Mucho arroz para poco pollo

Pedro Ludena comenta la nueva película de Ridley Scott 'Napoleón'

Pedro Ludena
01/12/2023
 Actualizado a 01/12/2023
Joaquin Phoenix en su caracterización de Napoleón Bonaparte para la película de Ridley Scott.
Joaquin Phoenix en su caracterización de Napoleón Bonaparte para la película de Ridley Scott.

‘Napoleón’

Director: Ridley Scott

Intérpretes: Joaquin Phoenix, Vanessa Kirby, Matthew Needham

 Género: Biográfica / Bélica

Duración: 158 minutos

Napoleón, una figura clave en la historia de la humanidad, pero que nunca ha tenido un tratamiento cinematográfico a la altura de su importancia, es llevado a la gran pantalla, no por primera vez, pero sí a una escala nunca antes vista, por Ridley Scott, quien teniendo tanto que contar, acaba dejando con ganas de más. 


‘Napoleón’ se presenta como una película biográfica con una propuesta clásica, siguiendo los pasos de un personaje histórico desde sus orígenes hasta el ocaso de sus días, algo que hemos visto incontables veces de la mano de infinidad de autores, a veces contando la vida de una misma persona desde perspectivas tan diferentes que hacen que parezca otra. Y es que ahí reside el auténtico secreto de un gran ‘biopic’, recontar una vida, o una parte de ella, con un giro propio, un toque de gracia que haga surgir una historia de otra, como solo la ficción puede hacerlo, porque si se limitase a ilustrar lo que sale en los libros, no sería más que un documental con actores. Ridley Scott ha entendido la teoría, declarando que él no pretende dar una lección de historia a nadie, pero no ha estado acertado en la práctica. Porque está claro que no sigue al pie de la letra la verdadera historia del emperador francés, pero no ha sabido dar con la suya propia. 


Antes de seguir debemos mencionar que el estilo del realizador es, por así decirlo, ‘anónimo’. Que no lleve a malentendido, el nombre de Ridley Scott aparece en mayúsculas en todos y cada uno de los pósteres de sus trabajos, sirviendo de un reclamo tan efectivo, o más, como el de los rostros de las estrellas que los protagonizan. Pero si encontráramos a una persona que jamás hubiera visto una cinta suya, digamos que lo sacamos de una cueva, y le proyectamos ‘Alien’ y a continuación ‘Gladiator’, jamás llegaría a imaginar que la misma persona se encuentra detrás de ambos títulos. Sin embargo, sí que hay algo que tienen en común, así como con el resto de la filmografía del británico: que no tienen nada que ver. Scott no tiene una seña de identidad propia, como la estética colorida y simétrica de Wes Anderson; ni un actor fetiche, como Robert De Niro para Scorsese; ni un tema recurrente, como el tiempo en el caso de Christopher Nolan; él se centra en hacer la mejor película posible a cada nueva oportunidad, cubriendo sus huellas hasta que él único rastro que deja está en los créditos finales. La garantía de su ‘anonimato’ reside precisamente en dichos créditos, donde figura como director, pero nunca como escritor, a diferencia de los cineastas mencionados. Este estilo de dirección ‘invisible’ le ha servido para colocar muchas de sus obras entre las más populares de las últimas décadas, apostando por grandes historias que se centran en satisfacer al público más que a engrandecer su propio ego, priorizando el cine de entretenimiento por delante del de autor. Pero a la hora de contar una vida tan real y documentada como la de Napoleón Bonaparte, esta objetividad juega en su contra, sintiéndose por momentos más como una recreación que como una verdadera historia. 

 

Imagen poster
Cartel de 'Napoleón' de Ridley Scott. 

El director de ‘Blade Runner’ ya confirmó en su día que el corte original de ‘Napoleón’ se extiende hasta las cuatro horas de metraje, una versión que solo llegará al streaming, de la mano de ‘Apple TV+’; mientras que la versión cinematográfica dura dos horas y cuarenta minutos, que puede parecer mucho, pero es el resultado de amputar un tercio entero de la cinta. Una escisión de tal magnitud no pasa desapercibida, hay cortes abruptos constantes y especialmente notables en el primer acto, con batallas que terminan a la mitad y un ascenso al poder injustificadamente rápido, que resta peso a cada una de las decisiones del protagonista, cuyas motivaciones no consiguieron llegar al corte final. Desde luego la película no se hace aburrida en ningún momento, pero se siente desafinada, saltando de una escena a otra de una manera casi episódica, mostrando algunos de los eventos más relevantes de la vida el emperador, pero no la sucesión lógica que le llevó hasta ellos. 


Con esto llegamos al principal problema de ‘Napoleón’, su falta de equilibrio. El rumbo de la película no sigue un curso congruente y hace que uno se sienta siempre un paso por detrás de la narración, que parece centrarse en un drama romántico entre el tirano y su emperatriz Josefina, solo para desviarse repentinamente a una batalla cargada de acción y violencia, que son los momentos donde la cinta realmente brilla. No hay una biografía como tal porque uno no va descubriendo al protagonista, sino que se le presenta con los mismos vicios y virtudes con los que termina, reduciéndolo a poco más que un bruto con delirios de grandeza. No dudo que el todopoderoso Napoleón tuviera el carácter violento y egocéntrico con el que aquí se le dibuja, pero no se profundiza en su contrastada capacidad estratégica o en la emoción de sus éxitos militares, brindándonos un retrato apagado y casi caricaturesco del que fuera de uno de los gobernantes más prominentes de Europa. Al final, la inmensa producción y puesta en escena se sienten inmerecidas, como quien dispone una gran mesa para un solo comensal, tal y como se sentaría a comer el mismo Bonaparte. 


‘Napoleón’ no es para nada una mala película, pero sí fallida, que se siente como una oportunidad desaprovechada para llevar a la gran pantalla a un personaje potencialmente más complejo e interesante del que expone Ridley Scott. Puede que, en manos de otro autor, capaz de imprimir su propio sello en una figura archiconocida, la trama hubiera sabido centrarse en lo que verdaderamente quiere contar, comprometiéndose con la relación de amor frustrado con Josefina, o bien con la épica de sus batallas. Sin embargo, esta vez las medias tintas no han bastado para inscribir a ‘Napoleón’ como una nueva obra maestra en la carrera del director.

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