"No puede haber una sociedad decente con las conciencias de vacaciones"

Recuperando la memoria. Las familias de las víctimas de los represaliados en el cementerio de Villadangos cuya exhumación se busca estos días tuvieron este sábado un emotivo homenaje, organizado por la ARMH y con la presencia de importantes artistas

Fulgencio Fernández
27/02/2022
 Actualizado a 27/02/2022
La cantante Rozalén, también familiar de represaliado, cerró el emotivo acto. | PACO FERGAR
La cantante Rozalén, también familiar de represaliado, cerró el emotivo acto. | PACO FERGAR
«No puede haber una sociedad decente con las conciencias de vacaciones»

«Somos porque otros nos recuerdan». Fue una de las primera frases pronunciada por el actor Juan Diego Botto, el primer presentador del acto de reparación con los familiares de las víctimas que permanecieron más de 80 años olvidados en Villadangos, donde habían sido asesinados. Y esa frase marcó todo el devenir del emotivo acto que se celebró en el teatro San Francisco (por la mañana se había celebrado otro similar en Villadangos) con la participación de familiares de las víctimas, escritores —Juan Carlos Mestre, Manuel Rivas, Sol Gómez Arteaga, Sergio Peris Mencheta—; actores —como el citado Juan Diego Botto o Javier Bardem y Penélope Cruz, que enviaron su testimonio—; cantantes —Isamil9, Rozalén, Cuco y Luisa Pérez—; periodistas, como Olga Rodríguez, también nieta de víctima; historiadores como Carlos Hernández o miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) con su presidente Emilio Silva a la cabeza.  

La puesta en escena del acto presentaba a cerca de veinte de los familiares de desaparecidos sentados en el escenario, con la foto de su familiar asesinado en las manos. Camino del final del acto cada uno de ellos se acercó al micrófono y dijeron quienes eran ellos e hicieron una breve biografía de los familiares desaparecidos, para dejar constancia de lo que Juan Diego Botto dijo: «Somos porque otros nos recuerdan». Ellos los recuerdan.

No solo los recuerdan, los han buscado. Tal vez por ello el nombre más repetido en el acto fue el de Rufino Juárez, que fue uno de los grandes impulsores de este acto y falleció hace tan solo unos meses, sin poder ‘celebrar’ este día, que habría disfrutado como nadie. Tal vez por ello, Olga Rodríguez, nieta de Santos Valentín Francisco, recordó las trabas que se pusieron a esta exhumación que debería haberse hecho hace unos meses.

Eran tantos los que se quisieron sumar al homenaje que se alargó en el tiempo sin que a nadie le pareciera largo, se iban sucediendo las palabras, los recuerdos, los nombres y una idea, «justicia, dignidad y reparación», en medio de un ambiente de emoción contenida y también contenida alegría por haber podido llegar a este día, por ver a los voluntarios de la ARMH excavando en Villadangos. «Hoy celebramos de alguna manera una victoria, la del empreño de los familiares que atendieron a la llamada de la sangre».

«Somos porque otros nos recuerdan». Isamil9 recordó que la canción que iba a cantar habla de un abuelo, que era Cesáreo Aparicio, y de un nieto en el que no cabe el olvido: El poeta Abel Aparicio. Y quiso poner en el viento tres nombres de quienes no podían conmemorar este día, dos poetas: Miguel Escanciano y Toño Molara y al ya repetido Rufino Juárez.

El primer familiar el tomar la palabra fue Susana, sin apellido, pues ella quería presentarse como «la nieta de Tomás Toral Casado, asesinado el 17 de octubre de 1936 en Villadangos del Páramo», pero quiso añadir un recuerdo que también se repitió varias veces en el acto. «Pero también soy la nieta de María González, la viuda de Tomás, que esperaba su primer hijo, mi padre, para unas semanas después. La abuela jamás se quitó el luto, la conocí siempre vestida de negro»; por ello le parecía tan especial este día, esta acto y las exhumaciones: «La verdad ha aparecido ahora en Villadangos. La verdad siempre sale a la luz; cuando preguntábamos nos daban disculpas, que no había nada, pero la hemos encontrado en Villadangos».

La figura de Tomás Toral, maestro, protagonizó otro de los testimonios, el de Sol Gómez Arteaga, que se quiso fijarse en un detalle que había conocido de este «maestro en Villaornate,  natural de Valderas, asesinado con 33 años, que había creado una biblioteca con libros como La Iliada pero, sobre todo, quiero contaron que un día vio a un pobre y le dio sus zapatos nuevos».  

En esa verdad que sale a flote incidió Emilio Silva, quien recordó que «estas familias llevan muchas décadas esperando que  les miren a la cara. Ellos son quienes han tenido sentido de Estado, que se repare el daño pues no han recibido nada». Y añadió otros recuerdos, se sumó a quienes habían apuntado a la figura de las mujeres y quiso reparar «en quienes han perdido a los amigos, también muy importantes».

Juan Carlos Mestre sabe llegar a los corazones, lo volvió a hacer este sábado con su poema en el que repasa a los sátrapas de nuestra historia, de los que dice: «Son los mismos que en la Edad Media tiraban piedras a los leprosos». Manuel Rivas envió su testimonio con una idea clara frente a quienes dicen que hay «mucha memoria histórica, ¡qué inmenso error! Todo lo contrario, pues no se puede crear una sociedad decente con las conciencias de vacaciones».

Haría falta un libro, no un artículo apresurado de prensa, para contar lo sucedido; sería imposible dibujar los sentimientos de una tarde de emociones encontradas que Rozalén, que cerró el acto, quiso que fuera feliz invitando a cantar con ella... «Yo me subí a un pino verde».

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