Tenía cinco años cuando escribió su primera historia: «un cuento de ratitas que hablaban». Ahora, unas cuantas décadas después, sólo le hace falta una palabra para describir el tiempo que la literatura lleva ocupando algún espacio en su vida. «Siempre», dice y el adverbio temporal se hace atemporal atendiendo a su significado. Y es que la de Rosa Montero es toda una vida de letras, ya sea en forma de artículo periodístico o en forma de ejemplar.
– El periodismo que yo hago es un género literario más como cualquier otro y puede llegar además a ser una obra literaria muy importante– expresa, poniendo de ejemplo la consabida ‘A sangre fría’ de Truman Capote.– Es muy raro el escritor que cultiva un solo género: yo me considero una escritora que cultiva la ficción, el periodismo y el ensayo.
Sobre la relación entre lo primero y lo segundo es contundente: «Porque me gusta escribir es por lo que decidí dedicarme al periodismo». Y, aunque las fronteras entre literatura y periodismo las dedibuja Montero con sus palabras, sus publicaciones y sus ideas, sí encuentra una muga fortalecida entre periodismo y ficción.
– Son completamente opuestos: en el periodismo, cuanto menos equívoca seas, mejor será la pieza. En narrativa, la ambigüedad es un valor: cuantas más interpretaciones tenga una novela mejor; incluso si son contradictorias. En periodismo hablas de lo que sabes y en narrativa hablas de lo que no sabes que sabes– refleja y, alumbrada ya la respuesta periodística, como en una muestra sutil de su doble faceta, la autora da paso al símil literario:– En periodismo eres un árbol y hablas de los árboles que tienes alrededor. En novela intentas elevar el vuelo como un águila y hablar del bosque que tienes debajo; un bosque en el que tú misma eres árbol.
– ¿Cuándo toma el periodismo un papel secundario para prestar un mayor peso a la literatura?
– El periodismo te lleva un tiempo tremebundo– resuelve.– Desde siempre fue una aspiración para mí bajar un poco de esa dependencia para poder tener más tiempo para la ficción.
"Porque me gusta escribir es por lo que decidí dedicarme al periodismo"
Aunque cada domingo la escritora madrileña publica una columna en El País, hace ya más de 30 años que decidió despedirse de la redacción. En todo el tiempo desde el inicio de su andadura en el mundo de la información, las cosas han ido cambiando precipitadamente. «Estamos atravesando todavía el desierto», considera sobre la situación actual de la profesión de «plumilla»: «En los últimos 20 años han desaparecido el 90 por ciento de los periódicos tradicionales y es una tragedia, no sólo para los medios de comunicación, sino para la democracia». En sus palabras, «una democracia fuerte necesita unos medios de comunicación fuertes». Aunque no le extraña que, «ahora que la democracia está siendo tan discutida, el periodismo también esté en una crisis profunda», se alarma al tomar conciencia de que «más del 70 por ciento de menores de 25 años se informan a través de las redes sociales», pues –opina– «eso es dejar entrar a las ‘fake news’ hasta tu cama; hasta el rincón más oscuro de tu cerebro».
Además de la faceta informativa que permitió a Rosa Montero seguir por esa estela de «siempre» que es, en su mundo, la literatura, varias son las constantes que salen a relucir cuando se menciona su nombre. Una de ellas es, sin duda, el movimiento feminista: su primera publicación, ‘Crónica del desamor’, relata la experiencia de las mujeres españolas en época de transición. Una historia que hoy podría venderse desde las editoriales como una postura manifiestamente feminista.
– Cuando escribes una novela no escribes para denunciar o para enseñar nada: escribes para aprender– responde con seguridad.– Estoy completamente en contra de la narrativa militante, de la narrativa feminista, ecologista, animalista, pacifista– cabría incluir aquí unos puntos suspensivos de aspiración infinita,– aunque yo, como persona, sea ecologista, animalista y feminista. Escribes para poner un poco de luz en tus obsesiones y en la oscuridad de lo que todos somos. El sentido de escribir es la búsqueda del sentido de la existencia. Es un viaje al conocimiento y no puedes emprender ese viaje con las respuestas previas.

La escritora considera «razonable» que algunas de las pinceladas que perfilan la personalidad de quien escribe se «transparenten» en su propia obra. «Aunque a veces resulta lo contrario», apostilla: «Se transparentan contradicciones que la persona tiene porque las novelas se escriben desde el inconsciente».
