A la conclusión de cada uno de sus episodios, El Super Ratón, mítico personaje de animación nacido al amparo de la factoria Terrytoons, solicitaba a sus seguidores que ‘se supervitaminaran y se mineralizaran’. Y esa imagen del dibujo animado me viene siempre a la cabeza cuando pienso en
Marco Mezquida, en su superlativa capacidad para volcarse en toda clase de proyectos, en todas esas ‘vitaminas y minerales’ (o lo que es lo mismo: cientos y cientos de horas de intensísimo trabajo) de las que ha ido haciendo acopio, sin haber superado la treintena aún, para convertirse en una de las piezas más estimulantes y reputadas del jazz nacional. Esa versatilidad, esa habilidad para adaptar sus condiciones y su indiscutible talento a las realidades de las abundantes empresas creativas en que se ha visto inmerso a lo largo de los últimos años, se manifiesta con absoluta claridad en este
festival de jazz de Ponferrada donde su presencia se repite en el programa de actividades. Si ayer se presentaba en su marco integrado en el grupo del baterista mirandés Gonzalo del Val, formación a la que pertenece desde hace una decena larga de años, hoy volverá a situarse frente al público berciano para, liderando su propio trío, presentar (
Castillo de los Templarios, 21 horas, entradas a 12,50 €) su último proyecto discográfico,
‘Letter to Milos’, dedicado a su hijo en su primer año de vida. «Siempre he intentado ser muy generoso musicalmente, lo que me ha permitido formar parte de proyectos de músicos importantes que han querido contar conmigo y que han accedido a que mi música, mi piano y mi forma de ser estén en ellos. Siempre he entendido la música desde esta perspectiva, aproximándome a diferentes palos, como el jazz, la música improvisada o la música clásica. Toda esa actividad me ha dado mucha energía para desarrollar mi faceta como líder en mis proyectos como creador, como músico que anda a la búsqueda de un sello propio y que lo defiende. Ese ha sido el balance y el equilibrio de todos estos años», indica el propio Mezquida, pianista menorquín de dilatadísima trayectoria que cuenta con una veintena de discos a su nombre y que ha aparecido en otros cuarenta más como colaborador de otros músicos, a propósito de una acción artística que se desenvuelve en la variedad y se construye de una manera natural. «Es algo orgánico. Creo estar preparado para entender la música de cada proyecto, ver estética y energéticamente lo que pide cada momento y cada lugar y comprender a cada uno de los artistas con los que he trabajado para buscar el sonido de grupo que se pretende. Silvia Pérez-Cruz, Chicuelo, Salvador Sobral, el trío MAP… Son músicos totalmente diferentes con los que me he sumergido en la búsqueda de un sonido muy concreto y un desarrollo muy especial, y esas son las cosas que me gustan de mi manera de ser musical: la versatilidad y las ganas de que pasen cosas diversas…».

