, presentando el nuevo panel exterior y sirviendo a su vez de inauguración de la exposición de fotos en el interior, que podrá visitarse hasta el 7 de mayo los viernes, sábados y domingos de 12 a 14 y de 18 a 21 horas; y los lunes y miércoles de 18 a 21 horas.
Lo cierto de esta linea es que su importancia no era la velocidad, eran otros tiempos, sino el servicio, tanto de viajeros como de mercancías, y fueron muchos los años que se siguió lamentando su cierre después de aquel 11 de julio de 1969, fecha de un adiós, cuando, recuerda Javier Revilla, «aún estaba muy fresco el recuerdo de aquel año 1965 en el que el franquismo había anunciado a bombo y platillo el llamado Plan de Desarrollo de Tierra de Campos».
Los textos del panel que hoy se inaugura en la estación coyantina —del propio Revilla— nos ofrecen algunos datos del Charango. «Los trenes circularon por esta vía y pararon en esta estación de Valencia de Don Juan durante 54 años. El 30 de abril de 1915 se inauguró la línea de ancho métrico, con 93 kilómetros entre las localidades de Palanquinos y Medina de Rioseco». Estuvo en funcionamiento, por ello, algo menos de la mitad de esos 110 años que hoy cumpliría. «La concesionaria de las obras y la explotación de este trazado fue la Compañía de los Ferrocarriles Secundarios de Castilla (FSC), una sociedad hispano-francesa con doble sede en Madrid y París. Previamente había construido las líneas de Palencia a Villalón de Campos y la de Villada a Medina de Rioseco».

Atravesaba aquel Charango 14 localidades de las provincias de Valladolid, Zamora y León, para las que fue un gran dinamizador de su vida y su economía. Baste recordar que en su primer año de funcionamiento, 1915, transportó 46220 viajeros, que un año más tarde llegaron a 66.116, convirtiéndose así en la más utilizada de todas las que gestionaba la citada Sociedad Española de Ferrocarriles Secundarios.
Sobre las características de los elementos del Charango señala Revilla que «nuestro tren era arrastrado por locomotoras de vapor del tipo 1-3-0 fabricadas en Barcelona por la Maquinista Terrestre y Marítima (MTM). Aunque hoy nos parezcan escasos los 35 Kilómetros por hora que alcanzaban como velocidad máxima, fueron un notable adelanto en sus orígenes. Posteriormente, ya en las décadas de 1950 y 1960, el apelativo ‘Tren Burra’ destacaba su lentitud y su falta de competencia con los autobuses y automóviles».
Es muy significativa la aparición del nombre de tren burra, pues lo que encierra es el progresivo abandono que se va haciendo de aquella línea que Calimera Montiel saludó como un veloz pájaro y sus usuarios tuvieron que convertirlo en burra. «Aunque se incorporaron algunos automotores diesel, ni la empresa FSC ni el Estado desde que recuperó la concesión, invirtieron mejoras que garantizasen la supervivencia de una línea férrea que transportaba tanto viajeros como mercancías. Aunque limitado, las estaciones del tren supusieron progreso, creando unos primeros polígonos industriales en las poblaciones que comunicaban, viendo instalarse: harineras, aserraderos, cerámicas, almacenes, silos…». Progreso.
Una vieja historia de abandono que se fue escenificando en las construcciones de estas 14 estaciones; en muchas de las cuales el deterioro fue más que evidente, aunque algunas fueron restauradas para «otros usos». La iniciativa más significativa llegó en 1994, con la creación de una Vía Verde histórica. «Es uno de los primeros trazados ferroviarios en España adaptado al senderismo y cicloturismo. En 1994 se inauguró el primer tramo y posteriormente sería ampliado hasta Castrofuerte, constituyendo la llamada Vía Verde del Esla, cuyos 11 kilómetros forman parte de la Red de Caminos Naturales de España. Una senda que permite hacer deporte con seguridad y disfrutar del patrimonio».
