Por amor al arte

Lo llaman gestación subrogada altruista, ayudar a otros a convertirse en padres, desinteresadamente, gratuitamente, por amor al arte

Sofía Morán
09/12/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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Hace unos pocos días, la asociación ‘Son Nuestros hijos’, formada por unas 500 familias españolas que han tenido hijos mediante gestación subrogada, tiraba la casa por la ventana con una espectacular campaña que tiene como objetivo defender dicha práctica. Más de 6.000 carteles empapelando las calles más céntricas de Madrid, tres vallas publicitarias y la pantalla gigante de la madrileña plaza de Callao iluminada con el histórico eslogan "nosotras parimos, nosotras decidimos", recuperado directamente de los 80, cuando las mujeres salieron a la calle para reivindicar el derecho al aborto legal, y que ahora, con un pequeño giro de tuerca, esta asociación hace suyo para exigir una libertad que nos permita a las mujeres gestar para otros.

Sonia Ruano, portavoz de la asociación, asegura que "existe la falsa creencia de que en España no habría mujeres generosas dispuestas a gestar para ayudar a otras a formar una familia, y ha llegado el momento de dar voz a todas esas mujeres que sí lo harían". Lo llaman gestación subrogada altruista, ayudar a otros a convertirse en padres, desinteresadamente, gratuitamente, por amor al arte.

Quienes defienden esta práctica tan dadivosa, pretenden que se regule como una técnica de reproducción asistida más, un mero trámite. Como si los 9 meses de embarazo no fueran más que un simple proceso de incubación. Rápido, fácil y sobre todo aséptico. Justo lo contrario de lo que es en realidad.
Juegan a banalizar el embarazo, quitarle importancia, invisibilizar cualquier riesgo… Es un juego interesado y sucio, pero es la forma más fácil de ‘colarnos’ que cualquier mujer de buena voluntad lo haría para ayudar a otros a cumplir sus sueños.

Pero un embarazo no es una técnica reproductiva más, es un proceso vital profundo, donde además de nuestro cuerpo, entran en juego un millón de cosas más.
Comencé las llamadas ‘clases de preparación al parto’ cuando ya estaba embarazada de unos 7 u 8 meses, cada miércoles a las 11 en mi centro de salud. Allí nos reuníamos un grupo de primerizas llenas de dudas, de incertidumbres y de miedos, pero con mucha ilusión. Los primeros cuidados del bebé, la lactancia materna, los cuidados tras el parto… El parto, ¡ay el parto! La mayoría de nosotras vivíamos acojonadas esperando el momento. Las expectativas ante un dolor físico importante generan una intranquilidad difícil de calmar. «Las contracciones de parto duelen, y duelen mucho», nos decía serena nuestra matrona, la fantástica María José, silencio en la sala, toses nerviosas y algunos resoplidos como respuesta. «Pero tenéis que pensar en la recompensa que vais a tener, que es la mejor de todas: vuestro hijo».
Yo tuve un embarazo fantástico, pero contra todo pronóstico mi parto acabó en un quirófano, transformado en una cirugía mayor, con todo lo que esto implica, y está bien, no hay queja ninguna, porque como bien decía María José, ahí estaba mi recompensa.

Pongamos entonces en un platillo de la balanza los 9 meses de embarazo, las preocupaciones, las pruebas médicas, el cansancio, las incomodidades, dolorosísimas contracciones y, un parto, y en el otro, si no está tu hijo, ¿qué es lo que queda? ¿el acto desinteresado y altruista para que otros sean felices?

La respuesta la tenemos en lugares como Reino Unido, donde la gestación subrogada altruista es legal y, sin embargo, los británicos son lo europeos que más vientres alquilan en el extranjero (Ucrania o EEUU), porque al final la realidad es la que es, y cuando no hay compensación económica (y necesidad), muy pocas mujeres estarían dispuestas a pasar por ello.

El deseo de ser madre (o padre) es absolutamente lícito. Y el sufrimiento que genera tener la certeza de que ese sueño no se cumplirá, sólo lo sabe quién ha pasado por ello. Pero el reto no debería ser convertir nuestros deseos en derechos, sino aceptar lo que nos toca vivir y trabajar en busca del equilibrio.

Soy de las que creen firmemente que se puede ser feliz y tener una vida plena sin haber tenido hijos, a pesar incluso de haberlos anhelado.

Después de no ser madre (y también después de serlo) la vida sigue. No se olviden.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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