Ahí está la explicación de la muestra que hoy inaugura en la Sala de Exposiciones del Teatro Gullón. Su mirada hacia la desolación: «¿Qué atractivo puede tener un campo desolado y desbastado por las llamas? El propio interés de una desolación, el interés de una crónica plástica, con una amalgama de tonos, producto de la ignición. A todos nos agrada un idílico paisaje, pero yo veo en este tipo de erosión el desgaste y el paso del tiempo que deja su huella. La naturaleza sigue sus leyes propias y la regeneración es cuestión de tiempo». Y argumenta su visión con otros ejemplos: «Los clásicos aportaron una estética de la belleza con normas y cánones que han servido para ayudar a componer, pero no eludieron crear obras a partir de hechos tristes y desastres desagradables: las crucifixiones, los martirios, las batallas y desastres de la guerra han sido fuente de inspiración, véase Velázquez, Goya, Gericoult, Picasso, los dadaistas etcétera».
Y a su mirada, a sus cuadros, suma las palabras de escritores y naturalistas con textos de Antonio Gamoneda, Antonio Colinas, Julio Llamazares, Manuel Rivas, Juan Carlos Mestre, Andrés M. Oria, Marga Merino, Esther Bajo, Ángel Santiago Ramos, Juanjo Perandones, Aller Prieto, Joaquín Araujo o Manuel Gutiérrez Aragón. La vieja pasión de Sendo por la literatura.

El paisaje es uno de los grandes temas de la pintura a lo largo de la historia. También Sendo transitó por sus caminos. «Mis comienzos por los años 60 fueron los paisajes cercanos, la moldera Real y sus molinos; y en 1973 pinté bosques de hayedos en su plenitud ambientados con cubos escultóricos, de lo que dí cuenta aquí en Astorga y en una galería de Bilbao. En 1975 disfruté de una beca de paisaje en Granada. Y el paisaje ha estado siempre acompañando a la serie ‘Caminantes’ a lo largo de los últimos veinte años».
Recuerda Sendo que loa cara optimista es que la regeneración llega de manera natural, pero también advierte: «Ahora bien, no podemos alterar estas leyes repoblando de una sola especie el campo. Plantar pinos y más pinos en zonas impropias no es la solución. Yo he visto en mi entorno como se ha reforestado el campo sin la mano del hombre, con encinas y robles. Para favorecer una agricultura y ganadería extensiva se necesita, también, grandes áreas abiertas. Un bosque de pinares no sólo cumple una función pulmonar. El bosque es el cobijo de muchas especies, de asentamientos colmenares, de aprovechamiento micológico. Este hábitat, con el fuego enmudeció y se despojó de su envoltura ofreciéndonos un esqueleto camuflado de colores efímeros que fluctúan con la luz».
Ideas que plasma en su exposición, cuadros que son fruto «de un impulso para perpetuar un momento cumbre en el hombre y su entorno. Lo que es un incidente que el tiempo regenera, me sirve de motivación para pintar, incluso con cenizas y ascuas como recurso puntual».