Biblioteca de Cervantes
Es evidente –lo digo por experiencia– que, con mayor o menor fortuna, los libros que cada cual lee influyen en su propia vida, dependiendo de muchos factores y momentos. Miguel de Cervantes, como es obvio, dispondría de una espléndida colección de ejemplares de los que no solo se sentiría orgulloso, sino que, a la menor ocasión, se referiría a ellos. Y este es el caso en que uno de los libros leoneses de aquel tiempo aparece en la biblioteca particular de su «Quijote». Me estoy refiriendo, en concreto, a El León de España, de Pedro Vecilla Castellanos. Veamos:Capítulo VII: ‘De la segunda salida de nuestro buen caballero Don Quijote de la Mancha’.
Estando en esto, comenzó a dar voces don Quijote, diciendo:
Aquí, aquí, valerosos caballeros; que los cortesanos llevan lo mejor del torneo.
Por acudir a este ruido y estruendo, no se pasó adelante con el escrutinio de los demás libros que quedaban; así, se cree que fueron al fuego, sin ser vistos ni oídos, La Carolea y León de España, con Los Hechos del Emperador, compuestos por don Luis de Ávila, que, sin duda, debían de estar entre los que quedaban, y quizá, si el cura los viera, no pasaran por tan rigurosa sentencia.
El libro El León de España fue publicado en el año 1586, diecinueve años antes de que «El Quijote» saliera de la imprenta, por lo que es comprensible que Cervantes tuviera en su poder un ejemplar. Y si lo tenía, nadie va a poner en duda que sería por algo muy especial, ya que en él se habla de Astorga, de la fundación de nuestra ciudad, del martirio de san Marcelo y sus hijos o de otros santos y lugares leoneses, como, por ejemplo, de la encartación del Curueño y de su leyenda junto al río Porma. Temas, en cualquier caso, que pueden resultar muy arduos o aburridos si el lector no se identifica especialmente con ellos.
Otros pasajes donde se habla de León en "El Quijote" de Cervantes
No pretendo quitar el más mínimo protagonismo a La Mancha, ese lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, pero comprenderéis que es de justicia revisar y propagar todo aquello que de León posee esta obra inmortal.
Así, continúo, en el capítulo XXXIX, precisamente DONDE EL CAUTIVO CUENTA SU VIDA Y SUCESOS, llama la atención la primera frase que dice así:
En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agradecida y liberal la naturaleza que la fortuna, aunque en la estrecheza de aquellos pueblos todavía alcanzaba mi padre fama de rico, y verdaderamente lo fuera si así se diera maña a conservar su hacienda como se la daba en gastalla.
Sorprendente, ¿verdad? Pues aún hay más:
En el capítulo XLII, QUE TRATA DE LO QUE MÁS SUCEDIÓ EN LA VENTA Y DE OTRAS MUCHAS COSAS DIGNAS DE SABERSE, leemos:
El cautivo, que desde el punto que vio al oidor, le dio saltos el corazón y barruntos de que aquél era su hermano, preguntó a uno de los criados que con él venían que cómo se llamaba y si sabía de qué tierra era. El criado le respondió que se llamaba el licenciado Juan Pérez de Viedma, y que había oído decir que era de un lugar de las montañas de León.
Y, por si había alguna duda al respecto, seis párrafos más adelante, seguimos leyendo:
–Y ¿cómo se llamaba ese capitán, señor mío? –preguntó el oidor.
–Llamábase –respondió el cura– Ruy Pérez de Viedma, y era natural de un lugar de las montañas de León...
¿Por qué esa obsesión de Cervantes en repetir que era de León el tal Pérez de Viedma? ¿No sería porque, realmente, Cervantes tenía algo que ver con nuestra tierra?
Termino, y lo hago en esta ocasión para ir a la segunda parte de «El Quijote», donde en el capítulo XII, DE LA EXTRAÑA AVENTURA QUE LE SUCEDIÓ AL VALEROSO DON QUIJOTE CON EL BRAVO CABALLERO DE LOS ESPEJOS, podemos leer cómo «los leoneses» anteceden a los tartesios, castellanos y caballeros de la Mancha, de la siguiente forma:
—¡Oh la más hermosa y la más ingrata mujer del orbe! ¿Cómo que será posible, serenísima Casildea de Vandalia, que has de consentir que se consuma y acabe en continuas peregrinaciones y en ásperos y duros trabajos este tu cautivo caballero? ¿No basta ya que he hecho que te confiesen por la más hermosa del mundo todos los caballeros de Navarra, todos los leoneses, todos los tartesios, todos los castellanos y, finalmente, todos los caballeros de la Mancha?
