De la oveja al abrigo

El Museo de los Pueblos Leoneses de Mansilla de las Mulas acoge el próximo domingo un taller que abordará de manera teórica y también práctica el pasado, el presente y el futuro de la lana en nuestra provincia

Alba Rueda
04/10/2023
 Actualizado a 04/10/2023
La periodista e hilandera Alba Rueda. | L.N.C.
La periodista e hilandera Alba Rueda. | L.N.C.

En cuanto pase este «veranillo de San Miguel» empezará a cambiar el tiempo, los días serán cada vez más cortos y más fríos y la ropa de abrigo, mayoritariamente sintética, se impondrá en armarios y vestidores. Con el otoño llegan las ganas de recogerse, de sentarse en una butaca con una buena lectura, de prepararse un café, una infusión o cualquier cosa calentita y arrellanarse en el sofá abrigados, en contadas excepciones, con una manta de lana para disfrutar de una peli o para, simplemente, no hacer nada. Son algunos de los placeres cotidianos que se retoman con la caída de las hojas. Es la época de empezar las colecciones típicas que ofertan los kioscos y de retomar las manualidades pendientes o comenzar nuevos proyectos para entretener las manos y la cabeza durante los meses más oscuros y fríos del calendario.

Mientras, otros pocos, demasiado pocos, hemos pasado el verano lavando vellones y secándolos al sol para asegurarnos que no nos habrá de faltar para tejer o hacer fieltro la materia prima de tan nobles cualidades que, hasta la fecha, ninguna fibra sintética ha podido igualar: la lana de oveja. Entre sus propiedades se encuentra el ser una materia biodegradable, ignífuga, antibacteriana, aislante, transpirable, de gran durabilidad y que es capaz de absorber la humedad y evitar la condensación.

¿Cómo es posible entonces que los derivados del petroleo, con todo lo nociva que sabemos que es su producción y uso, hayan desbancado a una fibra natural de propiedades únicas? ¿Qué ha pasado con la lana para que ni tan siquiera seamos capaces de distinguirla de una fibra sintética? ¿Por qué preferimos intentar combatir el frío con capas y capas de plástico que, una vez superen su vida útil, se van a convertir en un residuo altamente contaminante en lugar de abrigarnos con una buena prenda de lana que envejecerá sin inmutarse y, si fuera desechada, podría servir de abono para el huerto? ¿Por qué hemos renunciado al placer, a la enorme satisfacción, de dedicar un poco de tiempo a tejer con lana prendas que van a ser únicas y eternas? ¿Por qué no recuperar la memoria de nuestras abuelas y sus rituales de antigua y genuina meditación mientras se reunían para escarmenar, cardar, hilar y tejer lana?

El próximo domingo 8 de octubre intentaremos dar respuesta a estas cuestiones en un evento que tendrá lugar en el Museo de los pueblos leoneses de Mansilla de las Mulas gracias a la colaboración de la dirección del propio museo, del Instituto Leonés de Cultura y de la Diputación de León. A lo largo de tres horas abordaremos el pasado, el presente y el futuro de la lana en nuestra provincia y lo haremos de forma teórica pero, sobre todo, práctica. Todo el que lo desee va a poder tener lana en sus manos e iniciarse en el proceso que la llega a convertir en una prenda de abrigo. Escarmenar, cardar, hilar, hacer fieltro... son algunas de las «asignaturas» que vamos a repasar juntos de la forma más didáctica y divertida posible. Este acto supondrá la presentación en sociedad de la Escuela de Hilanderas, un proyecto piloto que pretende evitar que la memoria artesanal de nuestros ancestros no se pierda para siempre en una época en la que cada día nos va a resultar más necesaria.

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Las ovejas tienen el superpoder de transformar la hierba en lana. | ALBA RUEDA

Filandón y escuela de hilanderas

El diccionario de la Real Academia define el Filandón como una «reunión vecinal, invernal y nocturna, en la que las mujeres hilaban y los hombres hacían trabajos manuales, mientras se contaban historias».

El propio término Filandón (fiandón, filorio, hilandorio, hilandera...) es una palabra dialectal leonesa de etimología latina, derivada de «filum».

Tradicionalmente el Filandón era una reunión en torno al fuego para hilar lana de oveja en la que se contaban historias de lobos, se cantaba y bailaba, se bebía «fervíu» (vino hervido con miel), orujo, queimada…, se contaban chismes y, de este modo, se convertía en un importante ámbito de socialización y comunicación de saberes y trasmisión de la literatura oral.

Hasta tal punto se sigue considerando importante que en 2009 el Filandón leonés fue declarado segundo tesoro inmaterial de España en una campaña impulsada por el Bureau Internacional de Capitales Culturales y el Ayuntamiento de León decidió entonces presentar la candidatura a la Unesco dentro del programa ‘Patrimonio de cultura Inmaterial’.

La referencia más actual de la celebración de filandones se la debemos al Ayuntamiento de San Emiliano y su puesta en marcha, en julio de 2022, del Festival ‘Estar en Babia’ que contó entre sus actividades con filandones abiertos al público con la participación de escritores leoneses y actividades literarias infantiles.

