«En Gotinga, en 1875, se imprime la tesis del estudiante J. Wihelm Spengel, quien asegura que la deformación patológica del cráneo de Neandertal está fuera de toda duda. Un anatomista de Bonn, sostiene que el cráneo de Neandertal perteneció a un cosaco mongol de los ejércitos napoleónicos. Rudolf Wagner, anatomista de Gotinga, dice que se trata de un holandés; el inglés Blake asegura que es el cráneo de un pobre demente; Wallace lo atribuye a un salvaje que fue a dar a Europa; Pruner confirma que es de un celta; Davis indica que es de un europeo deforme y otros opinan que es el cráneo de un ermitaño enfermo mental ...». Así refiere el arqueólogo Herbert Kühn, en ‘El arte de la época glacial’, parte de la enconada polémica suscitada por el descubrimiento de Fuhlrott (Daumier ridiculiza en una caricatura a unos estudiosos debatiendo acaloradamente sobre un cráneo). Los orígenes de la historia de la paleontología humana están sembrados de controversias parecidas. Una historia que discurre acompañada de sorpresas inesperadas.
En 2006, unos excursionistas hallan de forma casual, en la cueva La Braña-Arintero, en la localidad leonesa de Valdelugueros, – de excavar el yacimiento se encargaron arqueólogos de la Junta de Castilla y León, bajo la dirección de Julio Manuel Vidal Encinas –, los restos de dos antecesores nuestros que vivieron durante el Mesolítico y fueron recolectores-cazadores. Bautizados como La Braña 1 y La Braña 2, el estudio del genoma de La Braña 1 determinó que tenía la piel oscura y ojos azules. Eso testimoniaría tanto nuestro origen africano como el componente genético aportado por pobladores provenientes de Europa del Norte. Si a eso añadimos que ese genoma estaba emparentado con pobladores de Eurasia central, debemos suponer que esos antepasados de hace 7000 años viajaron bastante, antes de decidir dónde asentarse. Los iniciadores del estudio de la paleontología humana a mediados del siglo XIX, aquella activa partida de naturalistas, arqueólogos, simples curiosos ..., serán de los primeros en cuestionar que el hombre tuviera una antigüedad de solo 4000 años, – supuestamente la del diluvio – , como defendían los creacionistas; confirmando que todo es relativo. Relatividad que es un pilar del pensamiento científico. El diluvio universal, la incuestionable barrera que La Braña 1 superó al menos en tres mil años.
