Argentina de nacimiento y pasajera permanente de la ciudad de Buenos Aires,
Nieves Elena Morán se declara «hija del Luna, del Omaña y del Órbigo y, como tal,
‘Entre el vivir y el soñar’ es una ofrenda a mis mayores. Y es también un homenaje al
Centro Región Leonesa de Ayuda Mutua de Buenos Aires, que desde hace casi ciento siete años mantiene abiertas sus puertas para goce de los leoneses y de sus descendientes».

La autora argentina reconoce que escribir un relato teniendo a León y su gente como protagonista «no ha sido fácil para mí. Sin embargo, cuando de la mano de una entrañable amiga leonesa, visité la exposición de atuendos populares leoneses que había montado Javier Emperador, la imaginación –ese duende que se presenta cada tanto frente a los que amamos escribir– me instó a trazar este relato, hoy convertido en libro. Ha llegado la hora de decir adiós a los personajes que me acompañaron en este viaje. A ellos me han atado los invisibles hilos de mi propio origen puesto que soy
hija del río Luna, de la bella Omaña y del río Órbigo», reconoce Morán, que se pregunta ¿qué misterios envuelven la vida de las personas que dejaron sus lugares de origen para buscar otro destino? «Sus descendientes nos hacemos preguntas con la misma intensidad y pasión con la que ellos se preguntaban hacia dónde iban. Mi padre y mis abuelos cruzaron el océano en esa búsqueda para recalar en estas playas. Traían con ellos, estoy segura, sus días en el pueblo, sus inviernos crudos, los veranos con algún tiempo de gozo en medio de las labores de la tierra, sus noches...».
La línea argumental de ‘Entre el vivir y el soñar’, la filóloga
Margarita Álvarez la resume brevemente en el prólogo: «Los personajes de una exposición de trajes regionales toman vida durante la noche, cuando se han alejado del lugar los visitantes, se convierten en observadores del pasado y del presente del mundo donde viven y hacen juicios sobre lo que contemplan. Durante el día cumplen con su ‘tarea de mostrarse’, tienen una vida pasiva, pero por la noche, mientras los demás dormimos, se produce el milagro: son ellos los que salen de su silencio inerte y nos vigilan. ‘
Una vez a solas, dan rienda suelta al hechizo’. Cuando el vigilante revisa todo y lo deja en orden, lejos está de imaginarse cuánta vida va a hacer en esa sala durante la noche».