Pequeños ‘guiños’ leoneses
En más de una ocasión he leído que Cervantes escribió «El Quijote» usando determinadas palabras y giros que los leoneses recibían por transmisión oral de generación en generación; palabras que, por cierto, no existían en ninguna otra lengua peninsular. Bien es cierto que, con un poco de atención, estas se pueden encontrar a lo largo de varios pasajes. Así podemos admitir como «nuestras» expresiones o palabras tales como: «en un mesmo día», «no tan apriesa», «todo va bien hasta agora», «trujo consigo», «ansimesmo pensaba» o, en fin, la tan conocida palabra «maña» –en vez de destreza o habilidad–, que todavía hoy se sigue usando con asiduidad en nuestra lucha leonesa, y que ya quedó reflejada en un pasaje anterior.Sorprende también, así lo pienso, cómo Cervantes transmite nuestras costumbres en boca de sus personajes literarios. Y para muestra un botón:
...el cual me contó un caso que a su padre con sus hermanos le había sucedido, que, a no contármelo un hombre tan verdadero como él, lo tuviera por conseja de aquellas que las viejas cuentan el invierno al fuego.
¿Esta frase no se puede relacionar, aunque sea mínimamente, con nuestros «filandones», «filanderos» o «hilorios»? En mi modesta opinión, no hay duda; como tampoco la tiene Alfonso Camín, autor del libro «Don Suero de Quiñones (de cómo encontró Cervantes la figura de Don Quijote)», al asegurar –según destaca desde el mismo prólogo– «que probaremos que siglo y medio antes de que el insigne alcalaíno escribiese su primera y su segunda parte de ‘Don Quijote de la Mancha’, vivieron su vida mortal, no solamente el hidalgo y su dama, sino otros personajes de la gran obra española. Existió Don Quijote –continúa diciendo Alfonso Camín–, llamándose don Suero de Quiñones, leonés de abolengo, nacido en Laguna de Negrillos y héroe principal de las Justas del Passo Honrosso».
¿Escribe Cervantes, en su «Quijote», algún comentario al respecto? Pues, sorprendentemente, así es, dentro del Capítulo XLIX, de la primera parte. Y lo hace de la siguiente manera, incluyendo una de las palabras ya comentadas con anterioridad:
...Niéguenme asimesmo que no fue a buscar las aventuras a Alemania don Fernando de Guevara, donde se combatió con micer Jorge, caballero de la casa del duque de Austria; digan que fueron burla las justas de Suero de Quiñones, del Paso...
Curioso, muy curioso es comprobar cómo en las páginas de «El Quijote» estos mínimos detalles, tan esclarecedores, llegan a tocar el corazón de los leoneses.
Sobre el apellido Cervantes y conclusiones
La biografía de Miguel de Cervantes señala que este nació en Alcalá de Henares en el año 1547. Su familia, sin embargo, procedía de Galicia. Y es en este último dato donde podemos encontrar determinadas cercanías con el pueblo leonés.Buscando esa proximidad, encontré las palabras de José María Castroviejo, quien viene a indicar lo siguiente: las hermosísimas montañas del Cervantes galaico, recuerdan la relación del topónimo del mayor ayuntamiento de Galicia con el ciervo. Pues bien, el escudo nobiliario de los Cervantes –como explica José María Castroviejo– incluye, sobre un fondo verde, no una sino dos ciervas con la divisa: «Dos ciervas en campo verde –la una pace y la otra duerme–. La que pace, paz augura. La que duerme, la asegura.»
Y siguiendo con esa proximidad, Alfonso Camín, el autor del libro ya comentado, dice que la frase de Cervantes «En las montañas de León tuve yo mi linaje» es la afirmación de que los antecesores de Cervantes procedían de las montañas del norte; en concreto, de un lugar entre León y Galicia, entre Ponferrada y la provincia de Lugo.
Si todo ello fuera cierto, estarían aclaradas muchas de nuestras dudas: Miguel de Cervantes Saavedra conocía muy bien León y, por ello, como ya he indicado, reflejó en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha determinados paisajes, historias, costumbres, palabras y modismos de nuestra tierra. ¿Quieres comprobarlo releyendo o descubriendo por primera vez la lectura de «El Quijote»? En definitiva, esa fue –lo confieso– mi primera intención: buscar las «cosquillas» al lector «dormido», especialmente las del lector leonés, invitándole a leer la obra literaria española más universal ahora que, en verano, disponemos de más luz y tiempo libre. ¿Quieres? Que la disfrutes.