Dos años después de la presentación de
‘La maldición de la reina Leonor’ (Espasa, 2016), el arquitecto, humorista gráfico y escritor,
José María Pérez ‘Peridis’, regresa a León para presentar este jueves a las 20:00 horas en el
Teatro San Francisco la última entrega de su trilogía sobre la Reconquista,
‘La reina sin reino’ (Espasa, 2018), en un acto organizado conjuntamente por la Sociedad de Amigos de la Cultura del País Leonés (
Sofcaple) y por la editorial
Espasa, en el que el autor estará acompañado por el periodista y escritor
Pedro G. Trapiello.
– Recuerdo que hace dos años terminaba la entrevista con motivo de la presentación de su anterior novela, ‘La maldición de la reina Leonor’, con su convencimiento de que habría una tercera entrega centrada en Berenguela y su hijo Fernando III el Santo. ¿De algún modo tenía la trilogía concebida en su cabeza antes de la publicación de ‘Esperando al rey’? – Hombre, no tanto. Se hace camino al andar. Hay que subir los peldaños uno a uno. Como dice el Cholo, partido a partido. Pero vamos, era una continuidad lógica porque la tesis general de las novelas es que la división de los reinos debilita y la unión de los reinos fortalece. Era evidente que desde que el emperador de León, Alfonso VII, separó el reino a su muerte entre Fernando y Sancho el Deseado, pues no tenían fuerzas para enfrentar a un imperio como el almohade. Incluso él mismo se las veía y se las deseaba por la edad, entre otras cosas, y solamente ya, al cabo de setenta años de aquello, cuando Fernando III alcanza la mayoría de edad y los dos reinos, puede plantar cara a lo que queda del imperio almohade, que estaba muy dividido.
– ¿Por qué ha querido centrar las dos últimas novelas de la trilogía en las mujeres, en concreto en Leonor de Plantagenet y su hija Berenguela?– En la anterior novela me parecía que la reina Leonor, que era hija de Leonor de Aquitania y hermana de Ricardo III, era prácticamente desconocida para los españoles. Más en un momento en que podemos tener una reina que de verdad se llame Leonor. Una reina que tiene un hijo santo, una hija reina de Portugal, otra reina de León, otra reina de Aragón y otra reina de Francia y casa a su hijo (en realidad lo hace Berenguela) con la hija del emperador demostraba que Castilla y León no estaban tan lejos de la política europea, no eran periferia sino reinos muy importantes, y más cuando se unieron. Probablemente, cuando se conquista Córdoba y Sevilla por Fernando el Santo pues es uno de los tres reinos más importantes de Europa. Italia no existía como reino. Francia, Inglaterra y el Imperio. Y luego Castilla y León, que además eran primos hermanos del rey de Portugal y del rey de Aragón, con lo cual, durante prácticamente dos o tres generaciones, todos los reyes de España son primos hermanos. – ¿Se puede decir que Leonor y su hija Bereguela tenían verdadero instinto político? – En concreto Berenguela era una política extraordinaria y una diplomática consumada. Probablemente salió a la abuela Leonor de Aquitania. Una mujer de una enorme personalidad. Yo creo que a Alfonso IX de León le cayó una breva, porque era una chica muy joven cuando se casa con ella. Yo creo que era muy hermosa, como dicen que era su abuela, y además tenía una preparación extraordinaria. Alfonso X el Sabio adoraba a su abuela Berenguela y parte del acervo de este monarca se cocina en la corte de Fernando III y de Berenguela. Pienso que el tándem Fernando III el Santo y Berenguela era perfecto. – ¿A su juicio, cuáles serían los puntos de conexión entre Leonor de Plantagenet y su hija Berenguela? – Primero, Leonor nació fuera. Probablemente era bilingüe, porque era hija del rey de Inglaterra y de Leonor de Aquitania. Por lo tanto hablaría francés, latín, inglés y luego aprendería el español fácilmente porque llegó con tan solo 10 años. Yo creo que era una mujer culta y refinadísima. Y eso lo heredó Berenguela y todas las hijas. También Leonor, que casó con Jaime de Aragón, y por supuesto Blanca, que a pesar de tener que ir a una corte tan exigente como la francesa, ejerció de regente en la minoría de edad de San Luis. Ten en cuenta que no es normal en la Historia que dos nietos de Leonor de Plantagenet o de cualquier otra reina sean santos, y luego casó muy bien a las hijas, la verdad. – Recuerdo que me comentó que ‘Esperando al rey’ la escribió en su mayor parte en el AVE. ¿La redacción de ‘La reina sin reino’ le ha resultado menos ajetreada que la primera? – Ha sido más tranquila porque la he hecho más en casa. Ten en cuenta que en las anteriores todavía ejercía de arquitecto. Ya dejé la profesión. Incluso, sabes que al cumplir cuarenta años de ser un poco locomotora de la Fundación Santa María la Real, presidente del Patronato y al cumplir yo 75 años pues dejé la mochila a un lado. Entonces he tenido más tiempo de vivir y de reflexión. Porque lo de Aguilar me ha llevado muchísimo tiempo a lo largo de 40 años. Y, por otra parte, ya había cogido un poco de oficio. Porque ‘Esperando al rey’ la escribí a pelo, pero ya fui dando con algunas claves, como la fuerza de los personajes de nuestra historia. En este sentido me parece asombroso que teniendo semejantes personajes no se les haya dedicado mucho más análisis para que conozcamos mejor nuestra historia. Luego, ha coincidido la crisis de Cataluña. Meditando qué tienen en común todos los reinos de España he llegado a la conclusión de que hay una interpenetración histórica tremenda de todo tipo, que esa hipótesis que han dejado caer en Cataluña de que esto es un divorcio la contrapongo diciendo que somos siameses. León y Castilla son siameses, Castilla y Aragón son siameses, Aragón y Cataluña son siameses, y no hay por donde meter el bisturí sin que los daños sean infinitamente superiores a las ventajas de la separación.
