Manuela López, una poeta bajo el signo de Cáncer

La poeta berciana hubiera cumplido este viernes 113 años. ¡Allá donde estés, Manuela, felicidades y mil gracias por ese hermoso legado poético que nos dejaste! Seguiremos celebrándote a través de tus versos

Mercedes G. Rojo
30/06/2023
 Actualizado a 30/06/2023
Manuela López con escritores y editores de la revista Aquiana.
Manuela López con escritores y editores de la revista Aquiana.
En los últimos meses nuestra provincia se ha convertido en tierra de homenajes a lo largo y ancho de toda su geografía, reconocimientos que llegan unidos a la historia de nuestras letras cuyos protagonistas han ido dejando en ella, durante décadas, su impronta literaria, con una importante obra no siempre suficientemente conocida. En el recuerdo de quienes están pendientes de estas cosas de las palabras permanecerán sin duda los de nombres como Antonio Pereira o Eugenio de Nora (que hubieran llegado a centenarios este año) o de otros que aún nos acompañan como Antonio Gamoneda. Y alguno más quedará por el camino. Si algo tienen en común todos ellos es su carácter masculino, porque parece que las féminas han abundado menos en la historia de nuestra literatura o al menos se les ha dado menos importancia y, por tanto, menos visibilidad. Es por ello que hoy quiero aprovechar la fecha para hablar de una de ellas: una de las pioneras en esto de las letras leonesas y  muy olvidada dentro de las mismas, por más que haya quienes intentemos reivindicarla y «hacerla profeta de su tierra» y de otras. El artículo redunda en esa tarea. ¿Motivo? pues, que de vivir ella, este viernes estaría cumpliendo ciento trece años.  

Me refiero, naturalmente,  a la gran poeta berciana Manuela López Gª, quien parece que poco a poco va alcanzando el lugar que merece en nuestra literatura, recientemente incorporada a esa lista de nombres que conforman la nómina de mujeres ligadas de alguna forma a las «sinsombrero» españolas, mujeres de las generaciones del 27 e incluso del 36, entre las que ella quedó como una de las que se vio sometida a ese duro exilio interior que dificultó la proyección pública de su obra, una obra de la que hoy no vamos a hablar (les remito para ello a las tres publicaciones que desde 2021 han visto la luz en torno a ella desde la Editorial Lobo Sapiens y que nos acercan no solo a su biografía, sino también a su obra rescatada, en más de dos tercios de su conjunto publicado, totalmente inédita). Y no lo vamos a hacer porque hoy toca recordarla como esa poeta generosa que, siempre que había ocasión para ello (un nacimiento, una pérdida, un homenaje, un aniversario, o simplemente la celebración de un encuentro o visita), obsequiaba a quienes se le acercaban con versos con los que celebraba su amistad, su admiración e incluso su reconocimiento. Y hoy, en un día especial, yo pretendo que ese reconocimiento sea para ella y que a través del mismo la tengamos un poquito más presente.

Y sí, sucedió un 30 de junio de 2010. En una pequeña población del
Bierzo, Cacabelos, nacía la segunda hija de Silvino López y Victorina García. Con el tiempo, Manuela recordará así su nacimiento, en una sinopsis literaria que nos deja durante su residencia en Astorga, entre   1985 y 2002:

«Nací un 30 de junio, bajo el signo de Cáncer. Pienso que aquel día debía de hallarse la esfera terrestre en desequilibrio y que imperaba el hada maligna sobre las demás hadas estelares, esa que concede los dones negativos».

En otros apuntes esa circunstancias será algo más escueta al tiempo que aséptica:  

«Nací en Cacabelos (León), el día último de un junio muy lejano, bajo el signo de Cáncer».

También recordará poéticamente ese nacimiento y sus primeros años de vida en una ‘Autobiografía’ que resulta muy expresiva y que comienza de la siguiente manera:

«‘Es una nena, pero muy feíta’-
dijo la partera
aquel día del mes de junio
en que nací
en un año cualquiera.
Tuve infancia
sin cochecito,
y las canciones de cuna
teñían de bruma
mi sonajero.
Guardo un dolor hondo
de mis padres
y veo arder mi casa en la noche (..)»

(De ‘Autobiografía’)

Siendo la poesía toda su vida, ese rayo de esperanza que le permitió sobrellevar todo los obstáculos que la vida sembró a su paso, nos recuerda su llegada a la misma de la siguiente manera:

«Durante este tiempo, y al impulso del dolor, brotó en mí aquella semilla poética que llevaba dentro y que yo desconocía. Solo sé que, cuando era pequeña no podía pasar sin  dejar de ‘echar el verso’ en el día de los Reyes y en las Flores de Mayo, que eran las dos fechas en las que se declamaba en las iglesias de mi pueblo. Claro que casi nadie me oía (...) Pero yo tenía que recitarlo por encima de todo, pues me hubiese costado una enfermedad el no hacerlo.

