El frescor de la mañana y la nitidez de la atmósfera nos presagiaban un espectacular día de montaña. Ensimismados ante la grandiosidad de estas moles rocosas que se elevan majestuosas hasta el cielo y envueltos en un placentero silencio, nos perdimos en un halo intemporal que se interrumpió por el sonido de un motor que se acercaba lentamente hacia nosotros. ¡Ya están aquí! Juan y Finahan venido de tierras lejanas para conocer el privilegiado enclave de los Picos de Europa, del que tantas veces les habíamos hablado.
Estamos en el
Puerto de Panderruedas, una de las impresionantes puertas de entrada al valle de Valdeón.
La carretera por la que habéis venido desde el cruce del puerto del Pontón se hizo a mediados de los años sesenta, pero tuvo que transcurrir una década para que que se asfaltara la vía en su totalidad hasta Posada.
Los carros subían hasta aquí por la antigua pista, pues los pastos de Llavarís eran los últimos que se segaban al terminar la temporada veraniega, y había que bajar la hierba al valle. Estos prados constituyen los confines del
Real Concejo de Valdeón, que coinciden en la actualidad con los límites del Parque Nacional de los Picos de Europa.

Hemos elegido un recorrido para que vayáis tomando contacto con este paraíso natural. Abriremos nuestros corazones y nuestras pupilas para llenarnos de la inmensa riqueza que nos ofrece este lugar. Os contaré, a grandes rasgos, por dónde transcurre esta hermosa ruta.Desde el Puerto de Panderruedas, a 1.450 m de altitud, nos dirigimos, siempre hacia al norte, hasta el mirador de Piedrashitas, para continuar por una loma que nos permite contemplar a nuestra derecha el valle de Valdeón, y a nuestra izquierda las tierras de Sajambre, en una zona que antaño estaba poblada de ganado. Enfrente tendremos siempre la poderosa muralla que va de Los Moledizos a La Bermeja, flanqueada a su izquierda por la Canal del Perro, ruta de acceso a la gran Torre Santa, que nos observará altiva desde el fondo de nuestro escenario.Con las mochilas al hombro, y una gran dosis de expectación, nos dirigimos al mirador de Piedrashitas cruzando una extensa y plana pradera que contrasta con la verticalidad de las montañas que la delimitan.El topónimo Panderruedas puede tener origen en el término latino pandus, que significa llano, y que aparece con cierta frecuencia en la toponimia de los pueblos de León. El dios Pan representa a toda la naturaleza salvaje y está considerado como el protector de los pastores y rebaños, dios de las brisas del amanecer y del atardecer.El deteriorado mirador de Piedrashitas, inaugurado en 1967, nos regala una estupenda panorámica de los macizos occidental y central, y allá perdidos en el fondo del valle, en las entrañas de los Picos, descansan diseminados los pueblos que integran el Concejo de Valdeón.Seguimos por una estrecha vereda, envueltos por el frescor del bosque, y al amparo del Pico Camborisco, hasta llegar a una plácida pradera, desde la que, en dirección oeste, seguimos el curso del río Guayes hasta el collado Viejo, a 1.638 m.El calor y la pendiente empiezan a apretar y el sudor empampa nuestras espaldas. Aprovechamos este balcón para descansar, embriagarnos de la belleza del entorno y hacer unas fotos para inmortalizar el momento.Flanqueando la Cerra del Centenal y el Pico Guadañas por la vertiente occidental, alcanzamos la Collada Blanca. Un rápido descenso nos lleva a la collada de Dobres.Bordeamos el Pico Abedular, internándonos en la masa de hayas de su vertiente oriental, hasta llegar debajo de la horcada del Frade, a la que nos desviamos para, un poco más adelante, contemplar la espectacular pradera de Vegabaño, que nos recuerda a una gigantesca isla rodeada por un mar de hayas, y que encarna un fragmento del edén, con el embrujo de sus bosques.Volviendo sobre nuestros pasos, caminamos en busca del collado Jover que nos da acceso a la vega de Llos, paraje pastoril de gran valor paisajístico e histórico, ya que, además de su indiscutible bondad y belleza, mantiene un chozo de construcción tradicional, bajo la protección de un bloque errático,que ha quedado como testimonio de la febril actividad ganadera que albergaba a varias familias todos los veranos.

Juan y Fina comparten con nosotros sus sabrosas viandas, y, sin perder mucho tiempo, nos encaminamos a la pista que nos permite descender hasta Bustiello.
Después de tomar un trago de agua en la fuente, la jornada montañera toca a su fin, y, con la pereza natural que supone desprendernos de estos momentos placenteros, recogemos nuestras cosas para, de nuevo, mochila al hombro, encaminarnos a Soto de Valdeón, con menos peso en nuestra espalda, pero con el corazón repleto de satisfacción.
Tomamos el camino de la Cuesta para descender de una forma más rápida, comprendiendo el motivo de su denominación. En Soto nos espera Isidoro, un amante de los Picos y gran conocedor de la montaña, que nos acoge amablemente en su casa con unas frescas cervezas que nos reparan del esfuerzo de la larga actividad de hoy.
Mañana, nuestros invitados descubrirán otros hermosos rincones del Parque Nacional de los Picos de Europa, uno de los últimos reductos de vida salvaje en nuestro país.