Los pozos de Colinas al pozo de la Lista Roja

Los Pozos de Colinas , en Camposagrado, ha sido la última incorporación a la Lista Roja del Patrimonio en peligro, ha sido esta misma semana a instancias de Pro Monumenta

29/04/2024
 Actualizado a 29/04/2024
Imagen de uno de ‘los pozos’ y foto aérea que recoge marcada la ubicación de todos los pozos. | MENURIL
Imagen de uno de ‘los pozos’ y foto aérea que recoge marcada la ubicación de todos los pozos. | MENURIL

La famosa, y temida, Lista Roja del Patrimonio, que confecciona la asociación Hispania Nostra, recoge los elementos patrimoniales en peligro y, por desgracia, León es una de las provincias con mayor número de ellos, concretamente 75

La última incorporación está aún muy reciente, de esta misma semana, y es la de los Pozos de Colinas (o de Camposagrado) incluidos en la categoría de Elementos arqueológicos singulares. «Se trata de trece amontonamientos de tierra y piedras en cuya parte superior se abre un hoyo (de ahí la denominación de pozos) que llega hasta el terreno base o, incluso, más abajo». Pro Monumenta, que impulsó esta inclusión en la Lista Roja para dar un toque de atención alerta de que «Su estado de conservación es muy malo, pues gran parte del conjunto megalítico cercano ha sido arrasado para repoblaciones forestales de pinares y los Pozos de Colinas, todavía existentes, están siendo gravemente dañados por diversas plantaciones en todo su entorno y por el crecimiento de maleza (zarzas, urces, piornos, etc.) en su interior, dañando su morfología y, en ocasiones, ocultándolos».

Ante esta situación de abandono surge la iniciativa de buscar el ingreso en la Lista Roja, recordando además que estas formaciones megalíticas albergan además una leyenda de la comarca que también son un elemento digno de protección pues la desaparición de los pozos acarrearía que también se pone en peligro la pervivencia de la leyenda.

Esta leyenda la había recogido y escrito, según se la había contado un vecino de la comarca, el que fuera abad de San Isidoro, Antonio Viñayo. Y según la contaba él la recogemos, como añadido de ‘los valores patrimoniales’ de los Pozos de Colinas, para buscar de alguna manera revertir el camino hacia la Lista Verde. 

 

 

'El capitán Colinas', por Antonio Viñayo

Aconteció, allá cuando los cristianos de don Pelayo huían de los moros, que el arzobispo de Toledo, camino de Asturias en busca de refugio detrás de las montañas, al pasar por la Hoja de Camposagrado, que todavía no se llamaba así, enterró una imagen de la Virgen María. Años después, don Pelayo llegó a estos lugares a combatir contra el poderoso ejército de Almanzor. Se trabó una batalla muy desigual. Buena parte de los cristianos quedaron tendidos entre los urzales, y los restos supervivientes del ejército se refugiaron en la Llana de Benllera, donde todavía se veían las ruinas de la capilla de Santiago, que también participó en el combate. Los moros se entregaron a celebrar y disfrutar la victoria.

Los cristianos, a invocar a la Santísima Virgen María, que se les apareció, les confortó y les prometió el desquite victorioso para el día siguiente.

El valiente capitán Colinas, abuelo de Pero Mato, el de Clavijo, ambos nacidos en Otero de las Dueñas, solicitó de don Pelayo doscientos azadones, doscientas palas y doscientos guerreros. Cavaron trece pozos -los que veíamos a la derecha del camino, los Pozos de Colinas, y en ellos se escondió con sus doscientos montañeses.

Los moros cayeron en la celada. Parte quedaron muertos en el campo, en torno a la Fuente de Mala Muerte, que dejábamos atrás. Los demás huyeron a la carrera y no dejaron de correr hasta Andalucía. Pelayo y sus huestes bendijeron el campo -campo sagrado para enterrar a sus caídos. Formaron los cuadros de los infantes, seguidos de los escuadrones de la caballería, recorrieron los cuatro kilómetros rezando el Santo Rosario, dirigidos por el arzobispo de Toledo que marchaba en cabeza en busca de la imagen de la Virgen que, años antes, había enterrado en este descampado, cerca de la fuente, para librarla de la profanación de los moros que ya le daban alcance, cuando huía hacia las montañas astures.

Como lo escuché de labios de mi madre, lo cuento. Ella así lo creía. Además lo había leído en un viejo libro.  

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