"No es una historia trágica, aunque sí los hechos reales que la inspiran"

La escritora María Luisa Prada saca a la luz las durísimas condiciones de vida de las personas que trabajaron en el interior de las llamadas ‘campanas’ utilizadas en la cimentación de Ensidesa en Avilés

Joaquín Revuelta
03/12/2019
 Actualizado a 03/12/2019
María Luisa Prada el pasado mes de octubre en el Mirador de Vegamián.
María Luisa Prada el pasado mes de octubre en el Mirador de Vegamián.
Desde 2004 la escritora mierense María Luisa Prada Sarasúa viene desarrollando una intensa actividad literaria que se ha traducido hasta la fecha en la publicación de diez novelas, algunas de ellas estrechamente ligadas a la provincia de León, como es el caso de su segunda publicación, ‘Bajo el agua’ (2005) en la que se hacía eco de la construcción del embalse del Porma que anegó varios pueblos, entre ellos Vegamián, donde la autora veraneaba de niña. La más reciente, ‘La insólita historia de Damián Casares’ (KRK Ediciones), saca a la luz las duras condiciones de vida de quienes hicieron posible la construcción de Ensidesa, trabajadores llegados de otras provincias más pobres en busca de un futuro más prometedor, una historia de la que se pueden extraer lecturas de cara al momento actual, pues algunos aspectos no han cambiado en exceso a pesar de los años transcurridos. «La novela pretende ser un homenaje a los trabajadores, a los de antes y a los de ahora, porque en realidad yo creo que en cada familia hay siempre emigración», sostiene la autora residente en Gijón, que llegó a la historia de los trabajadores que levantaron Ensidesa de forma casual. «Hace ya tiempo gente que me conocía me sugirió que escribiera algo sobre las ‘campanas’ de Avilés. Al principio pensé que se referían a las campanas tradicionales y no mostré demasiado interés hasta que empecé a indagar en lo que realmente ocurrió y efectivamente los que vinieron en aquel momento eran los ‘sin papeles’ de ahora, porque aparte de que la documentación entonces no era obligatoria –el carnet de identidad lo tenían determinadas personas–, los que vinieron a trabajar se encontraron con trabajos tan duros como el referido a las ‘campanas’, que eran estructuras de hormigón ancladas en el barro y colocadas a diez metros de profundidad, en las que se debía inyectar una fuerte presión de aire que permitiera el trabajo de varios hombres en su interior. Esas personas, sin el más mínimo material de protección, bajaban a cavar la tierra alejando el agua de las marismas hasta llegar a un suelo firme que permitiera la cimentación», explica.

María Luisa Prada comenta que desde que salió la novela, hace poco más de una semana, hay gente que le pregunta si lo que cuenta en realidad sucedió así. «A principios de la década de los cincuenta fue cuando se empezó a construir Ensidesa, pero en las décadas siguientes, los años sesenta y setenta, gente que conocía lo que había sucedido siguió sin poder contarlo», argumenta la autora asturiana, que destaca que mucha de la mano de obra procedía de regiones como Extremadura, Andalucía e incluso de León. «De hecho hay gente aquí que comenta que Extremadura en lugar de dos capitales tiene tres: Cáceres, Badajoz y Avilés, tal fue la cantidad de personas que llegaron procedentes de aquella región empobrecida. En este sentido Las Hurdes, de donde es originario el personaje que da título a la novela, era lo más paupérrimo entonces», señala Prada, que describe en la primera parte la llegada de esas personas y cómo se creó en la burguesa sociedad avilesina de la época un sentimiento de aporofobia. «Aquello supuso para muchos un rechazo que ahora lamentan pero que desde luego existió», señala la autora, tal que así que, transcurridos 60 años de aquel episodio, el apodo de ‘coreanos’ pervive en los descendientes de aquellos trabajadores.

La explanada donde se ubica actualmente el Centro Niemeyer de Avilés es donde se encontraban los altos hornos y sus cimientos fueron construidos por aquellos ‘campaneros’, una terminología que hacía referencia a las personas que se introducían en aquellos cajones indios, rebautizados como ‘campanas’,  para cimentar lo que era la ría de Avilés. «Fíjate que en Avilés los mineros estaban acostumbrados a las duras condiciones de trabajo dentro de la mina, pues preferían estar allí a tener que hacerlo en el interior de aquellas ‘campanas’, donde les estallaban los oídos por la despresurización. La situación de aquellas gentes era realmente difícil de explicar», asegura Prada Sarasúa, quien a la hora de crear al personaje que da título a la publicación se inspiró en algunas de las historias que le contaron sobre estos primeros trabajadores de Ensidesa. «En el caso de esta novela me daba un cierto pudor porque hay gente que todavía vive y no quería que en la descripción de personajes y situaciones alguien se sintiera molesto», reconoce la escritora mierense, que vive expectante ante las presentaciones que ‘La insólita historia de Damián Casares’ va a tener este jueves en Gijón, su ciudad de residencia, y el 18 de diciembre en el Museo de la Historia Urbana de Avilés, no teniendo cerrada aún la fecha de una tercera presentación en Llaranes, «que es uno de los barrios de Avilés que construyeron entonces para los obreros, empleados y técnicos medios y superiores, diferenciándose las casas en función de la categoría profesional, lo que contribuyó a crear una diferencia que aún pervive».

María Luisa Prada se muestra muy satisfecha del diseño de la portada de la novela realizada por su sobrina, la ilustradora Ana Prada, y que es un montaje fotográfico de dos imágenes que muestran el campanario de la iglesia de Casares de Las Hurdes, cedida gentilmente por el Ayuntamiento de esa localidad cacereña, y las ‘campanas’ utilizadas en la construcción de Ensidesa, una fotografía facilitada por el Instituto de Estudios Asturianos que tiene su sede en Oviedo.

La autora confiesa que para escribir una novela siempre tiene que tener claro el principio y el final de la misma. «No es una historia trágica aunque los hechos reales en los que se inspira sí lo fueran. La trama habla de amor, de generosidad, de envidia, de celos, de muchísimas cosas, pero al final es reconfortante. De hecho, a partir de la publicación de la novela me han llegado comentarios de algunos superviventes de aquel periodo que dicen que es verdad que aquello fue muy duro pero que alguien lo tenía que hacer. La novela va a gustar porque es muy cercana, cuenta realidades, como la misma vida, pero al final te reconforta», sostiene Prada Sarasúa.
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