Saturnino García: "Estar enfadado con la vida es de mala educación"

El veterano actor, ganador del Goya por ‘Justino, un asesino de la tercera edad’, recibe este sábado un homenaje en su pueblo natal, Bariones de la Vega

Emilio L. Castellanos
08/06/2024
 Actualizado a 08/06/2024
Saturnino García en ‘Media hora (y un epílogo’ de Epigmenio Rodríguez, una de sus últimas apariciones en el cine.
Saturnino García en ‘Media hora (y un epílogo’ de Epigmenio Rodríguez, una de sus últimas apariciones en el cine.

 – ¿Está satisfecho con su vida? 

 – Estoy conforme. Estar enfadado con la vida es de mala educación.    

Esas palabras de Saturnino García resumen su parecer sobre el largo camino que emprendió hace ya más de 89 años desde la localidad leonesa de Bariones de la Vega y que ha ido poblándose de toda clase de vivencias, muchas de ellas vinculadas a un oficio de actor que comenzó a ejercer profesionalmente en el País Vasco, al que se trasladó siendo adolescente, y que le ha permitido disfrutar, entre otras gratificaciones, del contento de un Goya. «He tenido que luchar mucho en esta vida porque era mi deber. Estoy agradecido porque he podido hacerlo», concluye el intérprete leonés, al que su pueblo natal, con ocasión de su trayectoria, le rendirá tributo este sábado a través de un acto especial que le permitirá volver a pisar las calles que abrazaron sus primeras andanzas. «Es un pueblo pequeño, donde nos amamos y odiamos estrechamente»,  bromea el actor. «Guardo de aquel tiempo de la infancia todos los recuerdos, los buenos y los malos, que han acabado convirtiéndose en el soporte de toda mi existencia». 


«Dejé el pueblo rumbo a Bilbao sin más colegio que aquella escuela de un maestro que se partía el alma y la huella y la memoria que me habían dejado mis primeros 17 años de vida», insiste Saturnino a propósito de la fuente íntima de vida que supuso su infancia y su juventud en plena posguerra.  «Fue un tiempo en el que lógicamente había menos posibilidades y, sin embargo, en el pueblo se vivía con ilusión, con alegría y con optimismo. Mi carácter se fue forjando en un ambiente así, lo que benefició mi educación como persona. De aquellos tiempos sigo ahora mismo recibiendo continuas enseñanzas porque la educación hay que entenderla como todo lo que has ido viviendo y recibiendo. Todo te forma y te educa».  «El intelectual es el que quiere saber y yo, por eso, me considero intelectual», asegura.


Recuerda a su padre, «una persona muy industriosa y hábil», que laboró aquí y allá para que en la mesa familiar no faltara ni un solo día un plato de comida. El no tenía tierras y trabajaba en parcelas comunales, además de organizar en su misma casa un recinto que servía de lugar  de evasión de todo el pueblo al manejarse como bar y emplearse como salón de  baile, punto de encuentro para toda clase de gentes, de la zona y de allende los kilómetros, entre ellos los inevitables cómicos que se pateaban los caminos en busca de un público afecto. «Puede que fuera allí, de una manera inconsciente, donde fue prendiendo en mí la llama del teatro», insiste un Saturnino que, antes de su marcha al norte, conoció de sobra el rigor del trabajo del campo. La vida vagabunda de esos actores fue plasmada tan real como entrañablemente por Fernando Fernán Gómez en aquella película, hoy clásico del cine nacional, ‘El viaje a ninguna parte’, donde el nombre de Saturnino García también se dejó caer en sus títulos de crédito. Una muesca más en una suerte amplia de referencias que, sumadas, modelan una trayectoria actoral que amalgama cine, televisión y, por supuesto, teatro, su gran pasión, que le atrapó definitivamente en tierras vascas y del que ya nunca se desprendió. En Bilbao se buscó la vida y la empresa siderúrgica pronto lo incorporó a su nómina. Sin embargo, seducido por el ambiente cultural que se masticaba en la ciudad y picado por una curiosidad crónica, enseguida acabó aupado a un escenario.


– ¿Por qué se decantó por el teatro y no por otra disciplina artística?

– Porque es lo más fácil. Todo el mundo, a lo largo de nuestra vida, lo ejercitamos.


Así de rotundo se expresa acerca de su vocación más honda. La lleva oficiando desde siempre y no ve ninguna razón para abandonarla. «¡Cómo voy a retirarme si esto realmente no es trabajo, es otra cosa!». 