Pese al encomiable esfuerzo por rescatar del olvido una tradición de valor incalculable, lo cierto es que la esencia del Filandón no podrá salvaguardarse si no se recupera su principal sentido práctico: el proceso de transformación de un vellón en una prenda de abrigo. Escarmenado, cardado, hilado y tejido. Un proceso artesanal lento y lleno de sabiduría y misticismo que está en serio peligro de extinción.

La Escuela de Hilanderas tiene como objetivo recuperar y mantener una memoria que está mucho más viva de lo que pensamos y que, en estos tiempos de prisas y tecnología, adquiere más sentido que nunca. Recuperar la presencia de las hilanderas en los Filandones no es solo una idea romántica, es una apuesta decidida por el valor de las tradiciones, una reivindicación del rol y las habilidades femeninas y la defensa abierta de una forma amable y sensata de relacionarnos con el planeta. Hoy más que nunca se impone la necesidad de vincularnos con el entorno natural y defender una conciencia de consumo justo. La Escuela de Hilanderas pretende enseñar a mujeres y hombres el valor tangible de la lana, una materia prima de la mayor calidad y asombrosas propiedades. Aprender a procesar un vellón de lana supone adquirir una visión nítida del despropósito que implica el consumo feroz del sector textil y sus nefastas consecuencias. Supone también una sobredosis de autoestima al recuperar nuestras habilidades manuales y una oportunidad única de poner en práctica uno de los métodos más antiguos y más simples de meditación porque cuando hilamos nos convertimos en guardianes de la tradición y perpetuamos el vínculo con nuestros ancestros. Hilar y tejer, al igual que meditar, requieren concentración, presencia y atención plena y, al mismo tiempo, potencian el espíritu creativo.

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El pasado y el futuro de la lana

Cuando la primavera empieza a dar paso al verano los rebaños afrontan el ritual de la esquila. La salud de los animales depende de un proceso que se ha mecanizado pero, por lo demás, poco se distingue de su propósito original: las ovejas deben ser liberadas de su abrigo de invierno, del vellón, para poder resistir los calores del estío. Y así cada primavera porque las ovejas tienen el superpoder de transformar la hierba en lana y algunas personas, demasiado pocas, han adquirido la habilidad necesaria para transformar su abrigo en nuestro abrigo tal y como se hacía en los albores de la humanidad.

La lana fue motor, siglos atrás, de la economía de nuestro país y tuvo su epicentro en la provincia de León y en la montaña central leonesa. Fue clave en el desarrollo económico de muchos países y a ello contribuyó de manera importante España, cuna de la raza de oveja merina, y, en especial, la provincia de León que durante nada menos que quinientos años lideró el mercado mundial de la raza. Sin embargo, hoy en día nuestro merino es uno de los motores que generan riqueza en países tan lejanos como Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Uruguay o Sudáfrica, mientras que aquí no se valora y hemos llegado a un extremo en el que la lana, incluida la merina, se ha convertido en un quebradero de cabeza para las explotaciones de ovino que ven como año tras año se deprecia su valor al punto de no llegar a cubrir los gastos de la esquila con la venta de los vellones de ovejas merinas. El problema es mucho mayor para las ganaderías de razas que dan lana de peor calidad que las merinas y que nadie quiere comprar y mucho menos recoger de las explotaciones. La lana, que ni se vende ni se puede tirar a la basura, se va acumulando sin que los ganaderos sepan qué hacer con ella y una materia de infinitas posibilidades se convierte en un serio problema medioambiental. Por otra parte, alternativas como la incineración o enterramiento están prohibidas por ley. La única opción sensata es su puesta en valor y para ello es indispensable llevar a cabo una intensa labor de difusión de sus posibles usos que van mucho más allá del sector textil. También es indispensable que la administración se implique y actúe para que la lana deje de estar considerada como un subproducto ganadero con todas las trabas legales que eso supone para el desarrollo de distintos proyectos dentro y fuera del ámbito textil. A día de hoy, una explotación de ovino no puede, ateniéndose a la ley vigente, lavar ni procesar la lana de sus ovejas en sus propias instalaciones alejando así la posibilidad de crear sus productos textiles debido al encarecimiento de los costes. Lo que sí se permite desde el pasado mes de mayo es compostar la lana en la propia explotación ganadera con el fin de utilizarla después como abono.

A pesar de todo la apuesta del sector tecnológico por la lana permite mirar al futuro con cierto optimismo. En este sentido, proyectos como Lanaland, financiado por la Unión Europea, están trabajando en el desarrollo de cuatro prototipos con lana de oveja Latxa: la creación, mezclando esta lana entrefina con colágeno, de un material biodegradable que sustituya al plástico y que pueda emplearse en la construcción de balizas de señalización, la elaboración de hilo para impresoras 3D, la sustitución del poliéster por lana en la industria textil y el desarrollo de fertilizantes de uso agrícola.

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