Un ‘Rigoletto’ contra La Manada

En su montaje del drama de Verdi para el Teatro Real, el director Miguel del Arco se centra en la violencia machista. Cines Van Gogh emite este jueves la grabación

Javier Heras
07/03/2024
 Actualizado a 07/03/2024
Una escena del ‘Rigoletto’, dirigido por Miguel del Arco, que este jueves se retransmite en los Cines Van Gogh.
Una escena del ‘Rigoletto’, dirigido por Miguel del Arco, que este jueves se retransmite en los Cines Van Gogh.

Una de las obras de teatro más relevantes de las últimas décadas fue 'Jauría', de Miguel del Arco. Estrenada en 2019, recreaba el juicio a La Manada –cinco hombres que violaron a una joven durante los San Fermines– a partir de la transcripción literal de las actas. En ellas quedó constancia del acoso posterior que sufrió la víctima, cuyo testimonio se puso en duda. Ganadora del premio Max, se va a adaptar al cine y en breve regresa a escena. Mientras, su director ha dado el salto a la ópera con un polémico ‘Rigoletto’. El Teatro Real de Madrid representó en diciembre de 2023 este alegato contra la violencia machista, la injusticia y la corrupción. El libreto se abordaba desde una óptica contemporánea: los abusos del Duque de Mantua, un mujeriego que campa a sus anchas gracias al silencio cómplice de sus cortesanos, con el bufón Rigoletto a la cabeza. En este contexto de depravación se produce el cortejo y secuestro de la pobre Gilda.


Del Arco (Madrid, 1965), dramaturgo, guionista, actor, director y fundador de la exitosa compañía Kamikaze y del teatro Pavón -Premio Nacional en 2017-, plantea un montaje ambicioso e incómodo. El decorado, de los alemanes Ivana y Sven Jonke, es abstracto, algo kitsch y lleno de formas hinchables, y convierte la casa de la hija del protagonista en una especie de burbuja, casi un invernadero donde se cultivan las flores más delicadas. Si el coro masculino lleva máscaras de conejo -como animales obsesionados con aparearse-, en otras escenas se incluyen desnudos, contorsiones y danzas espasmódicas, no aptas para todas las sensibilidades.

 

Imagen cartel web rigoletto TR (1)
Cartel de 'Rigoletto' de Verdi.

Este jueves, Cines Van Gogh proyecta, grabada, esta ópera de Verdi de 1851, basada en Victor Hugo y su tragedia ‘Le roi s’amuse (El rey se divierte)’. Regresaba al teatro madrileño, donde se ha representado más de 300 ocasiones, solo superada por Aida, y lo hacía liderada por cuatro talentos. En primer lugar, el francés Ludovic Tézier (1968), el gran barítono verdiano de nuestro siglo, imponente protagonista gracias a la calidad de su voz, belleza del canto y robustez. La soprano rumana Adela Zaharia (1987), ganadora del concurso Operalia en 2017, mostró exquisita técnica, musicalidad y vis dramática. El tercero en discordia fue el mexicano Javier Camarena (1976). Cantante del Año en los International Opera Awards de 2021, en el repertorio lírico ligero nadie le hace sombra a su estratosférico registro agudo. Experto en bel canto desde su debut (Liceu, 2012), no extraña que se convirtiese en el tercer hombre que protagonizaba un bis en toda la Historia del Metropolitan neoyorquino –tras Pavarotti y Flórez–, en 2016 en ‘Don Pasquale’. Desde el foso, el italiano Nicola Luisotti mostró energía, seguridad, color, flexibilidad y atención a las voces.


‘Rigoletto’, que se escribió en apenas 40 días y vio la luz en La Fenice veneciana, supuso el inicio de la ‘Trilogía popular’ que seguirían ‘Il trovatore’ y ‘La traviata’. Junto a su fiel libretista Francesco M. Piave, Verdi lograba no solo la fama mundial sino la cúspide de su estilo. Sin renunciar a sus virtudes de siempre –las melodías memorables, los dúos y conjuntos, el dramatismo–, dejaba atrás los argumentos de capa y espada propios de sus anni di galera. En su lugar, se centró en historias de corte más realista, con protagonistas más humanos: prostitutas, gitanos o aquí un bufón jorobado. Se trata de su papel más complejo, con una estatura trágica digna del Shakespeare de Macbeth o Lear. El atormentado Rigoletto (Triboulet en el texto original de Victor Hugo) es a la vez un despreciable compinche del villano y un padre que se desvive por su hija secreta, Gilda. El miedo y el dolor, pero también el amor, quedan ocultos tras su fachada burlona. En la partitura, la orquesta subraya su paso de la agresividad (en la inolvidable ‘Cortigiani’) al patetismo (‘Marullo, signore’) y a la ira (‘Vendetta’).
 

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