– ¿Nunca ha tenido miedo escénico?

– Eso es otra cosa. Te sirve sobre todo para valorarte y superar muchas cosas.

 

Imagen justino
El actor leonés logró el Goya al mejor actor revelación por su trabajo en ‘Justino, un asesino de la tercera edad’.

«Todos hacíamos teatro como afición. Vivíamos de otras cosas», rememora. Aun así, percibía que el ejercicio teatral, allá por la década de los sesenta, bien podía servirle de sustento y casi sin darse cuenta un buen día decidió lanzarse al vacío de la profesionalización. «Jugando, jugando, te das cuenta que aquello puede acabar convirtiéndose en un recurso». Un espectáculo unipersonal, un bululú, por escenarios de toda España fue el trampolín definitivo con el que apostó definitivamente por la interpretación como forma de vida y la puerta de entrada a numerosos proyectos que han ido tejiendo su andadura artística. No hay que olvidar que mucho antes de Justino, Saturnino ya había participado en montajes teatrales de enjundia (formó parte del elenco original de ‘La taberna fantástica’, obra de culto de Alfonso Sastre y del teatro español que conoció estreno en 1985 con El Brujo como protagonista y en cuyo reestreno, con Antonio de la Torre abriendo cartel, también intervino en 2008) y el cine y la televisión ya iban familiarizándose con su nombre.


Resulta indiscutible que la irrupción de Alex de la Iglesia en su vida constituyó un auténtico punto de inflexión en su trayectoria. Intérprete del cortometraje que coronó al realizador vasco, ‘Mirindas asesinas’ (1991) –con el que posteriormente rodaría su opera prima, ‘Acción mutante’,  ‘El día de la bestia’ y su serie ‘30 monedas’–, pronto fue centro de interés para los directores de casting de toda España y sobre todo de una serie de cineastas que proponían nuevos lenguajes a la actividad fílmica. De la Iglesia fue quien  le recomendó a La Cuadrilla, el apelativo tras el que se agazapaban Santiago Aguilar y Luis Guridi, los artífices de la película, ‘Justino’, donde él certificaba su primer rol protagonista, tras un menudeo permanente de pequeños papeles en cintas y capítulos televisivos, un jubilado que buscaba alternativas homicidas a su retiro obligado. La película disfrutó de un eco que aún hoy resuena y solidificó definitivamente la carrera de Saturnino García. «Yo no espero nunca nada de lo que hago porque el que espera desespera. Vas por la vida tirando p’adelante y anhelante. Y en aquel momento, tampoco esperaba nada».  A raíz de la película, le llega el Goya al mejor actor revelación de 1995 y el premio a la mejor interpretación masculina en el Festival de Sitges de 1994 y la ola se desata en torno a él.  Luego, ha habido otros.


– ¿Cómo vivió el éxito y la popularidad?

– Si te soy sincero apenas tengo memoria de cómo sentí aquello. No soy demasiado fogoso. Las cosas se sienten con naturalidad. El Goya llegó y ya está.

– ¿Dónde guarda el Goya?

–  Lo tienen mis sobrinos en Baleares.


«Después no es que tuviera que apagar el teléfono de la cantidad de llamadas que recibía», ironiza el actor, quien en 2018 intervendría en el largometraje del leonés Epigmenio Rodríguez ‘Media hora (y un epílogo)’. Aunque lo cierto es que, a la vista de su filmografía y su producción teatral, en aquel tiempo fueron muchos los trabajos que rubricó, incluida aquella serie con El Fary que tanta difusión tuvo. Luego, a medida que han ido pasando los años, han ido menguando los papeles. «Es algo natural en esta profesión, lo de subir y bajar». Aun así, en 2023 vieron la luz cuatro trabajos suyos.


«Más que a la profesión de actor, estoy agradecido a la vida». Así responde sobre la pregunta acerca de la gratitud que le guarda a su oficio de cómico. «Lo más importante de este trabajo es que existe aunque hay que tener cuidado porque te puede endiosar.  Me ha dado muchas satisfacciones, de eso no cabe duda. Si no fuera así, si no me colmara, qué narices pintaría yo a mi edad metido en esto. Yo sigo aprendiendo, cada día más». Huye de la etiqueta de secundario, «el actor es actor siempre», y considera el teatro «la mejor escuela».


Este sábado regresará a Bariones de la Vega, al territorio de sus recuerdos, a recibir la ovación de los suyos.

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