Crear un santo casi de la nada no parece tarea muy sencilla, con sus milagros y todo. Tal vez por ello lograrlo coloca a quien lo consigue en el centro de la noticia y hasta en el eje central de su biografía; lo que puede ser una bendición si no has hecho otra cosa en la vida o una maldición si eres poseedor de una más que interesante biografía, oscurecida por hecho tan extraordinario como llevar a los altares a, en este caso, a un pellejero, borrachín y putero, bebedor de orujo...
Es lo que le ocurrió a Francisco Pérez Herrero, el creador de la leyenda del Santo Genarín —que el jueves volverá a ser procesionado rodeado de los suyos, miles por cierto—pero que atesora una biografía ajena a este verdadero milagro que le hace merecedor de estar en la pequeña historia de la ciudad, al margen de los hechos extraordinarios de su amigo Jenaro Blanco Blanco.
Parece muy lógico que quien es capaz de levantar una leyenda como la de Genarín tenía forzosamente que guardar más palomas (inventos) en la chistera. Sirva uno como ejemplo. En aquellos años de afecciones inquebrantables al régimen —franquista, claro— con numerosas biografías de colegas puestas ahora bajo la lupa de la Ley de Memria Histórica, a Paco Pérez Herrero le retiraron el carnet de prensa pues se negó a firmar la adhesión a los principios del Movimiento para recogerlo. Algo que tiene mucho que ver con su postura vital y política anterior pues, en expresión taurina suya, estuvo enchiquerado en San Marcos (no en el hostal, en el terrible campo de concentración que también fue). «Me enchiqueraron en el 37», por 1937, no por número de habitación.
Fue Francisco Pérez Herrero, hombre de sombrerín y pajarita, de esa nómina de leoneses a los «nacieron» en otra parte, en su caso en Palencia;como a Gamoneda en Oviedo, a Merino en Coruña, a Crémer en Burgos... (ya sé que estáis añadiendo que a Zapatero en Valladolid, vale).
Pese a lo que pueda distorsionar la creación de un personaje como Genarín, sin demasiadas mimbres para lograrlo, el recuerdo de quienes lo conocieron lleva a otros perfiles bien diferentes, o complementarios , en quien era un bohemio, culto y lo que hoy llamarían un agitador cultural. Un amigo, y admirador suyo, el editor Santiago García, insistía siempre en una palabra:«Dignidad»;así lo dejó escrito en la vieja La Crónica de León:«Paco era, sobre todo, un tipo digno y la memoria de la otra historia de la ciudad; no de la historia, de la otra, de la real. ¿Cuántos quedan como él ahora? Muy pocos, casi ninguno, y lo que es peor, casi nadie les queremos escuchar, como casi nadie escuchó a Paco». Pertenece a un texto leído en un homenaje en el que Julio Llamazares, por ejemplo, habló de su increíble capacidad de aunar voluntades. «Desde la nada, que nada había, Paco llevó a Jenaron Blanco hasta el santoral pagano, como San Genarín».
Por cierto, Llamazares contribuyó en sus inicios a la ‘multiplicación’ de la procesión con la publicación del libro ‘El entierro de Genarín’, que definió de una manera curiosa:«Fue el propio Paco quien me animó a escribir el libro que yo le animaba a escribir a él, y cuya aparición le llenó de satisfacción, como prueba que fue él mismo quien lo presentó»;aunque muchos alimentaran la leyenda urbana del enfrentamiento.
Escapa, editor del libro, apuntaba otra teoría para explicar la careta de alegre bohemio de Pérez Herrero. «Se disfrazaba con una careta alegre que disimulaba la pena de sus renuncias».
La definición creada de Francisco Pérez Herrero habla de sus numerosas caras y facetas:«Paco era poeta, periodista desposeído del carnet, devoto de Frascuelo y de Talía, entusiasta de la Cultural, mecánico dentista, alegre, generoso, tolerante, no se le recuerda nunca que tuviera prisa. Y, por encima de todo, amigo de sus amigos».
Y ahora que se celebra el aniversario del ascenso de la Cultural cabe recordar que fue Pérez Herrero quien tuvo el privilegio de ser el cronista de tan extraordinario hecho. Casi a la altura del milagro de Genarín.
Yen su faceta de periodista nos ha dejado Francisco Pérez Herrera otro legado del que no se habla en exceso, pero impagable, una extensa entrevista en La Mañana con Federico García Lorca, en la que el poeta andaluz se mostró sincero y valiente como pocas veces. Algunas de las respuestas que le dio a Paco han estado presentes en tesis doctorales de medio mundo. Podríamos recordar algunas para ver cómo fue aquella cita:
– ¿Qué le parece Ramón María del Valle Inclán como poeta ?
– Detestable. Como poeta y como prosista. Salvando el Valle Inclán de ‘Los Esperpentos’, ése sí, maravilloso y genial, todo lo demás de su obra es malísimo. Como poeta un mal discípulo de Rubén Darío, el grande. Un poco de forma, de color, de humo... pero nada más. Y como cantor de Galicia, algo pésimo, algo tan malo y falso como los Quintero en Andalucía. Si se fijan ustedes, toda la Galicia de Valle Inclán como toda la Andalucía de los Quintero, es una Galicia de primeros términos... la niebla, el aullido del lobo... Además, y esto es para indignar a cualquiera, ahora nos ha venido fascista de Italia. Algo así como para arrastrarle de las barbas... ¡ Ya tenemos otro « Azorín » !...
A propósito, ¿ qué nos dice usted de Azorín?
– No me hablen ustedes... Que merecía la horca por voluble. Y que como cantor de Castilla es pobre, muy pobre. Viniendo ayer por tierra de Campos me convencí de que toda la prosa deAzorín no encierra un puñado de esa tierra única. ¡ Qué gran diferencia entre la Castilla de Azorín y la de Machado y Unamuno ! ... i Qué diferencia ! !...
Y así tres sinceras páginas del Lorca más fresco y valiente, al que seguramente sedujo la cercanía de Pérez Herrero, quien pone en contexto la misma así:«Calle Ancha abajo, apenas salidos del Hotel, Federico García Lorca, ‘moreno de verde luna’ como el Camborio de su romance, contesta, expansivo y cordial. Incluso le habló de la Catedral (en este caso bien).
– ¿Y qué nos dice de nuestra catedral?
– Ante la catedral no sé qué decir... El silencio es la mejor respuesta. Una sola palabra no haría otra cosa que profanar la grandeza de su luz, su poesía, la grandeza de sus muros cristalados y sus bóvedas. Esta mañana me la pasé toda en ella, sentado en una silla baja, como una beata visionaria, bañándome en el fervoroso anhelo que es toda ella. Por eso no pude fijarme en el detalle, absorbido todo yo como estaba por su sublimidad.
Impagable definición que, como tantas cosas, le debe esta ciudad a Francisco Pérez Herrero que si fue capaz de crear a Genarín tenía forzosamente que tener más palomas en la chistera.