‘El abrazo contrario’ ha necesitado un lustro para su publicación, donde el autor recurre a los temas que vertebraron ya sus anteriores publicaciones (la conciencia social, el amor, la muerte), a los que incorpora en esta ocasión una toma de conciencia por los materiales que nos conforman, como el ecosistema a conservar por parte del hombre. «Mi libros son pequeñitos en cuanto a contenido de páginas y hasta ahora había venido publicando cada dos años. ‘El abrazo contrario’ ha necesitado algo más de tiempo no porque haya nacido con voluntad de una profundidad concreta sino por el paso del tiempo y el ir destilando las cosas que son más o menos importantes en la vida y que me ha llevado a ir descartando muchos de los poemas que tenía escritos y que veía que no estaban a la altura del pensamiento que me apetecía desarrollar».

El libro se divide en tres partes y esa conciencia ecológica articula la última de ellas titulada ‘De ramas de luz’, mientras que la primera, ‘Barrios de sal’, resulta ser más contestataria y la más ligada a la actualidad que Saravia introduce con una cita de Pasolini. La segunda, ‘Tejer fronteras’, es más genérica al abordar el amor desde diferentes acepciones, como el amor bucólico, el amor idílico, el amor erótico, el amor filial...
Uno de los alicientes que presenta ‘El abrazo contrario’ es el prólogo (aunque el Premio Cervantes prefiere denominarlo frontispicio) escrito por el poeta Antonio Gamoneda y que Saravia tilda de «sorprendente» por el componente subversivo que encierra un poema largo que va acompañado de una nota aclaratoria sobre su construcción y en el que en tono de farsa «no deja títere con cabeza», señala el poeta.
Gamoneda fue el primer autor al que el Club Leteo concedió el premio Leteo, que este mes de octubre se cierra con la entrega del galardón al poeta y escritor rumano Mircea Cartarescu. Saravia vive esta despedida con cierta nostalgia, pero también con la sensación de que se ha cumplido el objetivo de situar a León en el mapa literario internacional. «Llevo un tiempo solo en la organización de las jornadas, contando con la colaboración de amigos como Nacho Abad, Alberto R. Torices, Miguel Paz, pero ya desde otro lugar. Para mí cada vez resultaba más difícil y menos estimulante, porque estas cosas te estimulan una temporada y después vienen otros retos», reconoce el presidente del Club Leteo, que también se ha encontrado con la dificultad de la financiación de unas jornadas que lograba sacar adelante gracias a la generosidad de sus más inmediatos colaboradores. «Desde hace cinco años empecé a profesionalizarlo y a pagar a todo el mundo que colaboraba. Pero no tengo presupuesto suficiente y he llegado a la conclusión de que no quiero volver a hacer nada que no sea a favor de la dignidad del creador», comenta Saravia, que estipula en 25.000 euros la cantidad necesaria para que las jornadas puedan funcionar adecuadamente y que no ha conseguido arrancar a las instituciones públicas y privadas. Tampoco ha encontrado respuesta en el ámbito universitario para que otros tomen el relevo en la dirección de una plataforma que tiene ya bastante prestigio.
De los 17 autores distinguidos con el premio Leteo, Saravia considera claves los nombres de Antonio Gamoneda, «porque fue el primero y el que sembró la ilusión en el colectivo»; Fernando Arrabal, con el que durante años mantuvo unos fuertes vínculos de amistad; Paul Auster, que logró reunir a 850 personas quedando más de un centenar fuera, y Juan Gelman, con el que convivió casi un mes en su casa de México.