
El patriarca de los Jiméneztuvo influencias de importantes maestros del Kung Fu. Incluso perfeccionó su técnica con dos monjes del Templo Shaolin. Todo ello para poder se un maestro de esta disciplina, basada en unos principios filosóficos de origen extremoriental.
De esta manera, Luis quiso extender sus conocimientos de este arte marcial no sólo a sus descendientes, sino que durante más de 30 años, y siguiendo, ha ido llevando esta disciplina a diferentes gimnasios e instalaciones de toda la provincia, sobre todo en el Bierzo, donde empezó a impartir clases en los años 90, y en su ciudad natal, Astorga. También ha dado nociones de defensa personal y de preparación a diferentes cuerpos de seguridad durante su carrera.
No sólo para Luis, sino para toda la familia Jiménez el Kung Fu ha sido el guía que les ha llevado a realizar cosas impensables casi para el resto de los mortales como arrastrar un autobús con el pelo o un camión de 12 toneladas con el cuello, por ejemplo. Desafíos que superan en sus exhibiciones por todo el territorio nacional. Porque, como afirma Bili, «no sólo se trabaja el cuerpo, sino que también es una importante preparación mental». Pero no todo es oro lo que reluce. Y es que, llegar a ser un maestro del Kung Fu requiere importantes sacrificios y renunciar a muchos placeres desde muy pequeños. Una vida sana, constancia y dedicación son las claves para llegar a desarrollar todo el potencial, y aunque para los Jiménez, como para el resto de la gente, no ha sido fácil, «a la larga las recompensas son muy grandes». Es por eso que tanto Luis, a sus 63 años, como el resto de los Jiménez, sobre todo Bili, han querido seguir difundiendo este arte marcial a mayores y pequeños, no sólo como una disciplina deportiva, sino como un estilo de vida.