Malos tiempos... para la libreta de apuntar

Los Benavides son una institución en La Robla, un viejo comercio de aquellos donde apuntar en la libreta en tiempos de apuro. Pero ya no son sus tiempos, la última Benavides se ha ido a un local más pequeño.

Fulgencio Fernández
10/04/2016
 Actualizado a 17/09/2019
Amor Benavides partiendo el bacalao con la tradicional guillotina, aún en la vieja tienda. | MAURICIO PEÑA
Amor Benavides partiendo el bacalao con la tradicional guillotina, aún en la vieja tienda. | MAURICIO PEÑA
Aquellos viejos comercios, las históricas tiendas de ultramarinos, eran todo un mundo, un lugar para entrar y perderse, para soñar, para sorprenderse. Todo estaba allí, bacalao para Semana Santa, paraguas de doble varilla, mangueras, regaderas, palanganas,ofertas de pantalones, navajas de Taramundi, serrotes, escabeche de tino, alacenas y aparadores, monos de trabajo, detergente, manzanas, bombillas, conservas, armarios... y abigarradas estanterías, aquellas que los que regresaban de hacer las américas llamaban abarroterías.

Y la libreta, en la que el tendero apuntaba los pedidos... Y lo que le debían los clientes que en aquel momento no podían pagar. «Ya pagarás, tranquilo» ¡Cuántas veces lo dijeron y cómo descanso aquel paisano o aquella buena mujer que podían llevar a casa lo imprescindible.

No era una tienda. Era un viaje a los sueños y los mundos. Eso, y mucho más, vivía en el viejo escaparate de Los Benavides de La Robla. Y una libreta para apuntar.

Pero ya no son buenos tiempos para la libreta de apuntar. Ni para aquellas viejas tiendas de ultramarinos, a las que dieron un duro golpe precisamente quien es creían que inventaban algo y sólo imitaban a estas tiendas, los grandes almacenes, las modas.

A principios del siglo XX abrieron en Veguellina, y en 1917 llegaron a La Robla, pronto hará un siglo Y así desde hace poco más de un año los Establecimientos Benavides se han trasladado a la cera de enfrente, a un local más pequeño y ‘manejable’ pues al frente del negocio ya sólo la última representante de la tercera generación de esta saga, Amor Benavides, que desde su más pequeño escaparate aún puede matar la nostalgia contemplando el viejo y enorme escaparate, aunque no completo pues el espacio que ocupaban los muebles, también muebles, es hoy una frutería. Ya en el año 2012 había decidido Amor dejar el negocio de los muebles y alquiló el espacio.

Aesta familia le dedica la revista local Alboral un reportaje en el que recorren su larga andadura, de más de un siglo de vida.

La realidad es que parece la recta final de lo que fue un gran negocio familiar, el de los Benavides, un apellido que nos lleva a otras tierras, pues los primeros industriales de esta saga familiar dieron sus primeros pasos con una tienda en Veguellina de Órbigo, aunque ellos eran de la cercana localidad de Villanueva de las Manzanas. Francisco, Julio y Eulalio fueron quienes iniciaron la aventura y quienes buscaron ampliar el negocio en una localidad entonces próspera y ejemplo de crecimiento industrial:La Robla. Yasí fue como en 1917, el próximo año cumplirá un siglo, nació Establecimientos Benavides.

En León abrieron el primer supermercado y también fueron los primeros en vender comida cocinadaPero a los leoneses, de la capital, también les dice mucho este nombre, los Benavides, no en vano aquellos emprendedores saltaron de La Robla a la capital montando la cadena de establecimientos más popular de la época, con tiendas en Puerta Castillo, la Rúa, Ordoño II y Padre Isla, primero, pues a continuación abrieron en la avenida José Antonio en primer Supermercado. Era 1952 y fue noticia en la ciudad por ser pionero en la venta de comida casera cocinada. Y sus camiones recorrían la provincia.

Y, por supuesto, sin olvidar el viejo Benavides de La Robla, uno de los primeros enabrir y el último en cerrar, pues ya se ha quedado solo. La tienda de Veguellina cerró durante la guerra, en los años 80 comenzaron a hacerlo los supermercados de León y en los 90 ya no quedó ninguno. Yes que de la segunda generación siguieron en el negocio cuatro hijos (Miguel, Benusto, Luis y Flora)pero en la tercera ya sólo continuaron dos, Amor en La Robla y Julio, en León. Muchos descendientes cursaron carreras superiores y se fueron dedicando a otros menesteres, como es el caso de Luis, que llegó a ser director de Cervezas Cruz Campo.

Repasamos antes «el poderío»de los comercios en León, pero pensar lo que se hacía en el establecimiento de La Robla también es muy significativos de lo que allí se movía.Les mostraba Amor a José Ramón Fernández los documentos en los que se podía ver cómo en los Benavides «el aceite se vendía en bidones, el vino en toneles, para tener carne se mataban los animales, los pedidos del bacalao en Cuaresma ya los quisieras grandes cadenas y cuando se acercaba Reyes hasta los Benavides de La Robla llegaba un camión desde Valencia.

Todavía hoy pueden verse en los escaparates medio tapados con papel de estraza los restos de lo que fue, algunas rebajas y un cartel que te avisa de que la tienda está enfrente.

En La Robla el aceite se vendía en bidones, el vino en toneles y por Reyes llegaba un camión de Valencia Todavía vive allí lo más parecido a aquellos viejos comercios cuyo escaparate describía el cantor/poeta Rafael Amor: «Y los cinco minutos que tarda el colectivo, vivo toda una vida (mirando el escaparate):/Un caballo de cartón galopa una ilusión por toda la vidriera / y un oso gordinflón pintado de marrón, ojos de lentejuelas, / a una princesa azul, con vestido de tul, gracioso se le acerca /para bailar el vals que toca en su acordeón un viejito de cera. //Se acerca el batallón de plomo y el tambor marca su rataplam, / parecen de verdad, quién sabe adónde van, qué guerra les espera. / Aldeanas de papel se asoman al balcón de alguna casa vieja, / pañuelos de color le van diciendo / adiós, con lágrimas de témperas. //Pero hay un niño dios dormido en su jergón con las palmas abiertas /y todo el batallón se queda en su lugar, ya no marcha a la guerra, / y de felicidad, un mono de peluche hace sus piruetas /y bailando un minué, le va pisando el pie a una marioneta...».

Eso. Y más. Y una libreta.

No extraña que todavía hoy cuando no encuentras algo en La Robla, si hay un lugareño cerca te diga: «Vete hasta los Benavides y mira».
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