– ¿Sigue aplicando criterios de arquitecto en la construcción de sus novelas? – Aparte del criterio arquitectónico, donde hay una estructura, unas plantas, una decoración, una vida interior, los personajes tienen que estar vivos. Esto no puede ser un museo de cera. Los personajes tienen que interactuar con el lector. Si el lector no se emociona, si no se engancha, si los personajes no tienen fuerza, la novela es un fracaso.
– Después de esta trilogía, ¿qué será lo próximo que va a regalar Peridis a su legión de admiradores?– Supondrá un cambio de tercio. Yo quiero hacer algo muy de actualidad, que tiene que ver con la realidad político social de la España de hoy. Y poder utilizar el lenguaje más coloquial, porque en la novela histórica me he visto encorsetado por el lenguaje diplomático y vamos a decir totalmente alambicado de nobles, curas y reyes, salvo cuando están en familia. Porque hablan de esa usanza. Hablan con un lenguaje muy protocolario, y sin embargo la gente llana habla, como decía Gonzalo de Berceo, «en la lengua que el pueblo suele hablar a su vecino».
– Pero aparte del lenguaje y aunque las comparaciones son odiosas, me imagino que las miradas y las estrategias de los personajes históricos que han conformado esta trilogía difieren de los actuales gobernantes. – Bueno, te advierto que las pasiones son las mismas. En los partidos también se acuchillan como entre los hermanos. Desde que el hombre es hombre, incluso entre los animales, hay lucha por el poder. La política es como la guerra, pero por otros medios.
– La amenidad y claridad expositiva son cualidades de esta y de las otras dos novelas que integran la trilogía. – He procurado que tenga claridad, mucha amenidad y mucha tensión. Yo he tenido un lema, el de Aristóteles o de Platón, que es ‘deleitar aprovechando’. La novela tiene que entretener, lo primero. Y después, si es útil, si es jugosa, si aprendes historia, pues mejor que mejor. Sobre todo situarte en el contexto de aquellos siglos donde se pasa del románico al gótico. Se están haciendo las catedrales de Burgos, de León, de Cuenca, de Toledo. Qué proeza hace 800 años levantar aquellas obras con los medios que tenían, que eran infinitamente menores técnicamente a los nuestros. Pero lo suplían con esfuerzo e ingenio. Y una cosa importantísima, la catedral hace la ciudad tanto como la ciudad hace la catedral. Porque las catedrales eran las grandes infraestructuras de aquel tiempo. Daban trabajo y eran un centro de investigación para toda la ciudad. Pero competían entre las ciudades para ver quién tenía la más alta, la más hermosa, las mejores vidrieras. Fíjate que León presume de vidrieras, Burgos presume de la capilla del Condestable y de la escalera de Gil de Siloé, Toledo de El Greco... Es impresionante cómo van aprendiendo los unos de los otros y Europa se llena de catedrales. Hasta los puentes colgantes y los rascacielos no ha habido nada que haya hecho la humanidad semejante a las catedrales. Y lo llamamos época oscura. Fundamentalmente, yo he querido reivindicar la belleza y la frescura del románico y la elegancia, la esbeltez y la audacia del gótico.
– Hablando de las catedrales, recuerdo el titular que me dio en la anterior conversación al asegurar que ‘las catedrales fueron las autopistas de la época’. Una buena metáfora. – Si Egipto vive de las pirámides, nosotros tenemos que vivir dentro de unos años, aparte de inventar muchas más cosas, del patrimonio.Lo decía Fuentes Quintana: ‘el patrimonio de antaño son las rentas de hogaño’.