Sergio Abrain: "Lo que hago es dejarme llevar por lo que me rodea"

‘Metalíricos’ es el título de la exposición que el artista aragonés presenta en la galería Ármaga y que recoge parte de su trayectoria, en especial de su última etapa más alejada del surrealismo inicial y entroncada con el maquinismo expresionista

Vicente García
29/06/2019
 Actualizado a 18/09/2019
El artista Sergio Abrain ante una de sus obras. | VICENTE GARCÍA
El artista Sergio Abrain ante una de sus obras. | VICENTE GARCÍA
Se ha inaugurado en la sala de arte Ármaga la exposición ‘Metalíricos’ del zaragozano Sergio Abrain, reconocido como el mejor artista aragonés del año 2018.

Su obra parte del 74 con una pintura onírico surrealista y ha evolucionado desde que realizó sus primeras exposiciones en su ciudad, Zaragoza, y posteriormente, en 1977, presentó en la Sala Provincia de León sus obras con excelentes opiniones por parte de quienes referían las poéticas del arte en aquellos tiempos: Crémer y Gamoneda, y con un compañero artístico leonés de los últimos años setenta de la talla de Miguel Escanciano. Acerca de su obra en esa exposición Antonio Gamoneda decía entonces: «No se recata ni se limita por temor o por respeto a convenciones éticas o estéticas. Las cosas son ferocidades. La violencia, el sexo, la degradación, el miedo. Y en el fondo de esta versión entre goyesca (en sus fabulosos dibujos críticos), y dantesca, en sus alucinantes collages, permanece el dolor del hombre, la protesta de la víctima. Sergio Abrain no especula en sus representaciones, especulaciones y fantasías».

Sergio Abrain ha sido durante décadas un gran dinamizador del mundo cultural y artístico aragonés, mediante sus editoriales, sus galerías de arte, sus publicaciones y sobre todo su obra y su compromiso personal con la cultura, el arte y la sociedad. Su obra sigue dos caminos diferentes que se entrecruzan, el del dibujo y el del diseño, pues en un principio su dedicación profesional se centró en el diseño gráfico y la publicidad. En su primera etapa sus dibujos fueron muy combativos uniendo el aspecto artístico con el diseño, creando dibujos y obras en distintos materiales con una gran fuerza plástica y visual, sueños surrealistas pintados escuchando música de Tangerine Dream y sobrevolando en su estudio seres irreconocibles en la realidad, con cuerpos retorcidos e imágenes impensables que recordaban los monstruos de Lovecraft, como él mismo reconocería: «un surrealismo social y agresivo donde la violencia, el miedo y la represión rasgaban los rostros aflorando una psicología animal hasta la sexualización del terror» . Luego ha pasado a otra pintura más combativa y revolucionaria de acuerdo con los tiempos. Una serie de piezas habla de Babelius, malos constructores y después sigue con una época más atada al cómic para pasar a otra etapa más totémica con más humor y más ironía y acabar con el maquinismo haciendo cajas, ventanas y puertas. Utiliza la poesía visual, los libros de autor, los fanzines. Pinta también en formatos gigantescos y plantea esculturas que pocas veces se convierten en realidades.Mezcla pintura expresionista con maquinismo para llegar al volumen con los conos. Pierde color y va al plata, blanco y negro, juega con la luz y con el agua. «Yo lo que hago es dejarme llevar por lo que me rodea, que haya una cierta surrealidad, pero siempre unida al cuerpo humano» nos dice. Una de sus exposiciones se llamaba ‘Paisajes del cuerpo’ y explica el autor que «el cuerpo humano tiene muchas partes que lo integran. Si pintas una parte y la descontextualizas del resto toma una carga erótica que no tendría en su contexto». A continuación sus obras evolucionan y se abren a formas geométricas como el cono inicial pasando después a una etapa que se basa en lo que él ha dado en llamar metalíricos o emisores.La palabra ‘metalíricos’ no viene de lo que pueda ser su analogía de metal y lírica, sino de un poema de Miguel Labordeta, poeta ultraísta, en el que la utilizaba en uno de sus poemas hay una cierta narrativa del objeto como tal y lo que cuenta y trasmite, sin ser real. Recuerda los objetos industriosos de los años 30 y 40. Antes trabajaba conos y ahora lo hace con columnas y cilindros. «Todo tiene una cierta analogía con la idea del cuerpo humano, yo planteo con todo esto de las máquinas es que igual que el cuerpo humano tiene un centro neurálgico, redes, mecanismos para funcionar, casi todo lo que creamos en nuestro entorno es una proyección del ser humano tanto en medidas, como crear una ciudad, construir un coche, un avión, un barco… todo funciona como una persona, nos lo inventamos todo a nuestra imagen y semejanza. Todos vamos creando máquinas a semejanza de nosotros mismos, sin embargo eso no va con la idea del robot, del cyborg, porque eso sería, incluso plásticamente otro lenguaje».Los dioramas son cajas como las que se utilizaban en los cuentos antiguos. «Para mi la idea era crear una maqueta con distintos planos y aquí lo meto todo, con la intención de hacer una fotografía y presentarla como obra, pero me ha gustado tanto que los he dejado tal como los construí» nos dice. En ellos incluye una pequeña luz que les da una vidilla y un valor teatral, que de otro modo sería más plano y más opaco. Le gustan mucho tanto las cajas como los escaparates.

En 2018 ha realizado varias piezas en las que además de las imágenes arquitectónicas utiliza el policarbonato con canalillos con trama a modo de ventanas, lo cual da a la pieza un sentido actual y arcaico, entre lo artesano, la gráfica y a veces recuperando algo de textura. Vuelta a la mirada de la realidad que le rodea envuelta en velos de modernidad y con rasgos de antiguas imágenes.

En la exposición de la sala de arte Ármaga hay un poco de toda su trayectoria, en especial de la última parte de su recorrido vital en el que desvela una pintura reposada, lejana a ese surrealismo inicial y entroncada con el maquinismo expresionista.
Lo más leído