Y va argumentando Manolo Viloria—con la ayuda del comarcano Melchor y el cura Isaac— la validez de ambas afirmaciones: "No vive... pero yo he ido allí, a mi casa, para depositar las cenizas de mi padre y después otro vecino, Julio Viloria, trajo las del suyo, uno de los últimos en abandonar el pueblo, y colocó una placa en su recuerdo, en un cuadradoque limpió de maleza, aunque ahora ya la están volviendo a comer las hierbas y las zarzas... ¡qué bien vendría aquí un rebaño de ovejas!".
Santibáñez vive en la memoria de sus antiguos vecinos, algunos regresan para depositar allí las cenizas de los que se fueron; también en los arcos de su iglesia trasladados a Santa Marina- Has dicho de Viloria que fue «uno de los últimos en irse», ¿sabes quién fue el último?
- Claro, lo sabe todo el mundo, es casi una leyenda, le decían Perrín, se fue con su mujer, no se nada de ellos, habrán fallecido.
- ¿Cuánto tiempo hace que se fueron?
- Pues cincuenta años enteros. O por ahí, en los años setenta marcharon los padres de Julio y Perrín y esto se acabó.
El argumento de que Santibáñez no existe pero sí vive también tiene su explicación, al margen de hacerlo en la memoria de quienes fueron sus vecinos, como el propio Manolo que en cuanto llegamos a los restos del pueblo, a sus ruinas, se fue, sin decir nada, camino de la que había sido su casa, del lugar donde depositó las cenizas de los suyos, recordando cada edificio en sus ruinas, fundamentalmente la iglesia, que aún muestra los restos de sus arcos, la sacristía, la nave central... muy cerca del cementerio donde se puede leer perfectamente la placa citada: "Manuel García Viloria. 29-9-2018. DEP".
El lugar físico en el que vive Santibáñez de Montes es en el cercano pueblo de Santa Marina. La historian la conocen perfectamente Melchor Moreno, presidente dela Junta Vecinal de Santa Marina de Torre, e Isaac, el singular párroco de la comarca, fundador de Proyecto Hombre en el Bierzo, misionero... que ha decidido regresar allí donde comenzó su labor pastoral, en Las Ventas de Albares y las 14 parroquias cercanas.


"Lo que sí hay son unas rutas de senderismo como no hay otras en la provincia, la de Montealegre a Santibáñez tiene de todo... hasta la posibilidad de perderse y llamar a Manolo que te venga a buscar", bromea este paisano, cantinero y buena gente, contador de las historias de su comarca y que se presta a llevarnos hasta otro de los últimos hallazgos: una roca ‘llena’ de valiosos petroglifos. "Siempre había estado ahí, pero claro, si no te fijas o no sabes pues ves unos dibujos y no reparas en más".
- ¿Y desde cuándo no existe Santibáñez de Montes?
- Oficialmente desde 2010, que fue cuando la borraron del mapa, por así decirlo, pero ya desde los años setenta, después de que la mina a cielo abierto y las voladuras fueran un peligro, después se la arrendaron a un ganadero que metía las vacas en las casas... y después nada. Los recuerdos.
Y Manolo Viloria va recorriendo las calles y las casas vacías de su pueblo, va despertando los recuerdos de los últimos vecinos, historias como las de Perrín o, la más repetida hasta el punto de llevarla a un documental de Gabriel Folgado: "Fueron dos mineros, dos rapaces, que como todos los fines de semana se querían ir a su casa, en Viforcos, pero había una gran nevada y todos les dijeron que no se echaran a los caminos. No hicieron caso y no se sabe cómo murieron pero aparecieron mordidos por los lobos".