En Poladura hubo un hospital de peregrinos atendido por las monjas de San Pelayo y un antiquísimo monasterio, el monasterio de San Cipriano. También encuentro restos de muros de mampostería en la peña llamada ‘El Castellón’ que pertenecieron a un torreón de vigilancia, en la época de las razzias árabes, hasta mitad del siglo XI. Se conserva una coplilla que era algo normal en la montaña leonesa y que dice:
"Del castillo al Castellón,
a las Tierras del Hurón
y a la Fuente Ana María
hay una piel de buey pinto
y el vestido de un Señor
que vale el Reino de León".
Continúo subiendo por la Campa hasta alcanzar las Golpejaras, de ahí las flechas me llevan a la collada de los Eros desde donde se vislumbra en la lejanía la Cruz de San Salvador, un punto emblemático que hace de faro en la distancia para mostrarnos el camino. Estoy subiendo al alto de los Romeros, continuamente los antiguos nombres de los lugares por donde paso hacen referencia al camino y a los peregrinos.
Llego por fin a la cruz atravesando un paso labrado en la roca donde se puede apreciar los restos de la calzada romana. Es preciosa esta cruz, por original y peregrina, está representada por un bordón con su calabaza y haciendo de cruz, la palabra San Salvador, es de acero, de 1,8 metros, y está sostenida por un enorme mástil de 5 metros de altura metido más de metro y medio en pura roca a base de maza y puntero. Su peso supera los 250 kilogramos y fue colocada en el año 2012 por José Antonio Cuñarro con la ayuda de siete amigos que superaron las dificultades de transportar y, sobre todo elevar, este mástil en pleno borde de la montaña.


El conde Fruela Díaz y su esposa Estefanía, en torno al 1116, quisieron fundar un hospital de peregrinos que sirviera de refugio y protección, para que pudieran atravesar las montañas.
La abadía la llevaban los canónigos regulares de san Agustín y tuvo desde antiguo el privilegio de no depender del Arzobispado de Oviedo y ser una institución independiente lo que provocó muchas disputas con los párrocos de Casares y Cubillas que se declararon en rebeldía y como religiosos, no reconocieron la autoridad del abad.
Este primitivo conjunto hospitalario debió ser muy humilde, de modo que el rey leonés Alfonso XI mandó construir la iglesia de Santa María allá por el año 1.216.
El hemiciclo está presidido por una imagen de la Virgen con el Niño, que es una reproducción de la talla de madera del Monasterio de Gradefes, realizada por el escultor Seoane Otero, la original de Arbas ardió en el incendio de 1936.
LA LEYENDA DE ARBAS
Según las creencias populares, dos eremitas que vivían en el lugar donde se estaba construyendo la iglesia, tenían dos bueyes que usaban para acarrear los materiales para la construcción de la misma, pero una noche, un oso devoró a uno de los bueyes. Entonces, uno de los dos monjes carreteros, en lugar de rendirse a lo que había ocurrido, unció el oso al yugo junto con el otro buey y, desde ese momento, ocupó el lugar del buey muerto. Es por esta misma razón, por la que se representan ambos animales en la portada del lado occidental.
La Asociación ASCA organiza en la colegiata una romería coincidiendo con la fiesta patronal de Arbas, que se celebra el 8 de septiembre de cada año.
Continúo mi camino y me adentro en Asturias a la altura de la venta de Tibigracias, bajo por la Calera y cruzo la carretera nacional para seguir por una preciosa pista, que entre bosques de Acebos y hayas, me lleva en agradable descenso hasta la localidad que da nombre al puerto, Pajares, donde la encantadora hospitalera Marisa se encarga de darme la bienvenida.