‘No hay nada como una buena historia...’

Manuel Cuenya es el encargado de impartir las clases del Taller de composición de relatos de la ULE, cuyos frutos se publicarán desde el 1 de julio en La Nueva Crónica

Víctor S. Vélez
15/06/2019
 Actualizado a 15/09/2019
Las clases del nivel avanzado del Curso de composición de relatos se imparten en el Centro de Idiomas. | SAÚL ARÉN
Las clases del nivel avanzado del Curso de composición de relatos se imparten en el Centro de Idiomas. | SAÚL ARÉN
Como a todo en esta vida, a escribir también se aprende. Bajo esa premisa y para potenciar las vocaciones literarias de los leoneses, la Universidad de León organiza cada año un Taller de composición de relatos en la Escuela de Idiomas del Jardín de San Francisco.

El escritor Manuel Cuenya es el encargado de impartir estas clases de Extensión universitaria todos los jueves por la tarde durante tres horas. El próximo curso volverán a la carga, pero los frutos de lo aprendido por los alumnos de este taller durante el año se publicarán a partir del 1 de julio en La Nueva Crónica. Una selección de los mejores relatos elaborados por el grupo del nivel avanzado en las sedes de León (cada domingo) y de Ponferrada (los lunes) que se sucederán hasta mediados del mes de septiembre.

Las clases del curso de relatos se estructuran en tres niveles (inicial, medio y avanzado), aunque los alumnos pueden optar por inscribirse en el que consideren. «En principio suelen hacer los tres niveles y sirve que lo hagan. Pero también depende de sus niveles porque hay personas que tienen ya mucha destreza narrativa y puede pasar directamente al nivel avanzado», señala el profesor.

El primero de estos niveles se centra en herramientas teóricas que se llevan también a la práctica. Así, los alumnos que quieren mejorar su destreza en el arte de la escritura aprenden a desde qué punto de vista se puede contar una historia, quién lo hace o cómo se configura un narrador. «Vemos la estructura narrativa, cómo son los personajes y cómo se construyen, el espacio y cómo se va a desarrollar el relato, durante cuánto tiempo se desarrolla y si es lineal o no, cómo es el tono…», explica Manuel Cuenya.

Por su parte, el segundo grado del curso aborda los microrrelatos. Los alumnos que se matriculen en este nivel aprenden las características concretas de este género que se basa, en buena medida, en la elipsis y en que el lector tenga que componer buena parte de una historia que se extiende entre dos y diez líneas.

Finalmente, el nivel avanzado se centra en modelos de literatura universal, analizando cómo están construidos. «Ellos tienen que crear una historia que se les parezca aunque con una libertad absoluta. Por ejemplo, tenemos una clase que es la puesta en escena de la locura y abordamos el tema del desdoblamiento de la personalidad en la literatura», explica Cuenya.

Clases temáticas como una de columnas periodísticas o también otra de autores de literatura leonesa como Julio Llamazares, Luis Mateo Diez o Antonio Pereira. Los alumnos tienen una semana de plazo, entre clase y clase, para construir su relato y la metodología se basa en la exposición pública con correcciones en el aula. «En las clases no se escribe nada. Hacemos teorías, comentarios, análisis, construcciones de escenas dialogadas… Vemos qué funciona y qué no y llevamos a cabo un proceso de corrección. Hacemos prácticas de cómo se cuenta una misma historia desde formas distintas: humorística, subjetiva, formal, objetiva, en verso...», apunta el escritor y profesor de estos talleres.

Entre los relatos que se podrán leer a partir de julio en este periódico están algunos como los de Gary Ferrero, quien escribió un monólogo interior de un asesino de la cárcel de Mansilla de las Mulas, o de Marta Redondo, quien se apuntó para explotar su faceta más literaria. También los de Yolanda, gran lectora que se sumó a este curso «por ser muy inquieta» o Pablo que está intentando publicar una novela sobre ciencia ficción.

Personas todas ellas con afición por leer porque, como asegura su profesor «la lectura lleva a la escritura». «Manuel nos manda deberes y sacamos de nuestro tiempo para hacerlos. Luego resolvemos las dudas en clase con la teoría y aprendemos mucho», asegura Marta Redondo, alumna del curso y colaboradora de este periódico.
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