– En este mundo sexista en el que vivimos nos comen el coco a todos y todas: me da mucha rabia eso de que, cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, todo el mundo piensa que está hablando de mujeres, mientras que cuando un hombre escribe una novela protagonizada por un hombre, todo el mundo piensa que está hablando del género humano– continúa.– Yo no hablo de mujeres, hablo del género humano, pero lo que pasa es que el 51 por ciento del género humano somos mujeres.
– ¿No mengua esa pulsión reivindicativa a medida que una crece?
– No, claro que no– introduce concisa.– Vas viendo más la complejidad de todo y la evolución de los feminismos, porque feminismo no hay uno solo por más que algunas dogmáticas crean que ellas lo han inventado y que son las que dan los carnés. Es un debate y una reflexión que nos compete a hombres y a mujeres y una de las cosas buenas de los últimos años es que muchísimos hombres se han dado cuenta de que también es cosa suya– no tarda en citar a Simone de Beavoir:– «el machismo no es un problema de las mujeres; es un problema de los hombres con las mujeres».
Esas ideas suyas que se trasladan más o menos desapercibidas a las letras más o menos translúcidas de la escritora son en parte responsables de que la obra de Montero haya sido traducida a casi una treintena de idiomas. Eso y el Premio Nacional de las Letras de 2017, un centro educativo público y un aula universitaria con su nombre son algunos de los rasgos que dan cuenta de una trayectoria que se puede definir de éxito.
– ¿Pesan las expectativas?
– No más que siempre– resuelve, de nuevo, concisa para empezar.– Lo que hay que hacer siempre es luchar contra el maldito enemigo interior y contra esa sensación de impostura que la mayoría arrastramos. La verdad es que siempre piensas que ya no sabes escribir; siempre tienes esa duda, esa angustia, y eso ahora también lo tengo, pero no es peor que hace 20 ó 40 años. Cuando doy clases siempre lo digo: con eso hay que luchar.
"Una democracia fuerte necesita un periodismo fuerte"
La suya –su lucha particular– parece ir ganándola a medida que va publicando. Y es de la mano de su más reciente obra, ‘Animales difíciles’, que llega este viernes a la capital provincial en una de las citas del ciclo ‘León en negro’ de la Feria del Libro. Un ciclo que lleva por subtítulo ‘Crimen y misterio’. Aun así, su creadora define tanto esta como las tres anteriores novelas de la serie sobre Bruna Husky como una mezcolanza de thriller y ciencia ficción teñida de un fuerte poso existencial. «Son existenciales porque tratan sobre el sentido de la vida –si es que tiene alguno– y sobre el paso del tiempo y lo que el tiempo hace y deshace», trasciende: «Porque vivir es deshacerse en el tiempo».
Rehuyendo de la etiqueta ‘distopía’ –confiesa que le aburre–, Montero aborda entre las páginas de la serie el peligro de alcanzar la superinteligencia artificial. Un hito que, a su modo de ver, pasa por que los humanos «no convirtamos en una especie de hormigas» para la misma. «¿Puede una hormiga comprender, concebir lo que es ser humano?¿Puede controlar al ser humano para que no pisotee los hormigueros?», se plantea entre negaciones aludiendo al último Nobel de Física, Geoffrey Hinton, que advierte de un futuro incontrolable en caso de que esa superinteligencia deje atrás los párrafos de la escritora para convertirse en una realidad.
– ¿A qué se debe ese paso a la intriga y la novela negra?
– No he dado ningún paso; en muchas de mis novelas hay recursos del género negro– responde haciendo mención de ‘La buena suerte’, ‘Te trataré como a una reina’ e ‘Instrucciones para salvar el mundo’.– La novela negra es un poco como la sucesora de la picaresca nuestra: te da la posibilidad de hacer una especie de cala social y, además, te permite atrapar la intriga de la vida y su amenaza.
Con el punto final ya impreso sobre la serie con la que llega a León, a Rosa Montero no le faltan ideas para próximas publicaciones. «Otro artefacto literario como ‘El peligro de estar cuerda’» y «una trilogía de ficción contemporánea con una parte de fantasía» están entre sus oraciones. «No lo tengo muy claro por ahora», zanja: «Tengo un montón de ideas bullendo en la cabeza». La analogía es oportuna, pues la autora recala en la ciudad durante un evento literario cuyo eje temático es la gastronomía. Y, como quien se encarga de los alimentos que se disfrutan después de pasar por la cazuela, la escritora madrileña es la chef encargada de cocinar y emplatar esos artefactos literarios que bullen agitados en la prolífica olla que es su mente.