Mirando a Foncastín... y recordando a Emilio

Versos a Oliegos se celebró este año en una pradera de Donillas, sin la presencia de antiguos habitantes de Oliegos a causa de la pandemia por lo que, aunque no estuvieron presentes los recuerdos hacia ellos, hacia su nueva vida en Foncastín fueron constantes

Fulgencio Fernández
08/08/2021
 Actualizado a 08/08/2021
Una edición pasada de 'Versos a Oliegos'. | L.N.C.
Una edición pasada de 'Versos a Oliegos'. | L.N.C.
'Versos a Oliegos’ —«aquella historia que nació de manera casi espontánea», según recordaba Rogelio Blanco— volvió un año más a las praderas de algún pueblo de la comarca. Ya era el primer logro de la cita, una de las pocas que no derrotó la pandemia y, con sus restricciones, se siguió celebrando en la edición de 2020 y regresó este sábado a Donillas, en una preciosa pradera a orillas del río. Un buen número de vecinos acudieron a la cita aunque los más habituales señalaban que «antes de la pandemia había más gente, iba cogiendo una dimensión incluso inesperada. A ver si pasa esto y volverá a ser igual».

A los primeros que se echaba en falta era a uno de los grandes protagonistas, los vecinos de Foncastín, el pueblo hacia el que tuvieron que marchar los vecinos de Oliegos cuando se cerró el pantano que, según contaba uno de ellos —Carlos Carrera— «no creímos prudente poner un autobús como otros años, la situación es la que es y a quienes más ilusión les hace el reencuentro es a los mayores y ya tienen una edad, hay que cuidarlos. Otro año será».

Para todos esos que no pudieron venir tuvo un bello recuerdo una de las conductoras del acto, Elena Rodríguez, la compañera de La 8 de Televisión, que le puso nombre y apellidos a los ausentes, a los que se quedaron en Foncastín —«el pueblo más leonés de Valladolid», en sus propias palabras— y a los que pudo conocer para documentarse para la celebrada serie de reportajes sobrelos pueblos anegados por pantanos Hundidos, cuyo primer capítulo dedicó precisamente a este de la Cepeda bajo el título de ‘Villameca, el destierro olvidado’, del que ahora se cumple 80 años.

Quienes sí estaban por la pradera era una buena representación de la importante nómina de escritores de La Cepeda o vinculados a ella: el citado Rogelio Blanco, Ricardo Magaz, Tomás Álvarez, Omar Alvarado, Armando Ramos, Ignacio Redondo Castillo... y otros muchos que forman parte de la lista de más de cincuenta escritores que colaboran en la edición de este año de Versos a Oliegos, que los autores iban firmando mientras avanzaba la tarde de versos y recuerdos, con la mirada puesta en Foncastín.

Entre los recuerdos se repetía el impactó que a muchos les había causado el pequeño documental que hace unos meses circuló por las redes sociales, procedente de los fondos del No-Do de Televisión Española que narraba —con la engolada voz del No-Do— las últimas horas en su pueblo de los vecinos de Oliegos, con la famosa escena de la llave que uno de ellos tira al cerrar la puerta, consciente de que allí no va a volver a entrar jamás... La siguiente escena ya es la fila de carros cargados de enseres camino de la estación de Porqueros, donde embarcaron hacia las tierras en las que este sábado estaban puestas las miradas...

Como cada año.



Homenaje a Emilio Cabeza

La tarde de Versos a Oliegos en Donillas arrancó con un emotivo acto previo en el que se rindió homenaje en su pueblo al que fuera el alcalde que más años ostentó este cargo en Quintana del Castillo, fallecido el pasado mes de noviembre.

En este acto, con los sentimientos a flor de piel, el actual alcalde descubrió la placa que anuncia que una calle de esta localidad se llamará, se llama ya, calle del alcalde Emilio Cabeza Martínez.

Su sucesor, Manuel Menéndez, y el presidente dela Junta Vecinal, Javier Calvo, recordaron la figura de quien siempre ejerció «de generoso vecino, preocupado por todos, y de socialista de verdad». Al acto acudió una representación de la Diputación encabezada por José Pellitero. Pero además de‘los cargos’ tomaron la palabra vecinos, amigos y trabajadores municipales, quienes aseguraron que «la de Emilio era una amistad inquebrantable, jamás fallaba». Recordaron su figura recorriendo los pueblos en moto, hablando con todos los vecinos, «riñendo con ellos si hacía falta pues era un hombre de carácter, pero siempre remataba con una frase: hay que limar asperezas...». Y al recordar este aspecto reivindicaron su personalidad de hombre sin doblez que «trataba exactamente igual a cualquier autoridad, con la verdad por delante, para él todos éramos iguales». César de Abano leyó un poema que comenzaba: «Hubo, hace poco tiempo, un insigne cepedano».

Pero la tensión emocional de la reunión se multiplicó cuando subieron al estrado la viuda y las hijas del recordado alcalde. Dieron las gracias y arrancando palabras al dolor una de sus hijas quiso recordar los numerosos esfuerzos que hizo por su tierra. «Nosotros fuimos parte de esos sacrificios y estamos muy orgullosas de haberlo sido, pues siempre fuimos conscientes de que a mi padre ayudar a su tierra le prestaba por el alma».

La música del grupo Aires de Perales relajo un ambiente que se había cargado de sentida emotividad.
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