– ¿Cómo vive estos días previos a la salida al mercado de su cuarto libro? No sé si las sensaciones son las mismas que las provocadas por la aparición hace ya diez años de su primera novela, ‘El asesinato de Sócrates’ (Alianza), que encaminó sus pasos hacia el mundo editorial.
– El primer libro tiene una emoción que no se vuelve a repetir, al menos de la misma manera, porque te da un poquito de ese DNI de escritora. Lo que pasa es que tiene otras cuestiones también. Aunque tú siempre te has sentido escritora o una persona que escribe, porque a veces el termino escritora te queda hasta un poco grande, no has salido al mundo. Digamos que el primer libro es esa revelación para los demás de que efectivamente lo que tú estabas haciendo era eso y que es de la manera en la que tú te sientes. El miedo siempre cuando sacas el primer libro es si habrá un segundo. Esa es la gran pregunta, si será un hecho puntual o si serás capaz de hacer algo más que valga la pena y alguien se animará. Cuando ves que van pasando los libros reafirmas, yo creo que ante ti misma y ante los demás, ese compromiso con la escritura y con la literatura, pero siempre está el miedo del próximo libro. Siempre está esa cosa del siguiente cómo será, si seré capaz. Es una lucha constante contra una misma, contra tu propia frustración.
Parte de mi naturaleza es escribir y eso no tiene nada que ver con los premios ni con la publicación – ¿Sin la llegada de aquellos tempranos premios literarios, el Fernando Quiñones en el caso de ‘El asesinato de Sócrates’ o el Felipe Trigo con relación a ‘Al acecho’, se hubiera animado a seguir por la senda de la literatura o hubiera desistido para proseguir con su carrera de periodista?
– Yo hubiera seguido porque siempre he tenido claro que esa es mi naturaleza o parte de ella. Parte de mi naturaleza es escribir y eso no tiene nada que ver con los premios e incluso podría decir que no tiene nada que ver con la publicación, que en el fondo es el deseo, el fin y la meta. Pero claro, yo llevo escribiendo desde mi niñez, tengo escritos cuentos y poemas desde los 7 años y en realidad yo llevo inédita prácticamente hasta que cumplí los 30 años. Te pasas toda tu vida escribiendo y eres inédita hasta que empiezas a publicar. Ese es el momento en el que los demás descubren lo que eres, pero que tú en ese caso lo tienes claro. Yo hubiera seguido escribiendo con o sin premios, con o sin publicaciones. Lo que pasa es que lo normal es llegar a conseguir esa publicación en algún momento.
– Eso me lleva también a preguntarle si la decisión de dedicarse por entero a la literatura y abandonar en cierto modo la profesión periodística le resultó particularmente difícil, porque muchos compañeros de profesión, entre los que me incluyo, pensamos que su decisión estuvo repleta de coraje y que no todos se hubieran atrevido a llevarla a cabo.


– Aparte de algunos aspectos personales que aparecen muy disimulados, en ‘Una chica sin suerte’ (Ediciones del Viento) quise ser extremadamente fiel a la vida de Willie Mae ‘Big Mamma’ Thornton, pero en el caso de ‘Hijos del carbón’ yo tenía claro que este tema no lo podía contar de una manera fría y distante porque yo eso lo había vivido. Y si aporto datos personales y cuento historias de mi familia yo lo cuento porque sé muy bien que esa parte personal es una parte compartida con muchísima otra gente. No es excepcional que mi abuelo tuviera silicosis. Los abuelos de todo el mundo que trabajaron en la mina a partir de determinados años tienen todos silicosis. Yo contaba algo personal sabiendo que era algo compartido y sabiendo que la gente se iba a ver reflejada en ello. En mi pueblo no hubieran entendido que contara el fin de la minería como si viniera de fuera.
– Me lo ha puesto en bandeja porque también quería preguntarle cómo ha manejado ese lenguaje afectivo cuando habla de su entorno más cercano, de sus familiares, en contraposición a cuando incorpora testimonios de personas pertenecientes a otras cuencas mineras que ha visitado y a las que no conocía previamente.
– Cuando hablo con gente de las cuencas mineras, porque hay muchísimos testimonios en el libro, hago un guiño personal a Svetlana Aleksiévich –por supuesto sin compárame en absoluto porque ella es una maestra– en el sentido de que pongo un guión y dejo que esa persona hable; es decir, no intervengo para nada en ese testimonio, les dejo hablar para que se oiga su voz, sus giros y sus modismos.Y cuando cuento mi propia historia o la de mis familiares es una voz mucho más personal. Digamos que hay muchos tonos en el libro, porque sabía también que otra cosa que tenía que intentar hacer era contar la minería desde dentro y desde fuera. La parte personal era importante pero si quería hacer también una reflexión sobre este mundo también era importante verlo un poco desde fuera; es decir, que hubiera voces de gente que ha considerado que el monocultivo del carbón ha sido negativo, de gente con una visión ecologista, reflejando aspectos negativos como la destrucción del paisaje, las trampas de las empresas mineras o las malas inversiones. Eso tenía que aparecer y tenía que contarlo en el libro. La gran dificultad era tener la empatía de sentir que era algo propio y a la vez la cabeza fría de contar lo que fue en realidad, para bien y para mal, con un tono más objetivo y también más reflexivo. Hay una frase que aparece en el libro y que a mí me gusta mucho que dice: ‘Todo recuerdo es el presente’, una frase que usa Ryszard Kapuscinski en ‘Viajes con Herodoto’, otro gran maestro a la hora de hacer periodismo narrativo, que creo que se aprecia bien en el libro, porque todos esos testimonios de gente que ya ha vivido el fin de las minas en sus regiones nos demuestran que eso está muy presente, que eso sigue siendo el hoy, que el recuerdo está en el presente. Las cuencas mineras lo que sí tienen es mucha memoria. Y eso lo sabemos cualquiera que hemos vivido allí, porque tienen memoria de todo. Creo que ese ejercicio de memoria es en parte también una de las bases del libro.
– ¿Cómo vive la experiencia de jugar en la ‘champions’ del mundo editorial con su ‘fichaje’ por Alfaguara?
– No sé decirte porque la verdad es que todavía estoy empezando. Lo mismo que te decía antes que la parte de los premios no tiene que ver con la literatura, es algo que puede venir o no, o puede no llegar jamás, la promoción y la sobreexposición que tiene un autor o autora para hablar de sus libros no tiene nada que ver con la escritura. Si te dedicas a escribir es porque te gusta estar sola en una habitación muchas horas. Y esa va a ser tu vida. Tu vida de escritora va a ser en una habitación sola muchas horas. Si te gusta eso, te gusta lo que estás haciendo. Si te gusta lo otro es mucho mejor hacer teatro, que siempre tienes público, o espectáculo de magia o circo, que siempre tendrás alguien que te aplauda. Yo llevo tres años escribiendo este libro, donde solo ha existido para mí y mi habitación. Por suerte, puedo decir que ha sido un libro muy vivo porque se ha ido creando en relación con otras personas. La parte de la promoción la llevo con bastante tranquilidad y algo que me agrada especialmente es el contacto con los lectores. La parte de las entrevistas es algo que forma parte del juego. Cuando gané el Felipe Trigo ya tuve en su momento una promoción que me llevó a Sevilla, Valencia, Barcelona. Ahora estoy en Alfaguara, que ha hecho una gran apuesta por este libro y no sé cómo será con esta situación tan extraña que nos ha tocado vivir.