"No sé porqué ese día no me dolían los pies"

La I Marcha Negra recorrió 500 km desde Laciana a Madrid hace justo 30 años, en 1992. Una protesta histórica que este sábado se recordó en Villablino con una concentración, una exposición de fotos de la marcha y un pequeño documental. La ‘marcha’ sigue viva en el recuerdo, es leyenda

Fulgencio Fernández
20/03/2022
 Actualizado a 20/03/2022
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«Salimos a las ocho de la mañana del polideportivo de Pozuelo para cubrir los 10 kilómetros de la etapa final. Era el punto final de una movilización que hizo historia en Laciana y en el resto del país. Todos los lacianiegos estaban allí apoyando, fue un acto como nunca había visto, aquello sobrepasaba todo lo que había imaginado. Lo que no puedo explicar es porqué ese día no me dolían los pies».

Así recuerda uno de los ‘caminantes’ de la histórica Marcha Negra, Alberto Díez Herrero, el final de aquellos 18 días de marcha sobre Madrid, muy duros, con mucho dolor de pies que, sin embargo, no sentía aquel día. Tal vez porque le podíala emoción de saberse «acompañado por 150 autobuses de lacianiegos, unas 40.000 personas».

Fue una movilización que hizo historia en Laciana y en el resto del país. Un acto como nunca había visto, ni imaginado. No puedo explicar es porqué ese día no me dolían los pies  Era el final de una gesta que había arrancado el 8 de marzo de 1992. Se cumplen ahora 30 años de la protesta obrera más bella jamás contada. No parece la palabra bella muy adecuada para un conflicto obrero pero aquella marcha de cientos de mineros desde Laciana hasta Madrid, desde la mina hasta la sede del Gobierno, lo fue. Bella y emotiva, e histórica, puesha entrado en la historia como un modeloy su nombre, la Marcha Negra, se convirtió en un referente aún utilizado. Así lo recordaba Marcelino Fernández Llanos: «Al grito de ‘Viva Laciana’ el engranaje de la serpiente azul (por el color de los monos que todos llevaban) comenzaba a caminar los primeros metros de los 503 kilómetros. El destino era Madrid, como siglos atrás nativos lacianiegos fueron caminando a Valladolid para presentarse a Alfonso X El Sabio, para que los nobles no dilapidaran sus derechos». Era un valle que explotaba, que quería sacar fuera su conflicto después de días de enfrentamientos, incluso violencia. había un conflicto larvado y cargado de tensión. En la calle, en la autopista, los enfrentamientos entre los mineros y las fuerzas dejaban escenas cargadas de violencia, Villablino fue un pueblo casi ‘sitiado’. Desde hacía más de un mes, desde las cinco de la madrugada del 5 de febrero, ocho representantes de los sindicatos permanecían encerrados a más de 300 metros en el interior del Pozo Calderón. Eran Murias y Lastra, Leiguarda y Alfredo; Lago y Pancorbo y Bruzos y Adolfo Bernardo, de Comisiones, UGT,USO y la Asociación de Vigilantes.

Entraron los encerrados en la lampistería donde estábamos sus esposas, todos con barba, gafas, casco y funda. Los nervios no me dejaban distinguirlos, todos abrazados a sus esposas  Su foto fue una constante en la marcha. El periódico La Crónica de León la fue publicando día por día, poniendo debajo el número de días que llevaban en las entrañas del Pozo Calderón, a más de 300 metros. Cincuenta días estuvieron allí y salieron en medio de una gran nevada, con gafas de sol para soportar la luz y los reflejos de la nieve pero, igual quea Alberto no le dolían los pies a estos ocho no les dolían los ojos, ni les encogía la humedad, ni el frío de un día terrible pues en la explanada del pozo no cabía ni un alma más, dando calor.

Ana Arroyo, la mujer de uno de los encerrados, recordaba este momento para el libro sobre la marcha de El Mixto: «A las esposas nos encerraron en la lampistería, donde esperamos ansiosamente. Recuerdo el ruido de la jaula al subir, muy lentamente, o a mí así me pareció. Hasta que el sonido del pito se puso en marcha. Yo nací en el barrio de la Cantina, a escasos metros del Pozo Calderón por lo que este sonido nos avisaba de la entrada de los relevos, pero esta vez el motivo era otro (...) Entraron los encerrados, todos con barba, gafas, casco y funda. Los nervios no me dejaban distinguirlos, todos abrazados a sus esposas y yo seguía sola... Alfredo no estaba y nadie me decía nada. Después supe que los periodistas le habían abordado a la salida de la jaula y no le dejaban pasar».

Tal vez sea apropiada la palabra alma pues hasta los curas del valle estaban en la Marcha, el fallecido Jesús y Ovidio. El primero hablaba en una entrevista en La Crónica de esta experiencia: «Nada tienen que ver aquí las ideas o las creencias, ni las conviccionesreligiosas, no importa si van a la iglesia o no, aquí estamos todos luchando por un futuro mejor».

Y es que la palabra más repetida entre todos los que vivieron aquella experiencia es «unidad».

Ayer se volvieron a reunir muchos en Villablino para conmemorar estos 30 años. Ante una exposición de fotografía fueron rememorando aquellas 18 etapas, recordando que en las primeras etapas, al margen de la ilusión del momento, se puede decir que las gentes del Bierzo los llevaron en volandas. Las orillas de la carretera llenas de gente, en Matarrosa fue impresionante, les esperaba la Coral Matarrosina y allí nació uno de los ritos más conmovedores de cada día: los mineros de rodillas, con casco y mono, la cacha en la mano, cantaban su himno, Santa Bárbara bendita. Aquel día con la coral, desde allí ellos solos y el silencio de unos pueblos y ciudades tan emocionados como impresionados, pero los mineros no ocultaban su miedo a “llegar a Castilla” donde no se conocía su conflicto y el minero en general. Nada más lejos de la realidad. Cada día más gente, los camiones hacían sonar sus claxon, las emisoras nacionales de radio conectaban todos los días en directo, la imagen de la Marcha no faltaba en los telediarios, el veterano Ares, el abuelo de la Marcha siempre en la cabeza del grupo, era el bigote más conocido del país… pero todo se quedaba pequeño ante el momento de echar pie a tierra y cantar el himno… Castilla tampoco le dio la espalda, ni mucho menos, las calles y la Plaza Mayor de Valladolid fue seguramente el momento más multitudinario, aquel himno enmudeció a no se sabe cuántos miles de castellanos. Y así, hasta el final que contaba Alberto.

Treinta años de ‘la marcha’, una leyenda de la lucha obrera. Hubo desde entonces otras muchas Marchas con distintos apellidos pero construidas con el mismo molde. Hace tan solo unos días Laciana volvió a salir a la calle a protestar por la mala asistencia sanitaria, se llamó la Marcha… Blanca. Hija de la Marcha Negra, la más bella protesta jamás contada.
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