La lista de músicos con los que ha colaborado Marco Mezquida realmente impresiona y a ella, a cada instante, se van sumando representantes del Olimpo jazzístico nacional e internacional: Lee Konitz, Dave Liebman, Chris Cheek, Bill McHenry, Eliot Zigmund… «Todos los vínculos que se establecen tienen que ver con las ideas de compartir y de amor por la música, con la alegría de crear…». De igual manera, los proyectos que ha ido articulando la trayectoria del pianista le ha permitido sumirse en paletas sonoras de diferente color y algunos de ellos aún se mantienen vivos: el dúo con la cantante Silvia Pérez Cruz, el trabajo en común con el guitarrista flamenco Chicuelo, los tríos MAP (este ya visitó tierras leonesas) y Pieris, el tándem con la bailarina Sol Picó (Mezquida ha puesto su talento al servicio de otras disciplinas artísticas, como el teatro o la danza), sus solos de piano… A Ponferrada acude con el trío donde se integran el violonchelista Martín Meléndez y el baterista y percusionista Aleix Tobias con los que, antes de ‘Letter to Milos’, ya había grabado ‘Talismán’ (2020) y ‘Ravel’s Dreams’ (2017). Su nuevo disco es la suma de diferentes momentos sonoros, una especie de álbum de cromos musicales inundado cada uno de ellos de numerosas emociones que se relacionan estrechamente con el universo de los sentimientos y que nacen de un hecho muy concreto: el primer año de vida de su hijo Milos. «Cada una de las canciones tiene su propio motor. Algunas son más naïf, otras más sofisticadas, unas más melódicas y otras un pelín más abstractas… De alguna manera, muestran mi reflejo musical y mi deseo de abordar diferentes palos, siempre con un sonido de trío muy peculiar, muy personal». Parte de esa singularidad reside en las aportaciones de sus dos acompañantes: Tobias, un percusionista de enorme creatividad, procede de la música popular y Meléndez, de la música clásica. «Son canciones hechas pensando en ellos, en esa formación, en las sonoridades que puede ofrecer el trío». Los dos disfrutan de una indiscutible vocación abierta, lo que redunda favorablemente en un disco redondo en el que Mezquida, confiesa, ha volcado «el lirismo que me habita y mis muchas convicciones».

El disco huye de la etiqueta, «me interesa más la etiqueta Marco que la etiqueta jazz», y el corsé y, por eso, hace del eclecticismo una de sus principales señas de identidad. «Quien conoce la etiqueta Marco sabe que puede haber jazz, pero también música clásica, improvisación, pop, lirismo, funky… Puede haber muchas cosas. Me interesa trascender la etiqueta jazz porque, al final, cada uno ha de ofrecer su propio menú. En el caso de este disco no lo hago por transgredir sino porque los músicos que me acompañan me inspiran un abanico amplio de colores. La creación del artista del siglo XXI bebe de muchas cosas. Todos nos nutrimos de muchas influencias y en mi caso el jazz es sólo una parte.
‘Letter to Milos’ se desenvuelve en el terreno de las emociones y las sensaciones y la referencia al hijo refuerza aún más su esencia. «Es un regalo para el pequeño Milos en su primer año de vida. Por la alegría y la belleza de la vida maravillosa de este bebecito que es una joya. Son las canciones que hice después de la pandemia marcadas por esta época que nos ha tocado vivir donde ha habido alegrías y también momentos menos alegres».
‘Vitaminas y minerales’ forman parte de la dieta permanente del músico de Maó y el sustento para que nuevos proyectos vean ya la luz: un dúo con Andrea Motis, la composición de un concierto para piano y orquesta, otro dúo con el gran pianista Moisés Sánchez, nuevas partituras para una formación de jazz… «Cada proyecto tendrá lo suyo». Ahí está la envergadura y el peso del legado que día tras día va dejando Marco Mezquida, un auténtico privilegiado al disfrutar y vivir de lo que realmente le fascina y le atrapa: la música. Y precisamente por ello, mantiene un alto nivel de autoexigencia que avala toda su labor creativa. «Soy una persona relajada. Ni soy un maniático ni me fustigo. Sin embargo, al mismo tiempo quiero que mi nivel de excelencia sea cada vez más alto porque también ni nivel de exigencia crece. Desde los 23 años, y ahora tengo 35, cada situación me ha obligado a más responsabilidad y se esperaba más de mí. Eso fue alimentando mi ilusión por convertirme en un músico lo más excelente posible dentro de mis posibilidades. Sé muy bien dónde estoy yo y donde están Keith Jarrett y Brad Mehldau. Mis referentes son muy potentes y yo aspiro a llegar a su nivel de personalidad musical. Y en esas estamos…». Y en esa faceta de músico, se distingue con brillo propio la necesidad de pisar escenario y de estrechar lazos con el público. «Mi mayor deseo es salir a los escenarios, pasármelo bien y que la gente salga feliz, emocionada, ilusionada…».