No tienen nada que ver con el restaurante de Estrella Michelín y dos Soles Repsol ubicado en Vigo a pesar de ser homónimos. Aun así, el destino juega su azar haciendo llegar a Maruja Limón a la capital leonesa para celebrar una cita que no deja a un lado la gastronomía. Sus seis integrantes forman parte del cartel del bautizado como Cecina Fest; un evento en el que compartirán escenario con Muchachito Bombo Infierno y con los oriundos de Benavides de Órbigo, Catalina Grande Piñón Pequeño.
El conjunto nace en Barcelona hace algo más de una década y, desde entonces, ha ido evolucionando «orgánicamente». Así lo explica la responsable de batería y percusión, Eli Fabregas, describiendo su recorrido como uno «gradual y muy muy trabajado» que resume en una oración: «No lo hemos tenido fácil». Y es que desde aquel año 2014 que puso en el mapa musical a las integrantes de Maruja Limón, la industria ha sido testigo de numerosos cambios que han modificado sus formas de consumo y de producción. «Estamos en una etapa en que la gente joven no nos suele escuchar y eso lo notas también; que sigues teniendo una ‘fanbase’ un poquito de tu edad», señala: «Nosotras siempre hemos creído en nuestra manera de hacer como algo original y carismático, manteniendo nuestra marca porque si no, al final, todo el mundo acaba haciendo lo mismo».
Confiesa Eli Fabrega que su grupo ha «tenido que buscarse bastante la vida fuera»; algo que –dice– «les pasa a muchas bandas». «En España la gente consume mucho indie, mucho rock y ha sido en Europa, a nivel internacional y tal, donde hemos encontrado que tenemos un público que nos cuida muchísimo», relata describiendo su sonido como «bastante original». La palabra «mestizaje» se repite al hablar sobre la música de Maruja Limón. «Usamos instrumentos modernos y del folclore, como la guitarra española tocada con palos flamencos, pero la pasamos por una producción más modernita con pinceladas de electrónica», cuenta sobre un repertorio que le presta especial atención a sus letras: «No solemos hablar del amor o el desamor, que también lo hacemos, pero tenemos la idea de hablar de cosas más actuales, más activistas, donde pongamos nuestros valores». Las de Barcelona defienden una apuesta férrea por los instrumentos y los mensajes. «Todas hemos estudiado nuestras cositas para poder tocar los instrumentos y mezclar eso con ordenadores también es chulo», refleja la batería.
A ella se suman en la nómina de integrantes las vocalistas Sheila Quero y Esther González, la trompetista Mila González, la guitarrista Vicky Blum y la bajista Carla González. Entre ellas reina un denominador común sonoro que no es otro que el flamenco, aunque sus influencias son variadas. «Cada una puede tender para un lado o para otro y un poquio de disparidad mola en las bandas», opina Fabrega: «Somos tantas cabezas pensantes que a veces salen cosas maravillosas y no tan pensadas para que al público le guste, tan comerciales». A su modo de ver, «la riqueza está en la mezcla totalmente».

En Maruja Limón hay tantas mentes pensantes como ideas suceden. «Una lleva un perfil de canción con letra, con idea de armonía rítmica y tal, y la expone a la banda», explica la percusionista del modo de composición de una banda de seis personas: «Todas somos compositoras al final». Una vez las ideas primigenias pasan el filtro del conjunto, sus miembros ya están preparadas para ponerse en marcha y hacer los arreglos correspondientes hasta alumbrar canciones como ‘Carmen’, ‘Vic amb tu’, ‘Como me pongo’ o ‘Dime pa que’.
Todo fruto de un trabajo en equipo que la batería considera «no se estila mucho», como tampoco lo hacen las bandas tan copiosas en número de integrantes. Menos aún si se trata de un grupo íntegramente de mujeres. «Bandas de mujeres hay muchas –muchísimas– en España, pero no están tan expuestas», opina: «Esto es como el fútbol femenino: están los chicos, que lo petan, y nosotras, que también tenemos nuestros momentos, pero parece que actualmente se ha dejado un poco de lado mostrar a nuestras bandas».
Sosteniendo que sí hubo unos años de reivindicación de «espacios dignos para mujeres en los grandes festivales», la artista es de la opinión de que esa corriente «ahora se ha olvidado un poco». «Tampoco se nos pone en un ‘prime time’ –a las diez o las once de la noche–, sino que te ponen igual a las cuatro o cinco de la tarde», expresa: «Si se empezara a potenciar esta programación en horas en que la gente te pudiera captar, se normalizaría y no sería tanto una anécdota descubrir a unas chicas en un festival que sorprendan porque tocan muy bien o lo que sea».
Sea cual sea la situación, no hace mella en el ímpetu musical de Maruja Limón, que continúa trabajando, poniendo en común las ideas hasta dar a luz a trabajos discográficos como ‘Te como la cara’. «Ahora estamos colaborando con mucha gente; hace poco salió un tema con Sabor de Gràcia, que son los reyes de aquí de la rumba catalana y este año les han dado la Cruz de Sant Jordi», relata Eli Fabrega: «Tenemos más colaboraciones para este año y, en breve, nuevo material, evidentemente».
De momento, su sonido ya les ha llevado a rincones como Portugal, Marruecos, Francia, Rumanía, Alemania, Estados Unidos o México. Es la primera vez –eso sí– que recalan en León. Será el próximo 20 de junio, en el Palacio de Exposiciones de la capital provincial, con motivo de un festival cuyas entradas siguen a disposición del público a través de la plataforma web Ctickets. El enclave se convertirá entonces en el escenario para «un directo que va a soprender con canciones muy marchosas, con mucha caña y con muy buen mensaje». Un directo que se suma a una noche de conciertos que mecerán al público leonés con melodías que oscilen entre flamenco, pop, ritmos latinos y hasta punk fandango de la mano de los leoneses de Catalina Grande Piñón Pequeño.