El pasado 2 de diciembre se cumplía el centenario del nacimiento de la mayor estrella de la Historia de la ópera: Maria Callas. La ocasión dio pie a todo tipo de celebraciones, desde la publicación de nuevas biografías y de reediciones discográficas al anuncio de dos filmes. Por un lado, un biopic con Angelina Jolie y dirigido por el chileno Pablo Larraín (Spencer, Jackie), en torno a sus carencias afectivas, sus trastornos y adicciones y los abusos que sufrió. Por otro lado, el valioso documental Callas, París, 1958, que se proyecta en Cines Van Gogh este jueves a partir de las ocho de la tarde.
Por primera vez, el público podrá ver en color una actuación completa de la Divina, y presenciar uno de los conciertos más importantes de su carrera: el que dio en la Ópera Garnier en 1958. Suponía su debut en la ciudad francesa, donde pasó sus últimos años y donde está enterrada (en el ilustre cementerio de Père Lachaise, dónde si no). Su autor, el francés Tom Volf, es el mayor experto en su figura, a la que ha dedicado el monográfico ‘Maria by Callas’ (2017), premiado en multitud de festivales, así como varios libros y una obra de teatro protagonizada por Monica Bellucci. También creó la Fundación Maria Callas, que vela por el legado artístico de la cantante. Durante sus investigaciones, Volf halló un tesoro en un sótano de Atenas: las bobinas originales de 16 mm de aquel recital, que ahora ha restaurado.
Aquella tarde, la soprano estadounidense de origen griego (1923-1977) convocó a la flor y nata de la capital francesa, del presidente de la República a Charles Chaplin, Jean Cocteau o Brigitte Bardot. Las joyas que llevaba puestas se valoraban en un millón de dólares. Su repertorio comenzó con ‘Casta Diva’, el aria de ‘Norma’ a la que siempre la asociaremos; siguió por el inquietante ‘Miserere’ de ‘Il trovatore’, inicio de la madurez de Verdi, y con la pizpireta ‘Una voce poco fa’, de Rossini para ‘El barbero de Sevilla’. Pero igual que despuntaba en el bel canto, era capaz de papeles dramáticos, y nadie superó su interpretación de ‘Tosca’. En la segunda mitad, representó completo el acto II de la tragedia de Puccini, y demostró que no solo brillaba por su timbre carnoso y por su dominio técnico, sino por su visceralidad como actriz.
Aquel año, Callas aún se encontraba en la cima de su carrera. En pocos meses cantó en Viena, Berlín, Edimburgo y destacados teatros estadounidenses (Chicago, Filadelfia, Washington, Dallas), y se reivindicó como la gran Violetta Valery del siglo XX en Covent Garden junto a Cesare Valetti. La velada de París se retransmitió para televisiones de una docena de países, y no solo contribuyó a consolidar la supremacía de Callas en los escenarios, sino también a popularizar la música clásica en los hogares europeos.
Volf presentó este documental en el pasado Festival de Cine de Roma, donde también mostró otro proyecto paralelo: ‘Maria Callas. Letters and Memories’, que se adentra en su lado más íntimo. Las cartas personales de la diva desvelan cómo la maltrató su segundo marido, Aristóteles Onassis. El magnate griego la engañó, drogó y presionó para que adelgazase, mientras ella se aferraba como podía a la música, pese a su prematuro declive vocal. Fue una carrera breve, marcada por los conflictos y por la falta de amor (ese que ni siquiera sus padres le habían dado), pero sobre todo por el talento, la valentía, la ambición y el virtuosismo. Su fortaleza en escena ocultaba una vida personal siempre a punto de desmoronarse. En 1977 murió de un ataque cardiaco a los 53 años.