"O furtivo o hambriento"

Vicente el de La Uña fue la gran ausencia de este verano en la comarca. Pero su recuerdo no se borrará porque es imposible una conversación sin que él aparezca por alguna parte. Un inolvidable

Fulgencio Fernández
23/09/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Vicente Álvarez Valdeón, al que llamaban en su tierra Chapolines, es uno de esos inolvidables ‘de libro’. Este verano ya fue Vicente el de La Uña el gran ausente en la comarca y seguía estando presente en todas las conversaciones. Y seguirá estando pues su anecdotario abarca todos los campos: el del furtivo, el del guarda, el del paisano, el del cantinero hasta los 80 años cumplidos y, sobre todo, el gran conversador, el excelente contador de historias y un tipo cargado de imaginación, con salidas ingeniosas en cada situación.

- Mira como se pacen; dice un día mientras estaba atizando la estufa.

Dejó Vicente frases para la historia contando su vida: "Fui Lazarillo de un ciego que el cabrón veía" Dejó Vicente frases para la historia contando su vida: «Fui Lazarillo de un ciego que el cabrón veía» Y todos miraban por la ventana para ver si veían vacas u ovejas. Hasta que uno se hecho a reír al ver en la tele una telenovela en la que los dos protagonistas se daban un largo y acalorado beso. «Se pacen», en su jerga.

Era habitual otra conversación cuando entraba algún forastero y no veía la cafetera en si vieja tasca.

- ¿Tiene café?
- ¿Usted lo quiere?
- Sí.
- Pues no se preocupe, voy a Colombia a por él.

Y marchaba. Claro que sólo iba hasta la cocina a hacer un café de puchero pues no tenía cafetera.

Pero nos hemos ido al final de la biografía de Vicente y a lo anecdótico, cuando lo admirable es su historia de supervivencia, aunque él la contaba con tanta gracia que no parecía tan grave la cosa. Un buen ejemplo es cómo vino al mundo, en La Uña, siendo en aquellos duros años 30 además hijo de soltera, con lo que él también ironizaba: «Fíjate si seríamos pobres que cuando yo nací en casa no había ni padre, dicen que marchó asustado al ver lo feo que era». Así contaba él las cosas lo que, por cierto, le supuso ganar en 2017 el premio Peyre Vidal de Celadilla del Páramo para gentes de la tradición oral. Aún no han olvidado en Celadilla la jornada que vivieron con el gran Chapolines.

Venga a preguntarme si éramos pobres; fíjate si lo seríamos que cuando yo nací en casa no había ni padre Ya contó su nacimiento, pero sus avatares siguieron casi sin solución de continuidad. Con solo dos años y acompañado de su madre —la recordada señora Sabina— y un tío emigraron a Cuba, buscando fortuna, pero el hombre del grupo falleció y debieron regresar como se habían ido. Siendo un niño tuvo un trabajo que explica muy bien los tiempos que le tocó vivir: «Estuve trabajando para la zona de Guardo acompañando a un ciego que iba pidiendo por los pueblos, de lazarillo, pero el cabrón resulta que era un ciego que veía. ¡Qué actorazo! Nadie vio que veía y eso que íbamos en cada pueblo a visitar al cura, que a esos no los engaña cualquiera... menos mi amo.

Estábamos comiendo en cualquier fonda y cogía la comida a toda velocidad, pero entraba alguien y se ponía a palpar la comida como si no la encontrara».

Con 10 años ya guardaba Vicente un rebaño de 200 cabras y ovejas y así empezó a familiarizarse con lo que iba a ser su vida, el monte. «Muchas veces me encontré en medio de los dos bandos, cuando la guerra, pues todos me mandaban por unos guarros que habían quedado en medio y como era un rapaz...»

- Y te dedicaste al furtivismo, ¿para qué negarlo si todo el mundo lo sabe?
- No sé si se puede decir que me dediqué o que no tenía otra salida. Ya te dije que yo era pobre de los de estar en la plaza de la beneficencia, «qué me quedaba?que yo sepa tenía dos caminos: el furtivismo o el hambre. Yo cogí el camino de comer, ¿tú que habrías hecho? Lo de dejarse morir es lo último.

¿Que si mate muchos urogallos? ¿No decís que no queda ninguno? Pues es quelos maté todos Si lo sabría él que varías veces «vi la guadaña cerca pero no me segó». Siendo ‘un guaje’fue la primera: «Estábamos jugando, por el San Juan y me metieron dentro de una rueda y me tiraron rodando por una pendiente. Cabeza para arriba, culo para abajo, culo para arriba, cabeza para abajo... hasta que llegué a la pared y me di tal golpe que estuve allí hasta que me sacó la tía Mónica sin conocimiento. Estuve un día entero así, modorro, hasta que volví en mi ser y aquí estoy; claro que los que me tiraron no les faltó miedo, cogió mi madre el hacha y hubo allí la de Dios es Cristo».

En el segundo accidentele dieron por muerto. «Iba mucho a pescar para el río de Salamón, sacaba truchas a kilos y kilos, y algo tarde. Llegando a Burón llevaba delante un camión, que se abrió y yo creí que era para darme paso y era para meterse para un camino, total que me vi con la moto debajo del camión, me entronchó la pierna y allí quedé. Qué golpe me daría que yo con la cabeza le rompí un foco. El hombre salió dando voces: ‘Que maté a un hombre que no se quién es, que lo maté!’. Me sacaron como pudieron, me taparon con una manta y me daban por muerto. Estuve catorce días en el hospital».

Y al contar la tercera vuelve a salir su humor, y no era cosa menor pues le picó una víbora en el río y tardó mucho en llegar al médico.
- Para haber muerto.
- Sí, sí murió, la víbora digo.

Y de furtivo —imposible que lo cogieran pues era capaz de dormir varios días en el monte— dio el salto ‘lógico’, a guarda mayor de la Reserva Nacional. «No se me olvida cuando tuve delante, a mi mando, a todos aquellos que llevaban años persiguiéndome, uno llegó incluso a decirle a mi madre que me había matado para hacerla sufrir de la impotencia que tenía».

Y sacó adelante una larga familia. Estuvo al frente del bar hasta casi los 90 años y nadie le podrá olvidar, ni sus conversaciones.
- Tiene vermú.
- Coño, claro.
- ¿Rojo?
- Le voy a decir la verdad, rojos por aquí no dejaron ni a uno.
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