(...) fue un gran dolor la catapulta que lanzó al viento mis modestos poemas. (...)»


dolor que se refiere al causado por el asesinato de su marido a manos de los falangistas, allá por septiembre de 1936, estando ella embarazada de cinco meses.  Y desde ese mismo momento se desató en ella un torrente de palabras, traducidas a versos de inigualable hermosura que le sirvieron de bálsamo, de improvisado confidente de todo aquello que, por supervivencia propia y familiar, se veía obligada a callar «ante los hombres». También sus poemas fueron  un regalo personal (el más preciado porque partía del corazón) para quienes llegaban a su vida tanto desde la cotidianeidad como desde las propias artes, creando con muchas de sus destinatarios lazos indisolubles que han permanecido en el tiempo, en una perfecta simbiosis de amistad y de respeto.

Cualquier disculpa le servía a Manuela para celebrar, para celebrar la admiración y/o la amistad de la que iban surgiendo poemas que le permitían sentir esa cercanía con los personajes  que ella quería  y a los que admiraba, como estos versos de uno de los poemas que le dedica a Antonio Pereira:

«No fue la lluvia, no. Fue que la fuente
a impulsos de la rosa, por tus venas,
forjadora de alturas, dejó llenas
las fibras de tu ser, de sol naciente (...)».
(De ‘Fue que la fuente’)

O los que dedica a Juan Carlos Mestre tras su encuentro en el Día de la Poesía de Villafranca cuando  este era casi un niño aún: «Porque naciste poetael verdor de la risa llueve espigasque tus manos aprietany agigantan los sueños molinerossangrando dura siega (...)».(De ‘Porque naciste poeta’)y que él contestará tiempo después dedicándole palabras como estas tras incluirla dentro de la ‘Vanguardia de Poetas Bercianos’ que se estaba abriendo paso allá por la década de los setenta: «La voz de Manolita López surge como una fuentes de palabras en medio de esta tierra de silencio, un volcán de dolor irredento le coagula las pasiones y estalla en una erupción de versos (...) Su poesía es un retorno, un retorno infinito al hombre, al hombre Universal que teje su vida en la miseria de los pueblos (...) Un grito de sangre campesina en las raíces, un silencio ahogado de palabras nunca dichas (...)».(Pérez Mestre. 1975. Rev. Aquiana, nº 172)O los que escribe para su buen amigo, el desaparecido  poeta de Corullón, Antonio González Guerrero, a uno de los cuales pertenecen estos versos: «(...) vuelve a entregar tu todo a tanta nada...¡Inúndanos de azules pleamarescon tu divino verso, con tu verso!».(De ‘Vuelve...)A esta oleada de homenajes poéticos que tan a menudo se permitía nuestra protagonista de hoy, tampoco eran ajenas las mujeres. Y así podemos encontrar entre sus versos los dedicados a amigas también poetas como Felisa Rodríguez:«(...) Dile al monte y a la encinaque suspiren la fragancia dorada de los luceros; dile que te estás muriendo de belleza cada día,que te desangras de ensueños...».(De ‘El viento besa tu rostro’) quien a su vez, entre los varios que le dedica, con motivo del homenaje que en 1977 le hacen desde Cacabelos, le dedica a su vez estas palabras: «(...) Porque escasean las adhesiones hacia las personas que son orgullo del lar amado, me llenó de emoción este acercamiento entrañable a una mujer que como Manolita es inspirado jilguero lanzando su trino desgarrado desde los agudos canchales de cualquier recuerdo». Versos también para la entonces jovencísima Amparo Carballo: «(...) Tu versosacudió mi ser como un seísmo y me dejó enhiestas las fibras del latido.Brotaba limpio, fresco, fuerte, (...)».(De ‘Tu verso puesto en pie’)Y así con otras como Carmen Busmayor (que por aquel entonces aún no lo era), Carmina Diaño,...

Podríamos llenar con estos versos testimoniales de Manuela López García y con los que a ella le dedicaron, junto a palabras en dedicatoria, artículos y demás, páginas y páginas, pues Manolita  fue, en su día, poeta homenajeante a la par que homenajeada. Hoy también yo he  querido celebrarla, en este nuevo aniversario de su nacimiento, con estas línea, que cierro con los últimos versos de un poema rescatado de la Revista Aquiana, en la que ella participaba habitualmente  (¿Será casualidad que el nombre de su autor coincida con el de su primer marido y gran amor al que ella no pudo olvidar en toda su vida?:

«(...) «Ay, que nunca se sabe
cuándo la fuerza oscura de la vida
asciende hasta la punta de las ramas,
hasta que el tiempo hace
que revienten las rosas».

(De ‘Reventaron las rosa’, de José Núñez (Pepín). Quereño)

Y ese es mi deseo para hoy, 30 de junio de 2023 en el que Manuela podría estar cumpliendo 113 años, que sus versos y toda su identidad poética florezcan ante nuestros ojos y nuestra sensibilidad como «revientan» las rosas con el calor del verano.

¡Allá donde estés, Manuela, felicidades y mil gracias por ese hermoso legado poético que nos dejaste! Seguiremos celebrándote  a través de tus versos.
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